„«Ahora me doy cuenta de que el verdadero encanto de la vida intelectual —la vida consagrada a la erudición, a las investigaciones científicas, a la filosofía, a la estética, a la crítica— es su facilidad. Es la sustitución de las complejidades de la realidad por simples esquemas intelectuales, o de los desconcertantes movimientos de la vida por la muerte formal y tranquila. Es incomparablemente más fácil saber muchas cosas, por ejemplo, acerca de la historia del arte y tener ideas profundas acerca de la metafísica y de la sociología, que saber intuitiva y personalmente algo acerca de nuestros semejantes, y llevar relaciones satisfactorias con nuestros amigos y nuestras amantes, nuestra mujer y nuestros hijos. Vivir es mucho más difícil que el sánscrito, la química o la economía política. La vida intelectual es un juego de niños; lo cual explica el que los intelectuales tiendan a convertirse en niños, y luego en imbéciles, y finalmente, como claramente de muestra la historia política e industrial de los últimos siglos, en lunáticos homicidas y bestias salvajes. Las funciones reprimidas no mueren; se deterioran, degeneran, retrogradan al estado primitivo. Pero, entretanto, es mucho más fácil ser un niño intelectual, o un lunático, o una bestia, que un hombre adulto y armonioso. He ahí por qué, entre otras razones, existe tanta demanda de educación superior. Las gentes se abalanzan hacia los libros y las universidades como hacia los cafés. Quieren ahogar su conciencia de las dificultades que presenta el vivir adecuadamente en este grotesco mundo contemporáneo: quieren olvidar su deplorable insuficiencia en el arte de la vida. Algunos ahogan sus penas en alcohol, mientras que otros, todavía más numerosos, las ahogan en los libros y en el diletantismo artístico; algunos tratan de olvidarse a sí mismos por medio de la fornicación, el baile, el cinematógrafo, la radiotelefonía; otros, por medio de conferencias y ocupaciones científicas. Los libros y las conferencias son mejores para ahogar las penas que la bebida y la fornicación: no dejan dolor de cabeza, ni aquella desesperante sensación del post coitum triste.»“
„Napoleón nos hizo polvo. En España había un movimiento al que se llamaba «afrancesado» y que reunía a gente como Moratín y Goya, culta, con ideas renovadoras, y la invasión provocó su aplastamiento. Hay que decirlo: buena parte de la culpa la tuvimos los españoles, porque no se trata sólo de que llegara un rey malo que arrasó las libertades alcanzadas en la Constitución de 1812; sino de que los españoles también las tiramos por la ventana. Éste era un país tan miserable, tan cobarde, tan inculto, que cuando recibió una constitución avanzadísima, concebida en el papel por gente de bien y que le daba libertad, en vez de levantarse en su apoyo, se une al carro del despotismo y secunda a Fernando VII en la persecución del espíritu liberal. […] Hay una excusa y es que la gente era analfabeta. Nadie le había enseñado a pensar, estaba en manos de curas fanáticos, de reyes incapaces y de ministros corruptos. Igual se apuñalaba franceses que liberales y luego ibas a misa y te absolvían. Pero ya no es así, la educación es universal y gratuita, existe internet, hay libros de bolsillo, el que quiera puede acceder a la cultura. Hoy es inculto el que quiere. El campesino que pegaba fuego a la iglesia de su pueblo y mataba al cacique en el año 36 quizá tenía una explicación histórica. Ya no; el que hace caso omiso al progreso y la solidaridad es por cobardía, por apoltronamiento y por bajeza moral. Cuando gritamos «¡Vivan las cadenas!» es porque queremos tenerlas. En España nos sigue dando miedo la libertad responsable, aunque la otra nos encanta… Poder mearnos en la esquina nos pone.“