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Relacionado con: azul
„Del azul del cielo al negro de la nada.“
„El mayor misterio que presenta el universo no es la vida, sino el Tamaño. El Tamaño abarca la vida, y la Torre abarca el Tamaño. El niño, que se siente a gusto con lo maravilloso, pregunta: ¿Qué hay más allá del cielo, papá? Y el padre contesta: La oscuridad del espacio. El niño: ¿Qué hay más allá del espacio? El padre: La galaxia. El niño: ¿Más allá de la galaxia? El padre: Otra galaxia. El niño: ¿Y más allá de las demás galaxias? El padre: Nadie lo sabe. »¿Lo ves? El tamaño nos derrota. Para el pez, el lago en que vive es el universo. ¿Qué piensa el pez cuando es arrastrado por la boca más allá de los plateados límites de la existencia, hacia un nuevo universo donde el aire lo sofoca y la luz es una demencia azul? ¿Donde enormes bípedos sin branquias lo meten en una caja asfixiante y lo cubren de hierbas mojadas para dejarlo morir?“
„Zihuatanejo —lo dijo pronunciando la palabra con una lentitud musical—. Allá abajo, en México. Es un pequeño lugar que queda a unos treinta kilómetros de Playa Azul. Unos ciento sesenta kilómetros al noroeste de Acapulco, en la costa del Pacífico. ¿Sabes lo que dicen los mexicanos del Pacífico? Le dije que no lo sabía.—Dicen que no tiene memoria. Y precisamente por eso. Red, quiero acabar allí mis días. En un lugar cálido y sin memoria.“
„Danny huía del ruido ensordecedor, a través de retorcidos y laberínticos corredores, mientras sus pies desnudos susurraban sobre la suavidad de una selva azul y negra. Cada vez que, a sus espaldas, oía el estruendo del mazo del roqué al estrellarse contra la pared quería gritar. Pero no debía. Un grito lo delataría y entonces… REDRUM.“
„Lo que importa es el amor, el cariño … Siempre el deseo, nunca el tiempo. Tal vez es lo único que podemos llevarnos, cuando salimos del azul del cielo para entrar en la negrura. Es un frío consuelo, tal vez, pero mejor que nada.»“
„Claro que recuerdo el nombre. Zihuatanejo. Un nombre así es demasiado bello para olvidarlo.Estoy nerviosísimo; tan nervioso que casi no puedo sostener el lápiz en mi mano temblorosa. Creo que es el nerviosismo que sólo un hombre libre puede sentir, un hombre libre que inicia un largo viaje cuyo final es incierto.Tengo la esperanza de que Andy esté allá.Tengo la esperanza de poder cruzar la frontera.Tengo la esperanza de encontrar a mi amigo y estrecharle la mano.Tengo la esperanza de que el Pacífico sea tan azul como en mis sueños.Tengo esperanza.“
„¿Qué me has traído? —me preguntó, emocionada.Sonreí.—¿Y tú? ¿Qué me has traído? —bromeé.Auri sonrió y alargó la mano. Vi brillar algo en su palma a la luz de la luna.—Una llave —contestó con orgullo, y me la puso en la mano.La cogí y noté su agradable peso.—Es muy bonita —dije—. ¿Qué abre?—La luna —respondió ella, muy seria.—Ah, podría serme muy útil —dije examinándola.—Eso mismo pensé yo. Así, si hay una puerta en la luna, podrás abrirla. —Se sentó en el tejado con las piernas cruzadas y me miró con una amplia sonrisa en los labios—. Aunque yo no fomentaría esa clase de comportamiento insensato.[…]—Te he traído un poco de pan. […]. Y una botella de agua.—Eso también es muy bonito —dijo ella con gentileza. […]—. ¿Qué hay en el agua? […].—Flores —respondí—. Y el trozo de luna que no está en el cielo esta noche. Lo he metido también.[…]—Yo ya mencioné la luna —dijo con un deje de reproche.—Entonces, solo flores. Y el brillo del cuerpo de una libélula. Yo quería un trozo de luna, pero solo conseguí el brillo azul de una libélula.Auri inclinó la botella y dio un sorbo de agua.—Es maravillosa.“
„Recorría sin descanso la inmensidad del sur con su pequeño ejército, adentrándose en los bosques húmedos y sombríos, bajo la alta cúpula verde tejida por los árboles más nobles y coronada por la soberbia araucaria, que se perfilaba contra el cielo con su dura geometría. Las patas de los caballos pisaban un colchón fragante de humus, mientras los jinetes se abrían camino con las espadas en la espesura, a ratos impenetrable, de los helechos. Cruzaban arroyos de aguas frías, donde los pájaros solían quedar congelados en las orillas, las mismas aguas donde las madres mapuche sumergían a los recién nacidos. Los lagos eran prístinos espejos del azul intenso del cielo, tan quietos, podían contarse las piedrecillas en el fondo. Las arañas tejían sus encajes, perlados de rocío, entre las ramas de robles, arrayanes y