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„Apenas llegado a Sharax, el fatigado emperador había ido a sentarse a la orilla del mar, frente a las densas aguas del Golfo Pérsico. En aquel momento no dudaba todavía de la victoria, pero por primera vez lo abrumaba la inmensidad del mundo, la conciencia de su edad y de los límites que nos encierran. Gruesas lágrimas rodaron por las arrugadas mejillas del hombre a quien se creía incapaz de llorar. El jefe que había llevado las águilas romanas a riberas hasta entonces inexploradas, comprendió que no se embarcaría jamás en aquel mar tan soñado; la India, la Bactriana, todo ese Oriente tenebroso del que se había embriagado a distancia, se reducirían para él a unos nombres y a unos ensueños. A la mañana siguiente, las malas noticias lo forzaron a retroceder. Cada vez que el destino me ha dicho no, he recordado aquellas lágrimas derramadas una noche en lejanas playas por un anciano que quizá miraba por primera vez su vida cara a cara.“
„Empecé a hablar con ese lenguaje, de pronto, para increpar a los supuestos enemigos, que podrían ser mis primos, mis hermanos; empleaba palabras gruesas, insultos que resultaban extemporáneos, no tenía ni idea del valor de aquellas palabras. Una vez me preguntó mi madre: de dónde has sacado esas palabras… de ese libro. Se sorprendió, no se imaginaba que estaba leyendo el Quijote. Yo tendría unos doce años.“
„Contrario a la expectativa. Un hombre sabio, la maravilla de su época, le enseñaba a sus discípulos a través de lo que parecía ser una inagotable fuente de sabiduría. Él atribuía todo su conocimiento a un grueso tomo que estaba guardado en un lugar privilegiado de su habitación. El sabio no le permitía a nadie abrir el volumen. Cuando murió, aquellos que siempre lo habían seguido, considerándose como sus herederos y ansiosos por poseer lo que contenía, corrieron tras el libro para abrirlo. Quedaron sorprendidos, confundidos y decepcionados cuando hallaron que lo escrito ocupaba apenas una hoja. Quedaron aún más desconcertados y luego irritados cuando intentaron penetrar en el significado de la frase que sus ojos habían encontrado. Era: “Cuando te des cuenta de la diferencia entre el contenedor y el contenido, tendrás el conocimiento.“
„que no conmovieran, especialmente entre las enviadas a casa de los padres. En esta carta se decía poco de las molestias sufridas, de los peligros afrontados o de la nostalgia a la cual había que sobreponerse; era una carta alegre, llena de descripciones de la vida del soldado, de las marchas y de noticias militares; y sólo hacia el final el autor de la carta dejó brotar el amor paternal de su corazón y su deseo de ver a las niñas que había dejado en casa. «Mi cariño y un beso a cada una. Diles que pienso en ellas durante el día, y por la noche oro por ellas, y siempre encuentro en su cariño el mejor consuelo. Un año de espera para verlas parece interminable, pero recuérdales que, mientras esperamos, podemos todos trabajar, de manera que estos días tan duros no se desperdicien. Sé que ellas recordarán todo lo que les dije, que serán niñas cariñosas para ti, que cuando vuelva podré enorgullecerme de mis mujercitas más que nunca.” Todas se conmovían algo al llegar a esta parte, Jo no se avergonzó de la gruesa lágrima que caía sobre el papel blanco, y Amy no se preocupó de que iba a desarreglar sus bucles al esconder la cara en el seno de su madre y dijo sollozando: -¡Soy egoísta! Pero trataré de ser mejor para que no se lleve un chasco conmigo. – ¡Trataremos todas! -exclamó Meg -. Pienso demasiado en mi apariencia y detesto trabajar, pero no lo haré más si puedo remediarlo. -Trataré de ser lo que le gusta a él llamarme «una mujercita», y no ser brusca y atolondrada; cumpliré aquí con mi deber en vez de desear estar en otra parte -dijo Jo, pensando que dominarse a sí misma era obra más difícil que hacer frente a unos rebeldes. Beth no dijo nada, pero secó sus lágrimas con el calcetín del ejército y se puso a trabajar con todas sus fuerzas, no perdiendo tiempo en hacer lo que tenía más cerca de ella, mientras decidía en su corazón ser como su padre lo deseaba cuando al cabo de un“
