„Dios no puede exigir a sus criaturas sino la práctica de las virtudes cuyo germen Él ha colocado en su alma, y no nos ha dado nada cuyo fin no sea hacernos felices: amor propio, ambición de alabanzas, sentimiento de emulación, fuerza, valor, y una facultad de la que nada puede privarnos: la de matarnos si, tras un cálculo, acertado o erróneo, tenemos la desgracia de considerar que ello nos conviene.“

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