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„La memoria es una maldición -pensó-, pero también es el mayor de los dones. Porque si pierdes la memoria lo pierdes todo.“
„No era feliz, no lo había sido nunca. ¿De dónde venía, pues, aquella insuficiencia, de la vida, aquella instantánea podredumbre de las cosas en que se apoyaba? […]. Cada sonrisa disimulaba un bostezo de aburrimiento, cada alegría una maldición, cada placer su propio asco, y los mejores besos no dejaban sobre los labios más que un delirio irrealizable de una voluptuosidad más alta.“
„La primera vez que toqué sobrio fue porque se me olvido beber… «maldición» pensé… «estoy tocando mejor.“
„La maldición fortifica; la bendición relaja.“
„Así como la oruga elige las hojas más hermosas para poner sus huevos, el sacerdote deposita su maldición sobre los mejores goces.“
„Hay brujas que escriben sus conjuros con runas, códigos secretos de símbolos. De acuerdo con Mona, hay brujas que escriben al revés para que el conjuro solamente pueda leerse usando un espejo. Escriben conjuros en espiral, empezando en el centro de la página y trazando una curva hacia el exterior. Algunas escriben como en las tablillas de maldiciones de la antigua Grecia, con una línea de izquierda a derecha, la siguiente de derecha a izquierda y la siguiente de izquierda a derecha. A esto lo llaman forma de boustrophedon porque imita el recorrido de un lado para otro de un buey uncido. Para imitar a una serpiente, dice Mona, algunas escriben cada línea en una dirección distinta.La única norma es que el conjuro tiene que ser enrevesado. Cuanto más oculto y más enrevesado, más poderoso es el conjuro. Para las brujas, los mismos enredos son mágicos. Dibujan o esculpen al dios mago Hefesto con las piernas retorcidas.Cuanto más enrevesado el conjuro, más va a retorcer y perjudicar a la víctima. Más la confundirá. Ocupará su atención. Se tambalearán. Perderán el equilibrio. No podrán concentrarse.Igual que el Gran Hermano con todas sus canciones y bailes.“
„Y regresé a la maldición del cajón sin su ropa, a la perdición de los bares de copas, a la Magdalena de saldo y esquina.“
„Y regresé a la maldición del cajón sin su ropa, a la perdición de los bares de copas, a las cenicientas de saldo y esquina, y, por esas ventas del fino Laina, pagando las cuentas de gente sin alma que pierde la calma con la cocaína“
„Los poetas han intentado describir Ankh-Morpork. Y no lo han logrado. Quizá se deba a la inanimada vitalidad del lugar, o quizá sea sencillamente que una ciudad con u millón de habitantes y ni una sola cloaca resulta más bien fuerte para los poetas, que prefieren los narcisos, y con razón. De modo que digamos nada más que Ankh-Morpork está tan llena de vida como un queso pasado en un día caluroso, que resultaba tan llamativa como una maldición en una catedral, tan brillante como una capa de aceite, tan colorida como un cardenal y tan llena de actividad, industria, bullicio y de exuberante concurrencia como un perro muerto tendido sobre un nido de termitas.“
„Hay una vieja maldición, dice: Ojalá vivas tiempos interesantes.“
„No sé si la modernidad es una bendición, una maldición o las dos cosas. Sé que es un destino: si México quiere ser tendrá que ser moderno.“
„La maldición del vientre de las pobres: la fecundidad.“
„Dumbledore vencería sin duda― decía el primero―. Tiene esa pasada de la Maldición Asesina.―Pero Dumbledore no es real ―indico el segundo licántropo con agudeza.―No creo que Magnus Bane sea real tampoco―se mofó el primero―. ¿Lo has visto alguna vez?“
„¿Qué hombre ha puesto sobre tus senos una mano que fuera la mía? ¿Qué beso te han dado que fuera como el mío? En aquellas tardes cálidas, cuando soñabas tanto, que soñabas que soñabas, ¿acaso no viste pasar, en lo más profundo de tus sueños, una figura velada y rápida, la que te daría toda la felicidad, la que te besaría indefinidamente? Era yo.Soy yo. Soy aquél al que siempre has buscado y nunca podrás encontrar. Tal vez, en el fondo inmenso del abismo, el propio Dios me busque para que yo lo complete, pero la maldición del Dios Más Viejo (el Saturno de Jehová) pende sobre él y sobre mí, nos separa, cuando nos debería unir para que la vida y lo que deseamos de ella fueran una sola cosa.“