„La poesía Vogona ocupa, por supuesto, el tercer lugar entre los peores del Universo. El segundo corresponde a los azgoths de Kria. Mientras su principal poeta, Grunthos el Flatulento, recitaba su poema «Oda a un bultito de masilla verde que me descubrí en el sobaco una mañana de verano», cuatro de sus oyentes murieron de hemorragia interna, y el presidente del Consejo Inhabilitador de las Artes de la Galaxia Media se salvó al comerse una de sus piernas. Se dice que Grunthos quedó «decepcionado» por la acogida que había tenido el poema, y estaba a punto de iniciar la lectura de su poema épico en doce tomos titulado «Mis gorjeos de baño favoritos», cuando su propio intestino grueso, en un desesperado esfuerzo por salvar la vida y la civilización, le saltó derecho al cuello y le estranguló.“
„Imaginen cuan gruesos deben ser los álbumes de fotos de los japoneses.“
„Abusaba de la morfina, por angustiosa necesidad y por elegancia. Tenía treinta y siete años; era alta, con labios muy gruesos y encendidos, que humedecía sin cesar.“
„Vi mi vida extendiendo sus ramas frente a mí como la higuera verde del cuento.De la punta de cada rama, como si de un grueso higo morado se tratara, pendía un maravilloso futuro, señalado y rutilante. Un higo era un marido y un hogar feliz e hijos y otro higo era un famoso poeta, y otro higo era un brillante profesor, y otro higo era Europa y África y Sudamérica y otro higo era Constantino y Sócrates y Atila y un montón de otros amantes con nombres raros y profesionales poco usuales, y otro higo era una campeona de equipo olímpico de atletismo, y más allá y por encima de aquellos higos había muchos más higos que no podía identificar claramente.Me vi a mí misma sentada en la bifurcación de ese árbol de higos, muriéndome de hambre sólo porque no podía decidir cuál de los higos escoger. Quería todos y cada uno de ellos, pero elegir uno significaba perder el resto, y, mientras yo estaba allí sentada, incapaz de decidirme, los higos empezaron a arrugarse y a tornarse negros y, uno por uno, cayeron al suelo, a mis pies.“
„Puse el papel ante Stalin, a quien ya se le había entregado la traducción. Hubo un instante de espera. Después tomó su lápiz azul, escribió con grueso trazo su señal de aprobación y me lo devolvió. Todo quedó arreglado en menos tiempo que dura el escribirlo. Se hizo un largo silencio. El papel rayado en azul permanecía en el centro de la mesa. Finalmente, dije yo: ¿No encontrarán un poco cínico que tengamos aspecto de haber arreglado esos problemas, de los que depende la suerte de millones de seres, de una manera tan audaz? Quememos ese papel. -No, guardadlo, repuso Stalin.“
„Selvas tengo en el corazón; árboles gruesos prietos de ramas; yuyos, retamas, flores de malvón, pájaros en las ramas, todo eso tengo en mi corazón.“
„[…] las cosas por las que se nos conoce son simples chiquilladas. Por debajo, todo está oscuro, todo se extiende, todo es insondablemente profundo; pero de cuando en cuando salimos a la superficie y por eso se nos conoce. A la señora Ramsay su horizonte le parecía no tener límites. Estaban todos los lugares que no había visto; las llanuras de la India; también se veía apartando la gruesa cortina de cuero de una iglesia romana. El núcleo de oscuridad podía ir a cualquier sitio, porque nadie lo veía. Nadie podía detenerlo, pensó, exultante. Allí estaba la libertad, allí estaba la paz, allí estaba —bien más precioso que ningún otro— la posibilidad de recogerse, de descansar sobre una plataforma de estabilidad. De acuerdo con su experiencia, nunca se encontraba descanso en tanto que uno mismo (aquí realizó una maniobra muy hábil con las agujas), pero sí como cuña de oscuridad. Al perder la personalidad se perdía la preocupación, la prisa, la agitación; y siempre le subía hasta los labios alguna exclamación para expresar su triunfo sobre la vida cuando las cosas confluían en aquella paz, aquel descanso, aquella eternidad; y, haciendo una pausa, volvió la vista para encontrarse con el destello del faro, el destello largo, el último de los tres, que era su destello; porque, siempre, al contemplar las cosas con aquel estado de ánimo a aquella hora del día, resultaba inevitable sentirse especialmente atraída por una de ellas; y aquella cosa, aquel destello largo, era su destello.“
„Y cuando hayamos atravesado todas las calles y solo quede el polvo de nuestros pies frenéticos, todavía quedaría el recuerdo de tu ancha cara llena, tan blanca, y la gruesa boca con frescos labios entreabiertos, los dientes blancos como la tiza y todos ellos perfectos, y en ese recuerdo nada puede cambiar en modo alguno, porque esto, como tus dientes, es perfecto…“
