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„Y porque no lo tengan por maricón, ahaje ese cuello y agobie de espaldas; la capa caída, que siempre nosotros andamos de capa caída; ese hocico, de tornillo: gestos a un lado y a otro; y haga vucé de las g, h y de las h, g. Diga conmigo: gerida, mogino, jumo, pahería, mohar, habalí y harro de vino.“
„Todos llevamos al cuello el yugo de la monotonía, todos esperamos algo, el diablo sabrá qué… Sí, todos esperamos. Más confusamente unos que otros, pero la expectativa es de todos. El común de las personas…“
„Cómo soportaba él los ojos de la muchacha y revolvía los suyos contra la cabeza juvenil, escapando de allí para escarbar en la tormenta de la noche, para adherir a su mirada la intensidad del cielo y derramarla, imponerla en aquel rostro de niña que lo observaba inmóvil y sin expresión, dejando perder sin quererlo, sin saber, sin poder evitarlo, entregando a su cara seria y fatigada de hombre la dulzura y la humildad adolescente de las mejillas pecosas y del cuello, desde el paisaje ennegrecido del jardín, atrás de la ventana.“
„Si aquella noche el rostro de Inés se me mostró en las facciones de Bob, si en algún momento el fraternal parecido pudo aprovechar la trampa de un gesto para darme a Inés por Bob, fue aquella, entonces, la última vez que vi a la muchacha. Es cierto que volví a estar con ella dos noches después en la entrevista habitual, y un mediodía en un encuentro impuesto por mi desesperación, inútil, sabiendo de antemano que todo recurso de palabra y presencia sería inútil, que todos mis machacantes ruegos morirían de manera asombrosa, como si no hubieran sido nunca, disueltos en el enorme aire azul de la plaza, bajo el follaje de verde apacible en mitad de la buena estación.Las pequeñas y rápidas partes del rostro de Inés que me había mostrado aquella noche Bob, aunque dirigidas contra mí, unidas a la agresión, participaban del entusiasmo y el candor de la muchacha. Pero cómo hablar a Inés, cómo tocarla, convencerla a través de la repentina mujer apática de las dos últimas entrevistas. Cómo reconocerla o siquiera evocarla mirando a la mujer de largo cuerpo rígido en el sillón de su casa y en el banco de la plaza, de una igual rigidez resuelta y mantenida en las dos distintas horas y los dos parajes; la mujer de cuello tenso, los ojos hacia delante, la boca muerta, las manos plantadas en el regazo. Yo la miraba y era “no”, sabía que era “no” todo el aire que la estaba rodeando.“
„Prefiero tener rosas en mi mesa que diamantes en mi cuello.“
„Queda todavía aún más por hacer en pro de una auténtica y fructífera economía española, y es que el nuevo Estado torcerá el cuello al pavoroso y tremendo problema agrario que hoy existe. Mediante la expropiación de los terratenientes. Las tierras expropiadas, una vez que se nacionalicen, no deben ser repartidas, pues esto equivaldría a la vieja y funesta solución liberal, sino cedidas a los campesinos mismos, para que las cultiven por sí, bajo la intervención de las entidades municipales autónomas, y con tendencia a la explotación comunal o cooperativista.“
„Inclinó hacia atrás el blanco cuello que se dilataba con un suspiro y desfallecida, deshecha en lágrimas con una largo estremecimiento y tapándose la cara, se entregó.“
„La tela de su vestido se prendía en el terciopelo de la levita de Rodolfo; inclinó hacia atrás su blanco cuello que se dilataba con un suspiro y desfallecida, deshecha en llanto, con una largo estremecimiento y tapándose la cara, se entregó.“
„Hijo mío, guarda la prudencia y la reflexión, no se aparten nunca de tus ojos:22 serán vida para tu alma y adorno para tu cuello.23 Así irás tranquilo por tu camino y no tropezará tu pie.“
„La poesía Vogona ocupa, por supuesto, el tercer lugar entre los peores del Universo. El segundo corresponde a los azgoths de Kria. Mientras su principal poeta, Grunthos el Flatulento, recitaba su poema «Oda a un bultito de masilla verde que me descubrí en el sobaco una mañana de verano», cuatro de sus oyentes murieron de hemorragia interna, y el presidente del Consejo Inhabilitador de las Artes de la Galaxia Media se salvó al comerse una de sus piernas. Se dice que Grunthos quedó «decepcionado» por la acogida que había tenido el poema, y estaba a punto de iniciar la lectura de su poema épico en doce tomos titulado «Mis gorjeos de baño favoritos», cuando su propio intestino grueso, en un desesperado esfuerzo por salvar la vida y la civilización, le saltó derecho al cuello y le estranguló.“
