„Entre las leyes que atañen a los muertos, ésta que obliga a que se examinen los actos de los príncipes después de su muerte, paréceme de las más sólidas. Ellos son compañeros cuando no señores de las leyes; lo que la justicia no ha podido sobre sus cabezas, es razonable que lo pueda sobre su reputación y sobre los bienes de sus sucesores: cosas que a menudo preferimos a la vida. Es costumbre que beneficia sobremanera a las naciones que la observan y es deseable para todos los buenos príncipes que se quejan de que se honre la memoria de los malos como la suya.“

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