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medianoche
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„Por eso deambulo por nuestra casa a medianoche; por eso la colección sigue intacta; por eso nunca he vendido ni un solo cuadro. ¿Cómo podría hacerlo? Entre los aceites y pigmentos habitan mis recuerdos de Ruth; en cada cuadro evoco un capítulo de nuestra vida. Para mí no existe nada más preciado. Son todo lo que me queda de la esposa a la que amé más que a la vida misma, y continuaré admirando esas obras y recordándola hasta que ya no pueda hacerlo.“
„Cuando nos morimos, esas son las historias que siguen en nuestro labios. Las historias que solamente les contamos a desconocidos, en algún lugar íntimo de la celda acolchada de la medianoche. Esas historias importantes que nos pasamos años ensayando mentalmente pero que nunca contamos. Esas historias son fantasmas, que traen a la gente de vuelta de entre los muertos. Solamente un momento. De visita. Cada historia es un fantasma.“
„Ursúa y Castellanos hablaron hasta que la noche azul llena de estrellas cubrió las tierras bajas de la sierra. Todavía a medianoche, cuando en el campamento buena parte de los soldados dormían y sólo los guardias vigilaban en los pasos altos, seguía junto a la fogata el rumor inacabable de ese diálogo, como de dos náufragos que acabaran de llegar otra vez al mundo, porque no hay gran amistad que no comience por un largo intercambio de historias.“
„pregunté al portero si estaban permitidas las visitas de amigas de medianoche, y él me dio su respuesta sabia: —Está prohibido, señor, pero yo no veo lo que no debo.“
„No le dijo a nadie que se iba, no se despidió de nadie, con el hermetismo férreo con que sólo le reveló a la madre el secreto de su pasión reprimida, pero a la víspera del viaje cometió a conciencia una locura última del corazón que bien pudo costarle la vida. Se puso a la medianoche su traje de domingo, y tocó a solas bajo el balcón de Fermina Daza el valse de amor que había compuesto para ella, que sólo ellos dos conocían y que fue durante tres años el emblema de su complicidad contrariada. Lo tocó murmurando la letra, con el violín bañado en lágrimas, y con una inspiración tan intensa que a los primeros compases empezaron a ladrar los perros de la calle, y luego los de la ciudad, pero después se fueron callando poco a poco por el hechizo de la música, y el valse terminó con un silencio sobrenatural. El balcón no se abrió, ni nadie se asomó a la calle, ni siquiera el sereno que casi siempre acudía con su candil tratando de medrar con las migajas de las serenatas. El acto fue un conjuro de alivio para Florentino Ariza, pues cuando guardó el violín en el estuche y se alejó por las calles muertas sin mirar hacia atrás, no sentía ya que se iba la mañana siguiente, sino que se había ido desde hacía muchos años con la disposición irrevocable de no volver jamás..“
„La muerte podía estar en una bolsa de cacahuetes, en un trozo de carne que se te atravesara, en el siguiente paquete de cigarrillos. Siempre te andaba rondando, de guardia en todas las estaciones de control entre lo mortal y lo eterno. Agujas infectadas, insectos venenosos, cables mal aislados, incendios forestales. Patines que lanzaban a intrépidos chiquillos a cruces muy transitados. Cada vez que te metes en la bañera para darte una ducha, Oz te acompaña: ducha para dos.Cada vez que subes a un avión, Oz lleva tu misma tarjeta de embarque. Está en el agua que bebes y en la comida que comes. «¿Quién anda ahí?», gritas en la oscuridad cuando estás solo y asustado, y es él quien te responde: Tranquilo, soy yo. Eh, ¿cómo va eso? Tienes un cáncer en el vientre, qué lata, chico, sí que lo siento. ¡Cólera! ¡Septicemia! ¡Leucemia! ¡Arteriosclerosis! ¡Trombosis coronaria! ¡Encefalitis! ¡Osteomielitis! ¡Ajajá, vamos allá!Un chorizo en un portal, con una navaja en la mano. Una llamada telefónica a medianoche. Sangre que hierve con ácido de la batería en una rampa de salida de una autopista de Carolina del Norte. Puñados de píldoras: anda, traga. Ese tono azulado de las uñas que sigue a la muerte por asfixia; en su último esfuerzo por aferrarse a la vida, el cerebro absorbe todo el oxígeno que queda en el cuerpo, incluso el de las células vivas que están debajo de las uñas.Hola, chicos, me llamo Oz el Ggande y Teggible, pero podéis llamarme Oz a secas. Al fin y al cabo, somos viejos amigos. Pasaba por aquí y he entrado un momento para traerte este pequeño infarto, este derrame cerebral, etcétera; lo siento, no puedo quedarme, tengo un parto con hemorragia y, luego, inhalación de humo tóxico en Omaha.Y la vocecita sigue gritando: «¡Te quiero, Tigger, te quiero! ¡Creo en ti, Tigger! ¡Siempre te querré y creeré en ti, y seguiré siendo niña, y el único Oz que habitará en mi corazón será ese simpático impostor de Nebraska! Te quiero…».Vamos patrullando, mi hijo y yo…, porque lo que importa no es el sexo ni la guerra, sino la noble y terrible batalla sin esperanza contra Oz, el Ggande y Teggible.“
„Te conseguí la luz del Sol a medianoche, el número después del infinito, instalé la Osa Mayor en tu diadema, y tú seguías ahí como si nada“