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Relacionado con: causa
„Sólo ante el descubrimiento de fenómenos extraordinarios, como terremotos, epidemias y podigios de cualquier tipo, no saben asignar una causa adecuada y explicar el modo en que el efecto es producida por por ella. Es normal que los hombres, en dificultades semejantes, recurran a algún principio inteligente invisible como la causa inmediata del acontecimiento que les sorprenda y que, piensan ellos, no pueden explicarse con los poderes comunes de la naturaleza.“
„Afirman que la Deidad es la causa inmediata de la unión entre alma y cuerpo y que no son los órganos sensoriales los que, siendo alcanzados por objetos externos, producen sensaciones en la mente, sino que se trata de una volición particular de nuestro Creador omnipotente, que excita tal sensación a consecuencia de un determinado movimiento en el órgano.“
„Hemos dicho que todos los argumentos acerca de la existencia se fundan en la relación causa-efecto, que nuestro conocimiento de esa relación se deriva totalmente de la experiencia y que todas nuestras conclusiones experimentales se dan a partir del supuesto de que el futuro será como ha sido el pasado.“
„…hemos de conocer tanto la causa como el efecto y la relación entre ellos.“
„… las acciones humanas o bien carecen de toda vileza al proceder de una causa tan buena o, si la tuvieran, han de involcrar al autor en la misma culpa, en tanto que se reconozca que, en última instancia, es su causa y autor.“
„Pero en materias como éstas -agrega el historiador- que exceden por completo la capacidad del hombre, puede suceder muy bien que quienes más discurren sean los que menos saben y lleguen a lograr una aceptable apariencia de verdad en sus argumentos, al par que se hallan extremadamente lejos de la verdad real y de la causa de los hechos.“
„Una vez fui testigo del estrecho nexo entre la pérdida de la fe en el futuro y este peligroso darse por vencido. F., el jefe de mi barracón, compositor y libretista famoso, me confió un día: «Me gustaría contarle algo, doctor. He tenido un extraño sueño. Una voz me invitaba a desear cualquier cosa, bastaba con preguntar lo que quería conocer y mis preguntas serían satisfechas de inmediato. ¿Sabe qué pregunté? Cuándo terminaría la guerra para mí. Ya sabe lo que quiero decir, doctor, ¡para mí! Conocer cuándo seríamos liberados los de este campo y cuándo terminarían nuestros sufrimientos». «¿Y cuándo tuvo usted ese sueño?», le pregunté. «En febrero de 1945», contestó. Por entonces estábamos a principios de marzo. «¿Qué respondió la voz en su sueño?» En voz baja, casi furtivamente, me susurró: «El treinta de marzo.» Cuando F. me contó aquel sueño todavía se encontraba rebosante de esperanza y convencido de la certeza y veracidad del oráculo de la voz. Sin embargo, a medida que se acercaba el día prometido, las noticias que recibíamos sobre la guerra menguaban las esperanzas de ser liberados en la fecha indicada. El veintinueve de marzo, de repente, F. cayó enfermo con una fiebre muy alta. El treinta de marzo, el día en que según su profecía terminaría la guerra y el sufrimiento para él, empezó a delirar y perdió la conciencia. El treinta y uno de marzo falleció. Según todas las apariencias murió de tifus… Los que conocen la estrecha relación entre el estado de ánimo de una persona su valor y su esperanza, o su falta de ambos y el estado de su sistema inmunológico comprenderán cómo la pérdida repentina de la esperanza y el valor pueden desencadenar un desenlace mortal. La causa última de la muerte de mi amigo fue la honda decepción que le produjo no ser liberado en el día señalado. De pronto se debilitó la resistencia de su organismo y sus defensas disminuyeron, dejándole a merced de la infección tifoidea latente. Su esperanza en el futuro y su voluntad de vivir se paralizaron, y su cuerpo sucumbió víctima de la enfermedad. Después de todo, la voz de sus sueños se hizo realidad. La observación de este caso, y sus consecuencias psicológicas, concuerda con un hecho que el médico del campo me hizo notar: la tasa de