„Aquel gentío, aquellos gritos, 《¡Franco! ¡Franco! ¡Franco!》, aquellas banderas españolas… Nadie trabajaba esa tarde. Las empresas habían dado permiso a sus empleados para ir a recibir al 《salvador》de la patria. Y la gente, como una alfombra extendida sobre las calles, lo llenaba todo, hasta el último rincón. ¿La misma gente que había luchado por la República? ¿La misma cuyos padres, maridos o hijos habían caído en el frente? ¿La misma que soportó los atroces bombardeos que buscaban crear el máximo miedo en la población civil? ¿La misma que pasó hambre y frío? Aquella mañana del 26 de enero de 1939, viendo a las tropas victoriosas entrando por la Diagonal, se preguntó de dónde sacaban los supervivientes las banderas, y si el entusiasmo y la alegría eran reales o un simple alivio por el fin de la guerra. Habían pasado poco más de diez años y todo seguía igual o… Banderas, saludos fascistas, gritos de adhesión al vencedor.¿Tan rápido el olvido?¿Tanta necesidad de paz a cualquier precio?¿Tanto miedo que masticar y tragar con tal de seguir adelante?¿Y los más de cien mil cadáveres enterrados en cunetas y montañas, fosas comunes y cementerios, a la espera de un tiempo mejor en el que volver a merecer un respeto y recuperar su dignidad, mientras el régimen seguía fusilando y aumentando la cuenta?El dictador volvía por tercera vez a Barcelona y allí estaba la ciudad rendida a sus pies.Tal vez los que permanecían en sus casas fueran más numerosos, mucho más, pero ellos callaban.También lo hacían algunos de los presentes, obligados a presenciar toda aquella parafernalia porque si no podían ser represaliados por sus empresas, que en caso de estar lejos habían puesto autocares para la movilidad de sus empleados. Era un día sin excusas. Hasta los enfermos debían curarse milagrosamente.“
„Walking AroundSucede que me canso de ser hombre.Sucede que entro en las sastrerías y en los cinesmarchito, impenetrable, como un cisne de fieltronavegando en un agua de origen y ceniza.El olor de las pelquerías me hace llorar a gritos.Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.Sucede que me canso de mis pies y mis uñasy mi pelo y mi sombra.Sucede que me canso de ser hombre.Sin embargo sería deliciosoasustar a un notario con un lirio cortadoo dar muerte a une monja con un golpe de oreja.Sería belloir por las calles con un cuchillo verdey dando gritos hasta morir de frío.No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,vacilante, extendido, tiritando de sueño,hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra,absorbiendo y pensando, comiendo cada día.No quiero para mí tantas desgracias.No quiero continuar de raíz y de tumba,de subterráneo solo, de bodega con muertosateridos, muriéndome de pena.Por eso el día lunes arde como el petróleocuando me ve llegar con mi cara de cárcel,y aúlla en su transcurso como una rueda herida,y da pasos de sangre caliente hacia la noche.Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,a hospitales donde los huesos salen por la ventana,a ciertas zapaterías con olor a vinagre,a calles espantosas como grietas.Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinoscolgando de las puertas de las casas que odio,hay dentaduras olvidadas en una cafetera,hay espejosque debieran haber llorado de vergüenza y espanto,hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,con furia, con olvido,paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:calzoncillos, toallas y camisas que lloranlentas lágrimas sucias.“