„Sí, y tengo tres hijos, contesté, acortando camino. Él tiene cinco. Qué suerte. ¿Y cómo está Isabel? ¿Siempre guapa? Murió, dije, poniendo la cara más inescrutable de mi repertorio. La palabra sonó como un disparo y él menos mal quedó desconcertado. Se apuró a terminar el tercer café y en seguida miró el reloj. Hay una especie de reflejo automático en eso de hablar de la muerte y mirar en seguida el reloj“

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