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Relacionado con: mariposo
„Me gustas cuando callas porque estás como ausente,y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.Parece que los ojos se te hubieran voladoy parece que un beso te cerrara la boca..Como todas las cosas están llenas de mi almaemerges de las cosas, llena del alma mía.Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,y te pareces a la palabra melancolía..Me gustas cuando callas y estás como distante.Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:Déjame que me calle con el silencio tuyo..Déjame que te hable también con tu silencioclaro como una lámpara, simple como un anillo.Eres como la noche, callada y constelada.Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo..Me gustas cuando callas porque estás como ausente.Distante y dolorosa como si hubieras muerto.Una palabra entonces, una sonrisa bastan.Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.“
„Me gustas cuando callas porque estas como austente y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. Parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te cerrara la boca. Como todas las cosas estan llenas de mi alma emerges de las cosas, llena del alma mia. Mariposa de sueno, te pareces a mi alma, y te pareces a la palabra melancolia.“
„La mariposa recordará por siempre que fue gusano“
„Qué maneras tan curiosas de recordar tiene uno… qué maneras tan curiosas… Hoy recuerdo mariposas que ayer sólo fueron humo, mariposas, mariposas que emergieron de lo oscuro. Bailarinas, silenciosas…“
„Ella se demoró apenas el tiempo necesario para decir el nombre. Lo buscó en las tinieblas, lo encontró a primera vista entre los tantos y tantos nombres confundibles de este mundo y del otro, y lo dejó clavado en la pared con su dardo certero, como a una mariposa sin albedrío cuya sentencia estaba escrita desde siempre.“
„Anda, niña- le dijo temblando de rabia-: dinos quién fue.Ella se demoró apenas el tiempo necesario para decir el nombre. Lo buscó en las tinieblas, lo encontró a primera vista entre los tantos y tantos nombres confundibles de este mundo y del otro, y lo dejó clavado en la pared con su dardo certero, como a una mariposa sin albedrío cuya sentencia estaba escrita para siempre.-Santiago Nasar- le dijo.“
„Me siento morir en ti, atravesado de espaciosque crecen, que me comen igual que mariposashambrientas.Cierro los ojos y estoy tendido en tu memoria,apenas vivo,con los abiertos labios donde remonta el río delolvido.Y tú, con delicadas pinzas de paciencia mearrancaslos dientes, las pestañas, me desnudasel trébol de la voz, la sombra del deseo,vas abriendo en mi nombre ventanas al espacioy agujeros azules en mi pechopor donde los veranos huyen lamentándose.Transparente, aguzado, entretejido de airefloto en la duermevela, y todavíadigo tu nombre y despierto acongojado.Pero te esfuerzas y me olvidas,yo soy apenas la burbujaque te refleja, que destruiráscon sólo un parpadeo.“
„Recorría sin descanso la inmensidad del sur con su pequeño ejército, adentrándose en los bosques húmedos y sombríos, bajo la alta cúpula verde tejida por los árboles más nobles y coronada por la soberbia araucaria, que se perfilaba contra el cielo con su dura geometría. Las patas de los caballos pisaban un colchón fragante de humus, mientras los jinetes se abrían camino con las espadas en la espesura, a ratos impenetrable, de los helechos. Cruzaban arroyos de aguas frías, donde los pájaros solían quedar congelados en las orillas, las mismas aguas donde las madres mapuche sumergían a los recién nacidos. Los lagos eran prístinos espejos del azul intenso del cielo, tan quietos, podían contarse las piedrecillas en el fondo. Las arañas tejían sus encajes, perlados de rocío, entre las ramas de robles, arrayanes y avellanos. Las aves del bosque cantaban reunidas, diuca, chincol, jilguero, torcaza, tordo, zorzal, y hasta el pájaro carpintero, marcando el ritmo con su infatigable tac-tac-tac. Al paso de los caballeros se levantaban nubes de mariposas y los venados, curiosos, se acercaban a saludar. La luz se filtraba entre las hojas y dibujaba sombras en el paisaje; la niebla subía del suelo tibio y envolvía el mundo en un hálito de misterio. Lluvia y más lluvia, ríos, lagos, cascadas de aguas blancas y espumosas, un universo líquido. Y al fondo, siempre, las montañas nevadas, los volcanes humeantes, las nubes viajeras. En otoño el paisaje era de oro y sangre, enjoyado, magnífico. A Pedro de Valdivia se le escapaba el alma y se le quedaba enredada entre los esbeltos troncos vestidos de musgo, fino terciopelo. El Jardín del Edén, la tierra prometida, el paraíso. Mudo, mojado de lágrimas, el conquistador conquistado iba descubriendo el lugar donde acaba la tierra, Chile.“
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