„En uno de sus poemas –Contribución a la estadística- Wislawa Szymborska enumera cuántas de cada cien personas son las dispuestas a admirar sin envidia –dieciocho-, las capaces de ser felices –como mucho, ventitantas-, las que de la vida no quieren más que cosas –cuarenta, aunque quisiera equivocarse-, las inofensivas de una en una pero salvajes en grupo –más de la mitad seguro-, las dignas de compasión –noventa y nueve- y acaba: “Las mortales: cien de cien. Cifra que por ahora no sufre ningún cambio”. Y sigue sin cambiar porque ayer la propia autora del poema acaba de confirmar la estadística con su fallecimiento.En otros muchos aspectos, por el contrario, fue la excepción que desafía lo probable y rutinario. Su poesía es reflexiva sin engolamiento ni altisonancia, de forma ligera y fondo grave, directa al sentimiento pero sin chantaje emocional. Breve y precisa, escapa a ese adjetivo alarmante que tanto satisface a los partidarios de que importe el tamaño: torrencial. Sobre todo nos hace a menudo sonreír, sin incurrir en caricaturas ni ceder a la simpleza satírica. Lo más trágico de la poesía contemporánea no es lo atroz de la vida que deplora o celebra, sino la falta de sentido del humor de los poetas. Se les nota especialmente a los que quieren ser festivos y son sólo grotescos o lúgubres (aunque los entierros también son fiestas, claro y más precisamente fiestas de guardar).De esta frecuente maldición escapa, risueña y agónica, Szymborska: ¿cómo podría uno renunciar a ella? Hija –y luego, con los años, algo así como hada madrina poética- de un país europeo que apuró el siglo XX hasta las heces y padeció dos totalitarismos sucesivos, en su caso la duradera atrocidad jugó a favor de su carácter: le dio modestia, le dio recato, le dio perspicacia y le permitió distinguir entre lo que cuenta y lo que nos cuentan. Carece de retórica enfática pero eso no disminuye su expresividad, sino que la hace más intensa por inesperada. Cuando comenzamos a leer uno de sus diáfanos poemas nos ponemos a favor del viento, para recibir la emoción de cara, pero nos llega por la tangente y no para derribarnos sino para mantenernos en pié. Confirma nuestros temores sin pretender desalentarnos: sabe por experiencia que todo puede ser política pero también nos hace experimentar que la política no lo es todo. Se mantiene fiel, aunque con ironía y hasta con sarcasmo, a la pretendida salvación por la palabra y sin embargo nunca pretende decir la última palabra: porque en ese definitivo miramiento estriba lo que nos salva.Nadie ha sabido conmemorar con menos romanticismo y con mayor eficacia el primer amor, cuya lección inolvidable se debe a no ser ya recordado…y por tanto acostumbrarnos a la muerte. Se dedicó a las palabras con delicadeza lúdica, jugando con ellas y contra ellas pero sin complacerse en hacerlas rechinar. Como todo buen poeta, fue especialmente consciente de su extrañeza y hasta detalló las tres más raras de todas, las que se niegan a sí mismas al afirmar: “Cuando pronuncio la palabra Futuro, la primera sílaba pertenece ya al pasado. / Cuando pronuncio la palabra Silencio, lo destruyo. / Cuando pronuncio la palabra Nada, creo algo que no cabe en ninguna no-existencia”.“
„¡Maldición, maldición, maldición!. Lo que daría por tenerte aquí.“
„ero lamento que casi todas las novelas que alguna vez se han escrito sean demasiado obedientes a la regla de la unidad de la acción. Quiero decir con eso que su base es una única cadena de actos y acontecimientos unidos por una relación causal. Esas novelas se parecen a una calle estrecha por la que alguien hace correr a latigazos a los personajes. La tensión dramática es la, verdadera maldición de la novela, porque lo convierte todo, incluidas las páginas más hermosas, incluidas las escenas y las observaciones más sorprendentes, en meros escalones que conducen al desenlace final, en el que está concentrado el sentido de todo lo que antecedía. La novela se consume en el fuego de su propia tensión como un fardo de paja.—Al oírte —dijo con cautela el profesor Avenarius—, me temo que tu novela sea aburrida.“
„Aquella tarde de brumas y llovizna, Clara Barceló me robó el corazón, la respiración y el sueño. Al amparo de la luz embrujada del Ateneo, sus manos escribieron en mi piel una maldición que habría de perseguirme durante anhos“
„A todo ser humano le fue otorgada una virtud: la capacidad de elegir. Quien no utiliza esa virtud la transforma en una maldición, y otros elegirán por él.“
„Ahora lo importante es que entiendas que aquella mujer ya estaba acostumbrada a la Maldición. La había aceptado como algo normal, y la mezquindad del mundo le parecía algo bueno. Aprendió a satisfacerse con muy poco.“
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