„Tiene la piel mas gruesa que un rinoceronte.“
„Levántate. Tengo tres cosas para ti. Es lo justo.Me puse en pie y Auri me tendió una cosa envuelta en un trozo de tela. Era una vela gruesa que olía a lavanda.—¿Qué hay dentro? —pregunté.—Sueños felices. Los he puesto ahí para ti.Di vueltas a la vela en mis manos, y una sospecha empezó a formarse en mi mente.—¿La has hecho tú misma?Auri asintió con la cabeza y sonrió feliz.—Sí. Soy tremendamente lista.Me guardé la vela con cuidado en uno de los bolsillos de la capa.—Gracias, Auri.—Ahora —dijo ella poniéndose seria— cierra los ojos y agáchate para que pueda darte tu segundo regalo.Cerré los ojos, desconcertado, y me doblé por la cintura preguntándome si también me habría hecho un sombrero.Noté las manos de Auri a ambos lados de mi cara, y entonces me dio un beso suave y delicado en la frente.Abrí los ojos, sorprendido. Pero Auri ya se había apartado varios pasos, y, nerviosa, se cogía las manos detrás de la espalda. No se me ocurrió nada que decir.Auri dio un paso adelante.—Eres especial para mí —dijo con seriedad y con gesto grave—. Quiero que sepas que siempre cuidaré de ti. —Estiró un brazo, vacilante, y me secó las mejillas—. No, nada de eso esta noche.»Este es tu tercer regalo. Si te van mal las cosas, puedes quedarte conmigo en la Subrealidad. Es un sitio agradable, y allí estarás a salvo.—Gracias, Auri —dije en cuanto pude—. Tú también eres especial para mí.—Claro —dijo ella con naturalidad—. Soy adorable como la luna.“
„Volvía a ser de noche. En la posada Roca de Guía reinaba el silencio, un silencio triple.El primer silencio era una calma hueca y resonante, constituida por las cosas que faltaban. Si hubiera habido caballos en los establos, estos habrían piafado y mascado y lo habrían hecho pedazos. Si hubiera habido gente en la posada, aunque solo fuera un puñado de huéspedes que pasaran allí la noche, su agitada respiración y sus ronquidos habrían derretido el silencio como una cálida brisa primaveral. Si hubiera habido música… pero no, claro que no había música. De hecho, no había ninguna de esas cosas, y por eso persistía el silencio.En la posada Roca de Guía, un hombre yacía acurrucado en su mullida y aromática cama. Esperaba el sueño con los ojos abiertos en la oscuridad, inmóvil. Eso añadía un pequeño y asustado silencio al otro silencio, hueco y mayor. Componían una especie de aleación, una segunda voz.El tercer silencio no era fácil reconocerlo. Si pasabas una hora escuchando, quizá empezaras a notarlo en las gruesas paredes de piedra de la vacía taberna y en el metal, gris y mate, de la espada que colgaba detrás de la barra. Estaba en la débil luz de la vela que alumbraba una habitación del piso de arriba con sombras danzarinas. Estaba en el desorden de unas hojas arrugadas que se habían quedado encima de un escritorio. Y estaba en las manos del hombre allí sentado, ignorando deliberadamente las hojas que había escrito y que había tirado mucho tiempo atrás.El hombre tenía el pelo rojo como el fuego. Sus ojos eran oscuros y distantes, y se movía con la sutil certeza de quienes saben muchas cosas.La posada Roca de Guía era suya, y también era suyo el tercer silencio. Así debía ser, pues ese era el mayor de los tres silencios, y envolvía a los otros dos. Era profundo y ancho como el final del otoño. Era grande y pesado como una gran roca alisada por la erosión de las aguas de un río. Era un sonido paciente e impasible como el de las flores cortadas; el silencio de un hombre que espera la muerte.“
„No, no era papel. Papiro. Recordé que, según me había explicado una vez papá, los egipcios lo hacían a partir de una planta de río porque nunca habían llegado a inventar el papel. El material era tan grueso y áspero que me pregunté si los pobres egipcios también habían tenido que usar papiro de váter. En ese caso, no me extrañaba que caminasen de lado.“
„Al señor Evans le gustaría que dibujaseis vuestro autorretrato —anunció—. Algo que muestre cómo os veis a vosotros mismos.[…]No había dejado de usar el lápiz negro, y lo que había creado era muy revelador: un par de manos agarradas a unos barrotes que cruzaban de arriba a abajo la hoja. No había cara ni cuerpo. Sólo dedos aferrados a gruesos barrotes negros.“