„Había momentos, sin embargo, en que la fuerza de la naturaleza ahogaba en mí todos mis prejuicios; hubiera entregado de buena gana mi alma a la perdición, ¿qué digo?, mi cuerpo a las llamas eternas, por poder huir con él a cualquier parte, a los confines de la tierra, o a un isla desierta, donde desnudo como Adán, hubiera vivido durante años con él, en pecado mortal, saciándome con fascinante belleza.“

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