„Si bien entiendo que el amor se sujeta al tiempo, veo que, al ponerse a prueba, también modera el tiempo de la chispa y el fuego de su ardor. En la misma llama del amor vive una especie de pabilo o pavesa que acaba por debilitarla. Nada existe que se mantenga constante en el mismo grado de bondad, pues esta, creciendo hasta la plétora, muere en su propio exceso. Lo que quisiéramos hacer, deberíamos hacerlo en el acto de quererlo, porque ese «querer» cambia y sufre tantas menguas y aplazamientos cuantos son los labios, las manos y las circunstancias por que atraviesa, y entonces ese «deber» vuélvase una especie de suspiro disipador, que hace daño al exhalarlo.“

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