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„Está usted en todo, Majestad, en el balandro y en la Literatura.“
„Majestad, yo no reflexiono; siento. Viéndome atacada, rechazo el ataque por instinto; nada más.“
„En primer lugar, se mandó al pueblo edificar una casa que fuera como el palacio de Dios, es decir, de la suprema majestad de aquel Estado.“
„Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja.“
„Su Majestad, sé que está profundamente preocupado por la paz en su tierra y en toda la región. Sé también lo importante que es para usted el que todos los jordanos, musulmanes y cristianos, se consideren un solo pueblo y una sola familia. En esta región del mundo existen graves y urgentes cuestiones relativas a la justicia y a los derechos de los pueblos y de las naciones que tienen que ser resueltas por el bien de todos aquellos que están involucrados y como condición para una paz duradera.“
„Majestad, llevamos quinientos años esperando“
„Tener gran confianza… Quiere su Majestad y es amigo de ánimas animosas, como vayan con humildad y ninguna confianza e sí.“
„Guíe su Majestad por donde quisiere. Ya no somos nuestros, sino suyos.“
„Harta misericordia nos hace a todos los que quiere Su Majestad entendamos que es El, el que está en el Santísimo Sacramento. Mas que le vean descubiertamente y comunicar sus grandezas y dar de sus tesoros, no quiere sino a los que entiende que mucho desean, porque estos son sus verdaderos amigos.“
„(…) Vivimos en una sociedad sombría. Lograr el éxito, ésta es la enseñanza que, gota a gota, cae de la corrupción a plomo sobre nosotros.Digamos, sin embargo, que eso que se llama éxito es algo bastante feo. Su falso parecido con el mérito engaña a los hombres. Para la muchedumbre, el triunfo tiene casi el mismo aspecto que la supremacía. El éxito, este artificio del talento, tiene una víctima a quien engañar: la historia. Juvenal y Tácito son los únicos que protestan. En nuestros días, ha entrado como sirviente en casa del éxito una filosofía casi oficial, que lleva la librea de su amo y le rinde homenaje en la antecámara. Hay que tener éxito: ésa es la teoría. La prosperidad supone capacidad. Ganen la lotería y ya serán capaces. El que triunfa es objeto de veneración. Todo consiste en nacer de pie. Tengan suerte, lo demás ya llegará; sean felices, y los considerarán grandes. Fuera de cinco o seis excepciones importantes, que constituyen la luz de un siglo, la admiración contemporánea no es más que miopía. Lo dorado es considerado oro. No importa ser un cualquiera, si se llega el primero. El vulgo es un viejo Narciso que se adora a sí mismo y que celebra todo lo vulgar. Esa facultad enorme, por la cual el hombre se convierte en Moisés, Esquilo, Dante, Migue Ángel o Napoleón, la multitud la concede por unanimidad y por aclamación a quien logra su objetivo, sea quien fuere. Que un notario se transforme en diputado; que un falso Corneille haga el Tiridate; que un eunuco llegue a poseer un harén; que un militar adocenado gane por casualidad la batalla decisiva de una época; que un boticario invente las suelas de cartón para el ejército del Sambre-et-Meuse y obtenga, con aquel cartón vendido como cuero, una renta de cuatrocientos mil francos; que un buhonero contraiga matrimonio con la usura, y tenga de ella por hijos siete y ocho millones, de los cuales él es el padre y ella, la madre; que un predicador llegue a obispo por la gracia de ser gangoso; que un intendente de buena casa, al dejar el servicio, sea tan rico que lo nombren ministro de Hacienda; no importa: los hombres llaman a eso Genio, tal como Belleza a la figura de Mousqueton, y Majestad al talante de Claudio, confundiendo así con las constelaciones del abismo las huellas estrelladas que dejan en el lodo blando las patas de los gansos.“
„Su majestad no representa a nuestra clase, que caigan las coronas y ardan los disfraces.“
„En Cartagena te vi muy realista diciéndole «Majestad» a Juan Carlos de Borbón (…) Seguile diciendo en adelante «Majestad» a la impunidad porque ella es la reina de Colombia.“
„Este malagradecido, que le dice al Rey de España «Majestad» porque nos restauró un edificio en Cartagena (¿y para qué hicimos la independencia si no era para no tener que decirle «Majestad» a un zángano cobarde cazador de osos indefensos, pero muy bueno para fornicar con las mujeres del prójimo?), en sus discursos ni nos menciona (…) E invoca en sus discursos el nombre de Dios. «¡Que Dios los bendiga!» termina diciéndonos como si fuera cura o Pastranita (…) ¡Ay, Majestad! Hablá como un hombre, marica.“
„«Majestad», le decía [Álvaro Uribe Vélez] al cobardón español en Cartagena con la aquiescencia de García Márquez, primer lambeculos de tiranos y granujas con poder que hoy tiene América.“
„¡Oh encanto de la gorda pierna de robustez elefantina que en grasa se desborda! ¡Oh majestad divina del muslo rebozado en gelatina!… Vivan las adiposas adoratrices del esfuerzo nulo, que dejan las odiosas fatigas para el mulo y comen todo lo que agranda el culo. —del Himno a la celulitis, de Enrique Serna“
„El golpe militar no surgió de la nada; las fuerzas que apoyaron a la dictadura estaban allí, pero no las habíamos percibido.Algunos defectos de los chilenos que antes estaban bajo la superficie emergieron en gloria y majestad durante ese período.No es posible que de la noche a la mañana se organizara la represión en tan vasta escala sin que la tendencia totalitaria existiera en un sector de la sociedad; por lo visto no éramos tan democráticos como creíamos. Por su parte el gobierno de Salvador Allende no era inocente como me gusta imaginarlo; hubo ineptitud, corrupción, soberbia. En la vida real héroesy villanos suelen confundirse, pero puedo asegurar que en los gobiernos democráticos, incluyendo el de la UnidadPopular, no hubo jamás la crueldad que la nación ha sufrido cada vez que intervienen los militares.“
„Entre la majestad y un hombre oscuro, no hay otra diferencia que la pompa visible.“
„ALEXASLo último que hizo, Majestad, fue dar un beso, el último de miles, a esta perla oriental. Sus palabras se clavaron en mi pecho.CLEOPATRA Y de ahí mi oído ha de arrancarlas.ALEXAS«Buen amigo —dice—, haz saber que el fiel romano envía a la gran egipcia el tesoro de una ostra y que, además, por compensar tan vil regalo, rodearé su rico trono de otros reinos. Todo el Oriente —díselo— la llamará señora». Saludó y con dignidad montó un airoso corcel, que relinchó con tal brío que silenció brutalmente mi respuesta.“