„«—Ves a ese elegante joven, penetrando en la hermosa y calma mansión: se llama Duval, Dufour, Armando, Mauricio, ¿qué sé yo? Una mujer se ha consagrado a querer a ese maligno idiota: está muerta, con seguridad ahora es una santa en el cielo. Tú me matarás como él mató a esa mujer. Es nuestro destino, el destino de los corazones caritativos…» ¡Ay! algunos días se le antojaba que todos los hombres laboriosos eran juguetes de delirios grotescos; se reía largo rato, espantosamente. Luego recobraba sus modales de joven madre, de hermana querida. ¡Si fuera menos salvaje, estaríamos salvados! Pero su dulzura también es mortal. Yo estoy sometida a él. ¡Ah! ¡Si seré loca!“

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