„Basta que sea breve y transitoria la vida. Para que sea sueño. A mí, como a quien sueña, Y oscuramente le pasa cierta amargura De tener que despertar; a mí la muerte, Casi el horror de que me quiten el sueño y tener que darme a la realidad, me asusta, Casi como la muerte. ¡Cuántas veces [cuántas], En sueños vacíos conscientemente Inmerso, no me pesa tener que ver La realidad y el día! Sí, este mundo con su cielo y tierra, Con sus mares y ríos y montañas, Con sus árboles, aves, bestias, hombres, Con el que el hombre, con arte figurado De alguna construcción divina, hizo Casas, ciudades, cosas, modas […], Este mundo, que [nunca] reconozco, Como sueño lo amo, y como es sueño lo [quiero] O [tengo] que dejarlo y ver la verdad, Me toma la garganta, con horror por lo negro, El pensamiento de la hora inevitable, Y la verdad de la muerte me angustia. Pudiera yo, sí, pudiera eternamente Ajeno al verdadero ser del mundo, ¡Vivir siempre este sueño que es la vida! Expulsado ya de la divina esencia, Ficción fingida, vana mentira eterna, Alma sueño, ¡que nunca yo me despertara! Suave me es el sueño, y la vida […] es sueño. Temo a la verdad y a la vida verdadera. ¡Cuántas veces, pasada la vida, busco En el seno maternal de la noche y del error, El alivio de soñar, durmiendo; y el sueño, Una perfecta vida me parece; […] …, y por acaso Porque pasa de prisa. Y así es la vida.“

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