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Relacionado con: jardín
„Para vivir una vida de máxima plenitud hay que montar guardia y dejar que entre en tu jardín sólo la información más selecta. No puedes permitirte el lujo de un pensamiento negativo, ni uno solo.“
„En este universo de redes liberales poderosas, constuyamos utopías concretas, islotes pensados como abadías de Thelema puntales y reproducibles en todas partes, en todas las ocasiones y circunstancias. Jardines de Epicuro nómadas, construidos desde uno mismo“
„Alguien escribió una vez: «Somos todos niños en un vasto jardín de infantes, procurando formar el nombre de Dios con letras de un rompecabezas que está equivocado».“
„Nadie nos prometió un jardín de rosas, hablamos del peligro de estar vivos.“
„Después de todos estos años, veo que estaba equivocado con Eva al principio; es mejor vivir fuera del Jardín con ella que dentro de él sin ella.“
„Pies encadenados en presencia de amigos es mejor que vivir en un jardín con extraños.“
„En lo profundo del mar hay riquezas incomparables. Pero si buscas seguridad, está en la orilla.Saadi, Jardín de Rosas.“
„Dios es omnipotente y perfecto y el universo es infinito; si Dios lo conoce todo entonces es capaz de pensar en todo, incluido lo que yo pienso. Debido a que Dios es perfecto y conoce todo, debe crear lo que yo pienso. Yo puedo imaginar un infinito número de mundos parecidos a la tierra, con un jardín del Edén en cada uno. En todos esos jardines la mitad de los Adanes y Evas no comerán del fruto del conocimiento y la otra mitad lo hará; de esta manera un infinito número de mundos caerá en desgracia y habrá un infinito número de crucifixiones. De aquí puede haber un único Jesús que irá de mundo en mundo o un infinito número de Jesuses. Si hay un solo Jesús la visita a un número infinito de mundos tomará una infinita cantidad de tiempo, de este modo debe haber un infinito número de Jesucristos creados por Dios.“
„Cómo soportaba él los ojos de la muchacha y revolvía los suyos contra la cabeza juvenil, escapando de allí para escarbar en la tormenta de la noche, para adherir a su mirada la intensidad del cielo y derramarla, imponerla en aquel rostro de niña que lo observaba inmóvil y sin expresión, dejando perder sin quererlo, sin saber, sin poder evitarlo, entregando a su cara seria y fatigada de hombre la dulzura y la humildad adolescente de las mejillas pecosas y del cuello, desde el paisaje ennegrecido del jardín, atrás de la ventana.“
„En el jardín de la Iglesia se cultivan: Las rosas de los mártires, los lirios de las vírgenes, las yedras de los casados, las violetas de las viudas.“
„Paraíso de la tierraCuyos mágicos jardinesCon sus manos de jazminesCultivó celeste hurí,La salud en tí se encierraEn tí mora la alegríaEn tus sierras nace el diaY arde el sol de amor por tí.“
„Un mamuuuut por el jardín izquierdo, la pelota va para atrás, para atrás, para atrás y está descansando en paz, Sr…(el pitcher) con esa música lo entierren. -Home Run“
„Si el Everton jugara en el jardín de mi casa, correría las cortinas.“
„Todos deben dejar algo al morir, decía mi abuelo. Un niño o un libro o un cuadro o una casa o una pared o un par de zapatos. O un jardín. Algo que las manos de uno hallan tocado de algún modo. El alma tendrá entonces un lugar a donde ir el día de la muerte, y cuando la gente mire ese árbol, o esa flor, allí estará uno. No importa lo que se haga, decía, mientras uno cambie las cosas. Así, después de tocarlas, quedará en ellas algo de uno.“
„Todos deben dejar algo al morir, decía mi abuelo. Un niño o un libro o un cuadro o una casa o una pared o un par de zapatos. O un jardín. Algo que las manos de uno han tocado de algún modo. El alma tendrá entonces adonde ir el día de la muerte, y cuando la gente mire ese árbol, o esa flor, allí estará uno. No“
„Cuando muere, todo el mundo debe dejar algo detrás, decía mi abuelo. Un hijo, unlibro, un cuadro, una casa, una pared levantada o un par de zapatos. O un jardínplantado. Algo que tu mano tocará de un modo especial, de modo que tu alma tengaalgún sitio a donde ir cuando tú mueras, y cuando la gente mire ese árbol, o esa flor, quetú plantaste, tú estarás allí. «No importa lo que hagas -decía-, en tanto que cambies algorespecto a como era antes de tocarlo, convirtiéndolo en algo que sea como tú después deque separes de ellos tus manos.“
„La Educación crea discípulos, imitadores y seguidores de rutinas, no pioneros de nuevas ideas ni genios creativos. Las escuelas no son jardines de infancia de progreso y mejora, sino conservatorios de tradición y de formas de pensamiento fijas.“
„Oh! inmortal Poseidón el del furioso tridente, a ti me encomiendo en esta difícil empresa, propicia que este velero llegue a buen puerto. Permíteme llevar a cabo los designios de Afrodita, nacida de las olas. Oh! Caliope, augusta entre las musas, haz florecer el jardín, trae la rima…“
„He reducido el mundo a mi jardín y ahora veo la intensidad de todo lo que existe.“
„Su antepasado Sebastián d’Anconia había salido de España varios siglos atrás, en una época en que aquél era el país más poderoso del mundo, y aquel hombre era uno de sus personajes más orgullosos. Había tenido que marcharse cuando un alto funcionario de la Inquisición le había sugerido ciertos cambios en su manera de actuar durante una cena en la corte, y Sebastián d’Anconia le había arrojado un vaso de vino a la cara. Había logrado escapar, dejando atrás su fortuna, sus fincas, su palacio de mármol y la mujer a la que amaba, y había partido hacia un nuevo mundo. Su primera propiedad en la Argentina fue una cabaña de madera a los pies de los Andes. El sol resplandecía como un faro sobre el escudo de plata de los d’Anconia, clavado sobre la puerta, mientras Sebastián d’Anconia excavaba la tierra en busca de cobre en su primera mina. Pasó varios años, pico en mano, rompiendo rocas desde el amanecer hasta la puesta del sol, con ayuda de unos cuantos aventureros, desertores del ejército español, convictos fugados e indígenas hambrientos. Quince años después de haber salido de España, Sebastián d’Anconia mandó buscar a la mujer que amaba y que lo estaba esperando. Al llegar, ella encontró el escudo de plata sobre la entrada de un palacio de mármol, en medio de un inmenso jardín, y, más lejos, las montañas estriadas por las rojas vetas del metal. La tomó en sus brazos para cruzar el umbral y a ella le pareció más joven que cuando lo había visto por última vez.“
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