„Siempre solo, aún en medio de los hombres, vuelvo a mi hogar; para abandonarme a mis ensueños y a mi melancolía. He estado alejado de mi país seis o siete años. ¡Que felicidad volver a encontrarme con los míos! ¡Que espectáculo el que ofrece mi patria! Mis compatriotas besan las manos que les oprimen. Altivo, consciente de su valor, el corso vivía antes para el país y para su esposa bienamada. La naturaleza y la ternura henchíale de felicidad. Aquellos tiempos dichosos se desvanecieron como sueños cuando nos arrebataron la libertad. ¡Ah, franceses! No sólo nos priváis del mayor bien, sino que, encima, corrompéis nuestras costumbres. ¡Y ver mi patria en esta situación, sin poder socorrerla! Razón por sí sola bastante para huir de una vida en que tengo que alabar a los que odio. Si hubiera un hombre cuya muerte pudiera suponer nuestra liberación, yo no vacilaría un instante. La vida me es una carga; solamente dolores me produce. Y por no poder vivir a gusto mío, la vida se me hace insoportable.“

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