„En otras palabras, esta renunciación puede definirse como el arte de darse por vencido, aun teniendo posibilidades de seguir luchando: es un acto de la voluntad. La saludable aceptación del que dignamente reconoce que perdió la batalla o se equivocó y motu proprio decide no seguir adelante. No me estoy refiriendo a las personas que resuelven morir por sus ideales o que combaten para salvar sus vidas. En este análisis me circunscribo al conjunto de batallas intrascendentes o maladaptativas en las cuales estamos sumergidos diariamente. Las personas que aprenden a renunciar a tiempo logran tres cosas importantes frente al futuro: en primer lugar, descargan el sistema de expectativas innecesarias; en segundo lugar, aprenden a perder, es decir, acatan los hechos y dejan de ilusionarse inútilmente; y en tercer lugar, descubren que las consecuencias nunca son tan horribles como las imaginaban, lo cual disminuye la catastrofización. En resumen, aprenden a enfrentar el miedo al futuro y a detener un poco el péndulo mental.“

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