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„Escuche… escuche… Violoncello… medalla…¿ehh?“
„No entiendo por qué la prostitución es ilegal. Vender es legal. Tirar es legal. ¿Porqué vender sexo es ilegal entonces? Saben, ¿por qué debe ser ilegal vender algo que es perfectamente legal de todas formas? ¡No puedo seguir del todo la lógica del asunto! De todas las cosas que puedes hacer, darle a alguien un orgasmo es difícilmente la peor cosa del mundo. ¡En el ejercito te dan una medalla por rociarle napalm a la gente! ¡En la vida civil te vas a la cárcel por darle a alguien un orgasmo!“
„Pídele cuentas a la pura verdadque no se pringa, que no tiene piedad;yo sólo me colguémedallas que no gané.“
„Nos ha caído encima un maldito héroe. No saben pensar, no saben luchar y los muy cabrones no sirven para nada que no sean los famosos actos de resistencia desesperada y que le manden una medalla a su madre.“
„E ese é o derradeiro xuramento que hei poder dicir», pensou, » en canto poña pé en solo inglés. E nunca lle hei poder partir a cabeza a un home, nin dicirlle que minte coa boca pequena, nin sacar a espada e espetarlla no corpo, nin sentar cos meus iguais, levar unha coroa, saír en procesión ou sentenciar un home a morte, nin dirixir un exército, nin exhibirme en Whitehall a cabalo dun corcel de guerra, ou levar setenta e dúas medallas distintas no peito. O único que hei poder facer, en canto poña pé en solo inglés, é servir o té e preguntarlle aos meus señores como o prefiren. Quérelle azucre? Quérelle crema?“
„Cuando la Maga preguntaba por cuestiones como la filosofía Zen (eran cosas que podían ocurrir en el club, donde se hablaba siempre de nostalgias, de sapiencias tan lejanas como para que se las creyera fundamentales, de anversos de medallas, del otro lado de la luna siempre), Gregorovius se esforzaba por explicarle los rudimentos de la metafísica mientras Oliveira sorbía su pernod y los miraba gozándolos. Era insensato querer explicarle algo a la Maga. Fauconnier tenía razón, para gentes como ella el misterio empezaba precisamente con la explicación. La Maga oía hablar de inmanencia y trascendencia y abría unos ojos preciosos que le cortaban la metafísica a Gregorovius. Al final llegaba a convencerse de que había comprendido el Zen, y suspiraba fatigada. Solamente Oliveira se daba cuenta de que la Maga se asomaba a cada rato a esas grandes terrazas sin tiempo que todos ellos buscaban dialécticamente.“