„Stepán Arkádich había podido permanecer sereno pensando en su mujer, había podido esperar que todo se arreglara, como decía Matvièi, había podido leer el diario tranquilamente y tomar su café, pero cuando vio aquel semblante descompuesto por el sufrimiento, cuando oyó aquel grito desesperado y rendido frente al destino, se le paró la respiración como si algo le obstruyera la garganta y sus ojos se llenaron de lágrimas.“

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