„La única entrada sobre los Chandrian ocupaba menos de media página:Cerré el libro. «Desalentador e infructuoso» me sonaba de algo.Lo peor no era que ya sabía todo lo que estaba escrito en aquella entrada, sino que era la mejor fuente de información que había descubierto en más de un centenar de largas horas de búsqueda.“

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„Al final descubrí un delgado volumen, titulado El libro de los secretos, enterrado en lo más profundo de Catálogos Muertos. Era un libro extraño: estaba organizado como un bestiario, pero escrito como un abecedario para niños. Tenía ilustraciones en que aparecían seres de cuentos de hadas como ogros, troles y resinillos. Cada entrada tenía una ilustración acompañada de un poema breve e insípido.La entrada de los Chandrian era la única que no llevaba ilustración, por supuesto. En su lugar solo había una página vacía enmarcada con volutas decorativas. El poema no aportaba absolutamente nada:De un sitio a otro los Chandrian van, pero nunca dejan rastro ni sabes dónde están.Guardan sus secretos con mucho cuidado, pero nunca te arañan ni te pegan un bocado.No montan peleas ni arman jaleos.De hecho con nosotros son bastante buenos.Llegan y se van, te vuelves y se han ido, como un rayo en el cielo, como un suspiro.Pese a lo irritante que resultaba un texto tan superficial, al menos dejaba algo muy claro: para el resto de la gente, los Chandrian no eran más que cuentos de hadas infantiles. Tan irreales como los engendros o los unicornios.Yo sabía otra cosa, por supuesto. Los había visto con mis propios ojos. Había hablado con Ceniza, el de los ojos negros. Había visto a Haliax, envuelto en un manto de sombra.Continué mi infructuosa búsqueda. No me importaba lo que creyera el resto de la gente. Yo sabía la verdad, y no soy de los que se rinden fácilmente.“