„El cristiano ve a la Iglesia como Cuerpo de Cristo, como el recipiente que guarda íntegro el depósito de la fe, como la Esposa fiel que comunica sin mengua ni falta todo lo que Cristo le dejó como encargo … La Iglesia como realidad “santificada” plenamente y capaz de recibir y de comunicar — sin errores ni carencias, desde su propia pobreza y aun con sus pecados — toda la santidad de Dios, no es un “complemento” o un “agregado institucional” a Jesucristo, sino participación plena de su Encarnación, de su Vida, de su Pasión, muerte y Resurrección. … Al defender su pureza, su indefectibilidad, su santidad de Esposa, la Iglesia está defendiendo el “lugar” por donde pasa el Don la Vida de Dios al mundo y el don de la vida del mundo a Dios. Este don – cuya expresión más plena es la Eucaristía – no es un don más entre otros sino del don total de la Vida más íntima de la Trinidad que se derrama para la vida del mundo y la vida del mundo asumida por el Hijo que se ofrece al Padre.“

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