„No honres nunca como tu conveniencia lo que te fuerce en alguna ocasión a infringir la confianza de la que gozas, a dejar a un lado la vergüenza, odiar a alguien, sospechar, maldecir, aparentar, anhelar algo que precisa de muros y cortinajes[217]. Quien escoge su propia inteligencia, el espíritu divino y los ritos propios de su virtud no hace una elección trágica, no se lamenta, no precisará ni de soledad ni de muchedumbre. Y lo más importante, vivirá sin perseguir ni huir. Si hace uso de su alma, encerrada en su cuerpo, durante mayor o menor intervalo de tiempo no le importa nada en absoluto. Porque aunque tenga ya que separarse se alejará tan liberado como si ejecutara alguna otra de las acciones que pueden ejecutarse con decencia y orden, con esta única preocupación durante toda su vida, que su reflexión se ocupe en algo impropio de un animal inteligente y social.“

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