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Oscar Wilde
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„Decir la verdad es muy doloroso, pero lo es aún más tener que mentir“
„Pero no soportaba a los estúpidos, sobre todo a los estúpidos por educación: a los que están llenos de opiniones sin comprender ni una sola de ellas“
„La única manera de librarse de la tentación es ceder ante ella. Si se resiste, el alma enferma, anhelando lo que ella misma se ha prohibido, deseando lo que sus leyes monstruosas han hecho monstruoso e ilegal“
„Si una persona trata la vida artísticamente, su cerebro es su alma“
„Se enamoró cada vez más de su propia belleza, y se interesó cada vez más por la corrupción de su alma.“
„Todos lo citaron, estaba lleno de muchas palabras que no podían entender.“
„El hombre puede creer en lo imposible, pero no creerá nunca en lo improbable.“
„La única manera en que un hombre debe comportarse con una mujer es: haciendo el amor con ella, si es bonita, o con otra, si es fea.“
„Los buenos artistas lo entregan todo a su arte, y, por consiguiente, no tienen ellos mismos nada de interesante.“
„Un fracaso en amor es, para el hombre, como una misión cumplida. Los corazones están hechos para ser rotos.“
„Si no tarda usted mucho, le esperaré aquí toda la vida.“
„El pecado es algo que los hombres llevan escrito en la cara. No se puede ocultar. La gente habla a veces de vicios secretos. No existe tal cosa. Si un pobre desgraciado tiene un vicio, lo denuncian las arrugas de la boca, la caída de los párpados, incluso la forma de las manos.“
„Hay muchas cosas de las que nos desprenderíamos si no tuviéramos miedo de que otros las recogieran.“
„Nos prometieron que los sueños podrían volverse realidad. Pero se les olvidó mencionar que las pesadillas también son sueños.“
„El único modo de librarnos de la tentación es ceder a ella.“
„Realmente el amor es algo maravilloso: es más bello que las esmeraldas y más raro que los finos ópalos.“
„Son muy pocos aquellos de entre nosotros que no se han despertado a veces antes del alba, o después de una de esas noches sin sueños que casi nos hacen amar la muerte, o de una de esas noches de horror y de alegría monstruosa, cuando se agitan en las cámaras del cerebro fantasmas más terribles que la misma realidad, rebosantes de esa vida intensa, inseparable de todo lo grotesco, que da al arte gótico su imperecedera vitalidad, puesto que ese arte bien parece pertenecer sobre todo a los espíritus atormentados por la enfermedad del ensueño. Poco a poco, dedos exangües surgen de detrás de las cortinas y parecen temblar. Adoptando fantásticas formas oscuras, sombras silenciosas se apoderan, reptando, de los rincones de la habitación para agazaparse allí. Fuera, se oye el agitarse de pájaros entre las hojas, o los ruidos que hacen los hombres al dirigirse al trabajo, o los suspiros y sollozos del viento que desciende de las montañas y vaga alrededor de la casa silenciosa, como si temiera despertar a los que duermen, aunque está obligado a sacar a toda costa al sueño de su cueva de color morado. Uno tras otro se alzan los velos de delicada gasa negra, las cosas recuperan poco a poco forma y color y vemos cómo la aurora vuelve a dar al mundo su prístino aspecto. Los lívidos espejos recuperan su imitación de la vida. Las velas apagadas siguen estando donde las dejamos, y a su lado descansa el libro a medio abrir que nos proponíamos estudiar, o la flor preparada que hemos lucido en el baile, o la carta que no nos hemos atrevido a leer o que hemos leído demasiadas veces. Nada nos parece que haya cambiado. De las sombras irreales de la noche renace la vida real que conocíamos. Hemos de continuar allí donde nos habíamos visto interrumpidos, y en ese momento nos domina una terrible sensación, la de la necesidad de continuar, enérgicamente, el mismo ciclo agotador de costumbres estereotipadas, o quizá, a veces, el loco deseo de que nuestras pupilas se abran una mañana a un mundo remodelado durante la noche para agradarnos, un mundo en el que las cosas poseerían formas y colores recién inventados, y serían distintas, o esconderían otros secretos, un mundo en el que el pasado tendría muy poco o ningún valor, o sobreviviría, en cualquier caso, sin forma consciente de obligación o de remordimiento, dado que incluso el recuerdo de una alegría tiene su amargura, y la memoria de un placer, su dolor.“
„Los parientes son simplemente gente aburrida, que no tienen ni el más remoto conocimiento de como hay que vivir ni el más leve instinto de cuándo deben morir“
„La risa no es un mal principio para una amistad y, desde luego, es la mejor manera de terminarla“
„Un hombre que no piensa por sí mismo no piensa en absoluto.“
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