avellanos. Las aves del bosque cantaban reunidas, diuca, chincol, jilguero, torcaza, tordo, zorzal, y hasta el pájaro carpintero, marcando el ritmo con su infatigable tac-tac-tac. Al paso de los caballeros se levantaban nubes de mariposas y los venados, curiosos, se acercaban a saludar. La luz se filtraba entre las hojas y dibujaba sombras en el paisaje; la niebla subía del suelo tibio y envolvía el mundo en un hálito de misterio. Lluvia y más lluvia, ríos, lagos, cascadas de aguas blancas y espumosas, un universo líquido. Y al fondo, siempre, las montañas nevadas, los volcanes humeantes, las nubes viajeras. En otoño el paisaje era de oro y sangre, enjoyado, magnífico. A Pedro de Valdivia se le escapaba el alma y se le quedaba enredada entre los esbeltos troncos vestidos de musgo, fino terciopelo. El Jardín del Edén, la tierra prometida, el paraíso. Mudo, mojado de lágrimas, el conquistador conquistado iba descubriendo el lugar donde acaba la tierra, Chile.“
„Empezar porque sí, y acabar no sé cuando. El azul me da cielo y el iris los cambios.“
„El cielo estaba azul, sin mácula, como si acabaran e crearlo aquella misma mañana.“
„Mátenme al alba. Con cuchillos [ilegible] y con cuchillas oxidadas. Estaré en cuclillas esperando. Salva tu amor. No lo salves. Desafección y mierda violenta que aprendió a expresarse en nuestros días mediante fórmulas atroces como «hacer el amor» y «asumir la responsabilidad» y «negar el pasado» y «el hombre es lo que se hace». No hay más que la memoria, maravilla sin igual, horror sin semejanza. Hace mucho que me entregué a las sombras. Y no me contenta mi destino sombrío, mi destino asombrado. Me han asolado, me han agostado. Libérame de ti pues te amo y no estás. No me hables. No te apostes en mis rincones preferidos. Estás aquí. Me deliras. Me cortas las cintas de colores que me aliaban a las niñas que fui. Me abandonas loca furiosa, comiendo sombras furiosamente, girando convulsa con las manos espantadas, revolcándome en tu huida hasta los atroces orgasmos y gritos de bestia asesinada. Pero te amo. A ti te asumo, ante ti sin pasado ni relojes ni sonidos. Sucia y susurrante, leve, ingrávida, llena de sangre y de sustancias sexuales, húmeda, mojada, reventando de calor, de sangre que pide. Me dañas la columna vertebral, tantos días despeñada sobre tu cuerpo imaginado. Me dañas la cabeza que di contra las paredes porque no sabía qué hacer salvo esto: que debía golpearme y castigarme ya que tú no venías. Con tu sonrisa de paraíso exactamente situado en el tiempo y en el espacio. Con tus ojos que sonríen antes que tus labios. En tus ojos encuentro mi persona súbitamente reconstruida. En tus ojos se acumulan mis fragmentos que se unen apenas me miras. En tus ojos vivo una vida de aire puro, de respiración fiel. En tus ojos no necesito del conocimiento, no necesito del lenguaje. En tus ojos me siento y sonrío y hay una niña azul en el jardín de un castillo. Ahora que no estás me atrae la caída, la mierda, lo abyecto, lo denigrante. Salgo a la calle y siento la suciedad, la ruina. Entro en los bares más siniestros y tomo un vino como sangre coagulada, como menstruación, y me rodean brujas negras, perros sarnosos, viejos mutilados y jóvenes putos de ambos sexos. Yo bebo y me miro en el espejo lleno de mierda de moscas. Después no me veo más. Después hablo en no sé cuál idioma. Hablo con estos desechos que no me echan, ellos me aceptan, me incorporan, me reconocen. Recito poemas. Discuto cuestiones inverosímiles. Acaricio a los perros y me chupo las manos. Sonrío a los mutilados. Me dejo tocar, palpar, manos en mi cuerpo adolescente que tanto te gustaba por ser ceñido y firme y suave. («La lisura de tu vientre, tus caderas de efebo solar, tu cintura hecha a la medida de mis manos cerrándose, tus pechos de niña salvaje que los deja desnudos aun cuando llueve, tu sexo y tus gritos rítmicos, que deshacían la ciudad y me llevaban a una selva musical en donde todo confabulaba para que los cuerpos se reconozcan y se amen con sonidos de leves tambores incesantes. Esas noches en que hacíamos el amor debajo de las grandes palabras que perdían su sentido, porque no había más que nuestros cuerpos rítmicos y esenciales… Y ahora llueve y tengo náuseas y vomito casi todo el día y siempre que hay un olor espantoso en la calle, un olor a paquete olvidado, a muerto olvidado. Y tengo miedo. Eso quería decir: que no estás y tengo miedo.»)“
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