„Relato recibido de Rhonda y Bob Baines De: Rhonda y Bob Baines Para: T. Harv Eker Asunto: ¡Nos sentimos libres! Fuimos al Mente Millonaria Intensivo sin saber realmente lo que podíamos esperar. Quedamos muy impresionados con los resultados. Antes de asistir al seminario estábamos teniendo muchos problemas de dinero. Parecía que nunca progresábamos. Continuamente estábamos endeudados y no sabíamos por qué. Liquidábamos los gastos de nuestras tarjetas de crédito (por lo general, con el dinero de una bonificación grande obtenida en el trabajo) sólo para volver a endeudarnos al cabo de seis meses. No importaba cuánto dinero ganásemos. Estábamos muy frustrados y discutíamos mucho. Entonces asistimos al Mente Millonaria. Mientras te escuchábamos, mi marido y yo no dejábamos de apretarnos mutuamente la pierna y de sonreír y mirarnos. Oímos una gran cantidad de información que nos hacía decir: «No me extraña», «Ah, es por eso», «Ahora todo tiene sentido». Estábamos muy emocionados. Aprendimos lo distinto que pensamos él y yo en lo referente al dinero; él gastaba y yo ahorraba: ¡qué horrible combinación! Después de oír la información, dejamos de culparnos uno al otro, empezamos a comprendernos mutuamente y, a la larga, comenzamos a apreciarnos y amarnos más. Ha pasado casi un año y seguimos sin discutir por el dinero: sólo hablamos de lo que aprendimos. Ya no estamos endeudados; de hecho, tenemos dinero ahorrado, por primera vez en dieciséis años: ¡sí! Ahora no sólo tenemos dinero para nuestro futuro, sino que también tenemos el suficiente para nuestros gastos normales de cada día, para juegos, educación, ahorros a largo plazo para una casa, e incluso para compartir y dar. Es una sensación maravillosa saber que podemos emplear dinero en esas áreas y no sentirnos culpables por haberlo destinado y dedicado a esos fines. Nos sentimos libres. Muchas gracias, Harv.“
„Déjame ponerte otro ejemplo de un incidente concreto, uno que me resulta más próximo. Cuando mi esposa tenía ocho años y oía el sonido de las campanillas del camión de los helados bajando por la calle, corría hacia su madre y le pedía una moneda de veinticinco centavos. Su madre contestaba: «Lo siento, cariño, yo no tengo dinero. Ve a pedírselo a papá. Es papá el que tiene todo el dinero». Entonces mi esposa iba a pedírselo a su padre. Éste le daba la moneda, ella iba a comprarse el helado de cucurucho y tan campante. Una semana tras otra se repetía el mismo suceso. Así pues, ¿qué aprendió mi esposa sobre el dinero? En primer lugar, que son los hombres los que tienen todo el dinero. De modo que, una vez que estuvimos casados, ¿qué crees que esperaba de mí? Exacto: dinero. Y ¿sabes qué?, ¡ya no pedía monedas de veinticinco centavos! En cierto modo, se había licenciado. En segundo lugar, aprendió que las mujeres no tienen dinero. Si su madre (la deidad) no lo tenía, era obvio que así es como debería ser ella. Y para validar ese modo de ser se deshacía de forma inconsciente de todo su dinero. Además, lo hacía con absoluta precisión: si le dabas 100 dólares se gastaba 100 dólares; si le dabas 200, se gastaba 200; si le dabas 500, se gastaba 500, y si le dabas 1000, se gastaba 1000. Luego se apuntó a uno de mis cursos y aprendió todo acerca del arte del «apalancamiento» financiero. Entonces le di 2000 dólares, ¡y se gastó 10.000! Traté de explicarle: «No, cariño, «apalancamiento» significa que somos nosotros los que se supone que debemos obtener los 10.000 dólares, no gastarlos». Indudablemente había algo que no estaba asimilando.“