„Allí en Rangoon comprendí que los dioseseran tan enemigos como Diosdel pobre ser humano.Diosesde alabastro tendidoscomo ballenas blancas,dioses dorados como las espigas,dioses serpientes enroscadosal crimen de nacer,budhas desnudos y elegantessonriendo en el coktailde la vacía eternidadcomo Cristo en su cruz horrible,todos dispuestos a todo,a imponernos su cielo,todos con llagas o pistolapara comprar piedad o quemarnos la sangre,dioses feroces del hombrepara esconder la cobardía,y allí todo era así,toda la tierra olía a cielo,a mercadería celeste.“

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