mortandad semanal durante las Navidades de 1944 y el Año Nuevo de 1945 superó en mucho las estadísticas habituales del campo. En su opinión, la explicación de este aumento de mortalidad no había que buscarla en el empeoramiento de las condiciones de trabajo, ni en una disminución de la ración alimenticia, ni en un cambio climatológico, ni en el brote de nuevas epidemias. A su entender, se trataba sencillamente de la ingenua esperanza que abrigaron la mayoría de los presos de ser liberados por las fiestas navideñas. Según se acercaba esa fecha, y al no recibir ninguna noticia alentadora, los prisioneros perdieron su valor y les venció el desaliento. Muchos de ellos murieron al debilitarse su capacidad de resistencia. Ya advertimos“
„Una vez fui testigo del estrecho nexo entre la pérdida de la fe en el futuro y este peligroso darse por vencido. F., el jefe de mi barracón, compositor y libretista famoso, me confió un día: «Me gustaría contarle algo, doctor. He tenido un extraño sueño. Una voz me invitaba a desear cualquier cosa, bastaba con preguntar lo que quería conocer y mis preguntas serían satisfechas de inmediato. ¿Sabe qué pregunté? Cuándo terminaría la guerra para mí. Ya sabe lo que quiero decir, doctor, ¡para mí! Conocer cuándo seríamos liberados los de este campo y cuándo terminarían nuestros sufrimientos». «¿Y cuándo tuvo usted ese sueño?», le pregunté. «En febrero de 1945», contestó. Por entonces estábamos a principios de marzo. «¿Qué respondió la voz en su sueño?» En voz baja, casi furtivamente, me susurró: «El treinta de marzo.» Cuando F. me contó aquel sueño todavía se encontraba rebosante de esperanza y convencido de la certeza y veracidad del oráculo de la voz. Sin embargo, a medida que se acercaba el día prometido, las noticias que recibíamos sobre la guerra menguaban las esperanzas de ser liberados en la fecha indicada. El veintinueve de marzo, de repente, F. cayó enfermo con una fiebre muy alta. El treinta de marzo, el día en que según su profecía terminaría la guerra y el sufrimiento para él, empezó a delirar y perdió la conciencia. El treinta y uno de marzo falleció. Según todas las apariencias murió de tifus… Los que conocen la estrecha relación entre el estado de ánimo de una persona su valor y su esperanza, o su falta de ambos y el estado de su sistema inmunológico comprenderán cómo la pérdida repentina de la esperanza y el valor pueden desencadenar un desenlace mortal. La causa última de la muerte de mi amigo fue la honda decepción que le produjo no ser liberado en el día señalado. De pronto se debilitó la resistencia de su organismo y sus defensas disminuyeron, dejándole a merced de la infección tifoidea latente. Su esperanza en el futuro y su voluntad de vivir se paralizaron, y su cuerpo sucumbió víctima de la enfermedad. Después de todo, la voz de sus sueños se hizo realidad.“
„SEXUALIDAD La desnutrición, además de provocar la desmesurada preocupación por la comida, quizás explique también la ausencia de deseo sexual durante la vida en el lager. La hambruna y los efectos del schock inicial parecen ser las únicas causas que den razón de un fenómeno observado en el campo y ciertamente llamativo para un psicólogo: la perversión sexual era mínima, muy por debajo de lo previsible en cualquier establecimiento estrictamente masculino (por ejemplo, un cuartel). Incluso en los sueños desaparecía el deseo sexual, un dato que representa una dura descalificación del psicoanálisis, pues según sus postulados, y en esas circunstancias, «los deseos inhibidos» deberían presentarse de forma muy especial en los sueños.“
„La mejor manera de solucionar cualquier problema es eliminar su causa.“
„¿Cómo puedo permanecer en el samsara alegremente y sin temores, cuando estoy dispuesto a reservar en mi corazón un lugar para estos interminables y persistentes enemigos, que son la causa de que aumente todo lo que me perjudica?“