„¿Le hablas de mí?Liesel no pudo responder enseguida. Tal vez fue la súbita sacudida amorosa que sintió por él. ¿O había sido así siempre? Era probable. Privada del habla, deseó que la besara, que la agarrara de la mano y la atrajera hacia él. No importaba dónde. En la boca, en el cuello, en la mejilla. Tenía toda la piel libre para él, a la espera.“
„Ellos [la administración Reagan] quieren poner a criminales de la calle entre rejas para hacer más segura la vida de los criminales de cuello blanco de Wall Street, ellos están en contra del crimen en las calles, probando que la calle no es Wall Street.“
„»En verdad, querida, me molestáis sin tasa y compasión; diríase, al oíros suspirar, que padecéis más que las espigadoras sexagenarias y las viejas pordioseras que van recogiendo mendrugos de pan a las puertas de las tabernas.»Si vuestros suspiros expresaran siquiera remordimiento, algún honor os harían; pero no traducen sino la saciedad del bienestar y el agobio del descanso. Y, además, no cesáis de verteros en palabras inútiles: ¡Quiéreme! ¡Lo necesito «tanto»! ¡Consuélame por aquí, acaríciame por «allá»! Mirad: voy a intentar curaros; quizá por dos sueldos encontremos el modo, en mitad de una fiesta y sin alejarnos mucho.»Contemplemos bien, os lo ruego, esta sólida jaula de hierro tras de la cual se agita, aullando como un condenado, sacudiendo los barrotes como un orangután exasperado por el destierro, imitando a la perfección ya los brincos circulares del tigre, ya los estúpidos balanceos del oso blanco, ese monstruo hirsuto cuya forma imita asaz vagamente la vuestra.»Ese monstruo es un animal de aquéllos a quienes se suelen llamar “¡ángel mío!”, es decir, una mujer. El monstruo aquél, el que grita a voz en cuello, con un garrote en la mano, es su marido. Ha encadenado a su mujer legítima como a un animal, y la va enseñando por las barriadas, los días de feria, con licencia de los magistrados; no faltaba más.¡Fijaos bien! Veis con qué veracidad —¡acaso no simulada!— destroza conejos vivos y volátiles chillones, que su cornac le arroja. “Vaya —dice éste—, no hay que comérselo todo en un día”; y tras las prudentes palabras le arranca cruelmente la presa, dejando un instante prendida la madeja de los desperdicios a los dientes de la bestia feroz, quiero decir de la mujer.“
„Un pie en el cuello es el noventa por ciento de la ley.“
„Estamos de mierda hasta el cuello. No podríamos estar peor ni aunque llovieran ojetes. ¿Alguna pregunta?“
„La América Española como la España enterafija está en el Oriente de su fatal destino;yo interrogo a la Esfinge que el porvenir esperacon la interrogación de tu cuello divino.¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros?¿Callaremos ahora para llorar después?“
„VERSO DECORATIVOLa niña vio a la luna en el azul estanqueQue en medio de los pinos servía de pecera.(Piernas de cazadora, suelta la cabellera,Y el fino seno blanco celoso de su arranque).De un elástico salto llegó junto a la fuente,Hundió las blancas manos, tomó el disco de oro,Y al cargar junto al cuello el redondo tesoro,La cabellera negra se le tornó luciente.Y huyó bajo las selvas. Su grito de alegríaHasta los dulces nidos de las aves subía,E, iluminando el bosque perfumado, la vieron,Cargada de la luna, pasar los abedules,Y siguiendo en el aire la curva de sus tulesEjércitos de pájaros cantando la siguieron.“
„Tenemos el agua al cuello con tanto puto pantano, las bellotas radioactivas, nos quedamos sin marranos… Extremaydura tus mujeres nos la ponen.“
„No era el aire miserable de aquel tipo lo que nos daba miedo, ni el tumor que tenía en el pescuezo y que el borde del cuello postizo rozaba; sentíamos que elaboraba en su cabeza pensamientos de cangrejo o langosta. Y nos aterrorizaba que pudieran concebirse pensamientos de langosta…“
„Todo el ser estaba concentrado en la cara. Podría haber cogido la cabeza sola y habérmela llevado a casa; podría habérmela colocado al lado por la noche, en el almohadón, y haber hecho el amor con ella. Cuando la boca y los ojos se abrían, todo el ser resplandecía desde ellos. Había una iluminación que procedía de alguna fuente desconocida, de un centro oculto en lo profundo de la tierra. No podía pensar en otra cosa que en la cara, en el extraño carácter, como de matriz, de la sonrisa en su absorbente inmediatez. La sonrisa, aquella cara, se elevaban sobre un largo cuello blanco, el cuello firme, parecido al de un cisne, de la médium… y de los perdidos y los condenados.“
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