„España se mete en el siglo XVI en una empresa imposible de resolver. Hay dos factores que lo impiden. Por una parte, es demasiado imperio para una monarquía no descentralizada. Desde el Escorial no se puede gobernar todo el imperio, no existe Internet, no existe el teléfono, no existe el telegrama. Y es imposible, por mucha voluntad que se le eche. Por otra parte, el sistema español es absolutamente imperfecto, basado en una política no realista, y la Religión nos machaca. Cuando Felipe II dice que no está dispuesto a ser rey de herejes, ahí está firmando la sentencia de muerte del Imperio. Siempre digo que en Trento nos equivocamos de Dios, apostamos por un Dios reaccionario. El Dios moderno era el del Norte, el luterano, el que permitía negocios, con una burguesía que comerciaba, leía, viajaba, con ventanas abiertas al futuro. En vez de apostar por ese Dios moderno, el que con el tiempo se ha demostrado que tenía posibilidades de futuro, lo hicimos por el oscuro, el reaccionario, el de los prejuicios, las hogueras, el de los confesores diciendo al Rey a quién había que quemar. La Monarquía no tenía los elementos ni morales ni materiales para hacer frente al desafío de mantener ese imperio.“

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