„Una vez fuimos a Tel Aviv a pasar la fiesta de Pésaj y, por la mañana temprano, cuando todos aún dormían, me vestí y me fui a jugar solo a una placita donde había un banco o dos, un columpio, una zona infantil y tres o cuatro árboles jóvenes donde ya cantaban los pájaros. Al cabo de unos meses, en Año Nuevo, volvimos a ir a Tel Aviv y la plaza ya no estaba allí. La habían trasladado, con los pequeños árboles, el columpio, el banco, los pájaros y la zona infantil, al otro lado de la calle. Me quedé desconcertado: no comprendía por qué Ben Gurión y las autoridades competentes permitían hacer algo así.“

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