„Cuando Karenin vio por primera vez a Mefisto, se excitó y estuvo largo rato dando vueltas a su alrededor y olfateándolo. Pero pronto se hizo amigo de él y prefería su compañía a la de los otros perros del pueblo, a los que despreciaba porque estaban atados a sus casetas y ladraban estúpidamente, sin descanso y sin motivo. Karenin comprendió de manera adecuada el valor de lo exclusivo y podría afirmar que estaba orgulloso de su amistad con el cerdo“

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