„Yo tengo en esa hoguera de ladrillos,yo tengo al hombre mío prisionero.Por corredores de filos amargosy en esta luz sesgada de murciélago,tanteando como el buzo por la gruta,voy caminando hasta que me lo encuentro,y hallo a mi cebra pintada de burlaen los anillos de su befa envuelto.Me lo han dejado, como a barco roto,con anclas de metal en los pies tiernos;le han esquilado como a la vicuñasu gloria azafranada de cabellos.Pero su Ángel-Custodio anda la celday si nunca lo ven es que están ciegos.Entró con él al hoyo de cisterna;tomó los grillos como obedeciendo;se alzó a coger el vestido de cobra,y se quedó sin el aire del cielo.El Ángel gira moliendo y moliendola harina densa del más denso sueño;le borra el mar de zarcos oleajes,le sumerge una casa y un viñedo,y le esconde mi ardor de carne en llamas,y su esencia, y el nombre que dieron.En la celda, las olas de bochornoy frío, de los dos, yo me las siento,y trueque y turno que hacen y deshacende queja y queja los dos prisioneros¡y su guardián nocturno ni ve ni oyeque dos espaldas son y dos lamentos!“

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