„¿Conoces como yo la amargura sabrosay haces decir de ti: «¡Qué hombre singular!»?Yo iba a morir. Mezclábanse en mi alma amorosael horror y el deseo: un mal particular;angustia y esperanza, sin actitud facciosa.Cuando el reloj de arena se empezaba a vaciarcrecía mi tortura punzante y deleitosa;mi corazón huía del mundo familiar.Yo era como un niño ávido de espectáculosque odia el telón lo mismo que se odian los obstáculos…y al fin mostrase, fría, la realidad común:había muerto sin susto, y la terrible aurorame envolvía. «Y ¿qué? —dije—, ¿Ha llegado la hora?».El telón se había alzado y yo esperaba aún.“

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