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Relacionado con: lomo
„No te conoce el toro ni la higuera,ni caballos ni hormigas de tu casa.No te conoce el niño ni la tardeporque te has muerto para siempre.No te conoce el lomo de la piedra,ni el raso negro donde te destrozas.No te conoce tu recuerdo mudoporque te has muerto para siempre.El otoño vendrá con caracolas,uva de niebla y montes agrupados,pero nadie querrá mirar tus ojosporque te has muerto para siempre.Porque te has muerto para siempre,como todos los muertos de la Tierra,como todos los muertos que se olvidanen un montón de perros apagados.No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.La madurez insigne de tu conocimiento.Tu apetencia de muerte y el gusto de su boca.La tristeza que tuvo tu valiente alegría.“
„Está oscuro. Oigo el bosque, el silencio: los conozco bien. Pero ningún sonido vivo; ni siquiera a él. Era como si la oscuridad lo sacara de su integridad convirtiéndose en una dispersión inconexa de elementos: mucosidades y pataleos, olor a carne tibia y pelo apestando a amoniaco; una ilusión de un conjunto coordinado de piel con manchas y huesos poderosos dentro de la cual, disperso y secreto y familiar, hay un ser diferente de mi ser. Le veo disolverse ―las patas, un ojo muy abierto, manchas alegres como llamas frías― y flotar en la oscuridad en solución que se desvanece; todo uno y sin embargo ninguno; todos los dos pero ninguno. Veo con el oído que se enrosca hacia él, le acaricia, le da su forma definitiva: cernejas, lomo, brazuelo y cabeza. Olor y sonido. No estoy asustado.“
„El amor es como el embutido: hay lomo embuchado y hay mortadela. Todo tiene su lugar y función. Carax“
„Repitiendo a Nâser-è-Khosrow, nacido en Persia en el siglo XI, sentía que un libro «Aunque solo tenga un lomo, posee cien rostros» y que de alguna manera era necesario extraer esos rostros de su arcón, meterlos en mi circunstancia personal…“
„Te pego un guantazo que te sale el lomo por el omóplato“
„Pedro Tercero tuvo que renunciar a sus paseos al pueblo, porque su padre lo requería a su lado. Lo secundaba de mal humor, haciéndole notar que se partían el lomo por volver a poner en pie la riqueza del patrón, pero que ellos seguían siendo tan pobres como antes. —Siempre ha sido así, hijo. Usted no puede cambiar la ley de Dios —le replicaba su padre.“