„¿Cómo puede un ser fugaz apegarse a otro ser fugaz?, pues no volverá a ver a su ser amado en miles de nacimientos. Mientras no lo vea, sentirá despecho y no podrá mantener el pensamiento reconcentrado. Más, aunque lo viera no lograría saciarse; le oprimiría la sed como antes. Por este apego no percibe las cosas como son, pierde el sentido de urgencia que le da el desasosiego, y lo consume esta aflicción que le causa el ansia de querer unirse con lo amado. Preocupándose con esto, segundo a segundo pasa su corta vida en vano. Pierde el Dharma perenne por querer algo perecedero.“
„El hombre es el único enemigo real que tenemos. Haced desaparecer al hombre de la escena y la causa motivadora de nuestra hambre y exceso de trabajo será abolida para siempre.“
„Si así, dioses, limpiamos nuestra morada, si así renovamos nuestro cielo, nuevas serán las constelaciones e influjos, nuevas las impresiones, nuevas las fortunas, porque todo depende de este mundo superior y efectos contrarios dependen de causas contrarias.“
„Cuando el diablo engañoso supo que el hombre, por inspiración de Dios, había empezado a cantar […], se sintió aterrorizado y atormentado y se dio a reflexionar y a averiguar […] cómo podría en adelante no sólo multiplicar en el corazón de los hombres las sugerencias malvadas y pensamientos inmundos o diversas distracciones, sino incluso en el corazón de la Iglesia, a través de disensiones y escándalos o mediante órdenes injustas, perturbando o impidiendo la celebración y la belleza de la divina alabanza y de los himnos espirituales. Por eso, vosotros y todos los prelados debéis reflexionar con extrema vigilancia, y antes de cerrar con vuestra sentencia la boca de alguien que en la Iglesia canta las alabanzas de Dios al suspenderlo y prohibirle recibir los sacramentos, antes de hacer todo eso, debéis examinar con cuidado las causas por las que lo hacéis, pensando sobre ellas con la mayor atención.“
„Eres como Dios cuando fabricas productos para enriquecer las vidas de los demás, no para obtener un beneficio. El benefició vendrá, pero debe ser el Efecto y no la Causa de tu trabajo.“
„Un estadista que ignora la forma en que se originan los acontecimientos es como un médico que no conoce las causas de las enfermedades que se propone curar.“
„El pueblo antiguo que deseaba tener una clara armonía moral en el mundo, ordenaba primero su vida nacional; los que deseaban ordenar su vida nacional regulaban primero su vida familiar; los que deseaban regular su vida familiar cultivaban primero sus vidas personales; los que deseaban cultivar sus vidas personales enderezaban primero sus corazones; quienes deseaban enderezar sus corazones hacían primero sinceras sus voluntades; los que deseaban hacer sinceras sus voluntades llegaban primero a la comprensión; la comprensión proviene de la exploración del conocimiento de las cosas.Cuando se gana el conocimiento de las cosas se logra la comprensión; cuando se gana la comprensión, la voluntad es sincera; cuando la voluntad es sincera, el corazón se endereza; cuando el corazón se endereza, se cultiva la vida personal; cuando la vida personal se cultiva, se regula la vida familiar; cuando se regula la vida familiar, la vida nacional es ordenada, y cuando la vida nacional es ordenada, el mundo está en paz.Desde el Emperador hasta el hombre común, el cultivo de la vida personal es el cimiento para todo. Es imposible que cuando los cimientos no están en orden se halle en orden la superestructura. Jamás ha habido un árbol de tronco delgado cuyas ramas superiores sean pesadas y fuertes.Hay una causa y una secuencia en las cosas, y un comienzo y un fin en los asuntos humanos.Conocer el orden de precedencia es tener el comienzo de la sabiduría.“
„Ya lo dijo Lincoln hace cerca de cien años. Estas son sus palabras: Una vieja y exacta máxima dice que «una gota de miel caza más moscas que un galón de hiel» También ocurre con los hombres que si usted quiere ganar a alguien a su causa, debe convencerlo primero de que es usted un amigo sincero. Ahí está la gota de miel que caza su corazón; el cual, dígase lo que se quiera, es el camino real hacia su razón.“
„En vez de preocuparse por su forma de expresión, ocúpese de las causas que la producen.“
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