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Relacionado con: muerte
„Estar alerta, he ahí la vida; yacer en la tranquilidad, he ahí la muerte.“
„El hombre inicia el signo de la cruz, y no bien desciende su mano en un amén más lento, los fusiles, alineados a diez pasos de su pecho, vomitan la muerte.“
„Y, además, ¿para qué luchar con este hecho brutal de la muerte amenazadora, inmediata, inevitable? Puesto que tiene que llegar, se trata solamente de hacer el equipaje bien para presentarse con todo en orden cuando le corresponda hacer su entrada en el más allá inevitable.“
„Quiero que todos los amantes muertos oigan nuestras risas y se entristezcan. Quiero que un soplo de nuestra pasión remueva su polvo, despierte sus cenizas y los haga sufrir.“
„Mi papel tapiz y yo estamos luchando un duelo a muerte. Uno u otro de nosotros tiene que irse.“
„La muerte es la cosa, la única, que me aterra siempre. La odio. Hoy se puede sobrevivir a todo menos a ella.“
„No le tengo miedo a la muerte. Es su forma de llegar lo que me aterroriza. Sus“
„Las religiones mueren cuando se prueba que son ciertas. La ciencia es el registro de las religiones muertas.“
„Sólo los dioses experimentan la muerte. Apolo ha muerto, pero Jacinto aún vive. Nerón y Narciso estarán siempre con nosotros.“
„Todos los hombres matan lo que aman. Unos matan su amor cuando son jóvenes y otros cuando son viejos; unos lo ahogan con manos de lujuria, otros con manos de oro… Unos aman muy poco, otros demasiado, algunos venden y otros compran; unos dan muerte con muchas lágrimas y otros sin un suspiro; pero aunque todos los hombres matan lo que aman, no todos deben morir por ello.“
„Para él, el hombre era un ser dotado de innumerables vidas y sensaciones, una criatura compleja y multiforme que albergaba curiosas herencias de pensamientos y pasiones, y cuya carne misma estaba infectada por las monstruosas dolencias de los muertos“
„El misterio del amor es mayor que el misterio de la muerte.“
„Son muy pocos aquellos de entre nosotros que no se han despertado a veces antes del alba, o después de una de esas noches sin sueños que casi nos hacen amar la muerte, o de una de esas noches de horror y de alegría monstruosa, cuando se agitan en las cámaras del cerebro fantasmas más terribles que la misma realidad, rebosantes de esa vida intensa, inseparable de todo lo grotesco, que da al arte gótico su imperecedera vitalidad, puesto que ese arte bien parece pertenecer sobre todo a los espíritus atormentados por la enfermedad del ensueño. Poco a poco, dedos exangües surgen de detrás de las cortinas y parecen temblar. Adoptando fantásticas formas oscuras, sombras silenciosas se apoderan, reptando, de los rincones de la habitación para agazaparse allí. Fuera, se oye el agitarse de pájaros entre las hojas, o los ruidos que hacen los hombres al dirigirse al trabajo, o los suspiros y sollozos del viento que desciende de las montañas y vaga alrededor de la casa silenciosa, como si temiera despertar a los que duermen, aunque está obligado a sacar a toda costa al sueño de su cueva de color morado. Uno tras otro se alzan los velos de delicada gasa negra, las cosas recuperan poco a poco forma y color y vemos cómo la aurora vuelve a dar al mundo su prístino aspecto. Los lívidos espejos recuperan su imitación de la vida. Las velas apagadas siguen estando donde las dejamos, y a su lado descansa el libro a medio abrir que nos proponíamos estudiar, o la flor preparada que hemos lucido en el baile, o la carta que no nos hemos atrevido a leer o que hemos leído demasiadas veces. Nada nos parece que haya cambiado. De las sombras irreales de la noche renace la vida real que conocíamos. Hemos de continuar allí donde nos habíamos visto interrumpidos, y en ese momento nos domina una terrible sensación, la de la necesidad de continuar, enérgicamente, el mismo ciclo agotador de costumbres estereotipadas, o quizá, a veces, el loco deseo de que nuestras pupilas se abran una mañana a un mundo remodelado durante la noche para agradarnos, un mundo en el que las cosas poseerían formas y colores recién inventados, y serían distintas, o esconderían otros secretos, un mundo en el que el pasado tendría muy poco o ningún valor, o sobreviviría, en cualquier caso, sin forma consciente de obligación o de remordimiento, dado que incluso el recuerdo de una alegría tiene su amargura, y la memoria de un placer, su dolor.“
„El único amor consecuente, fiel, comprensivo, que todo lo perdona, que nunca nos defrauda, y que nos acompaña hasta la muerte es el amor propio.“
„Muchos perros hacen la muerte de un ciervo“
„He estado solo durante mucho tiempo. Solo desearía saber si estaba en tu mente. Corriendo sin tiempo. Solo desearía poder saber si estabas a mi lado. El día de mi muerte, ¿llorarías?“
„La muerte será un adorno que pondré al legado de mi vida.“
„Los muertos a tus pies son tu propio altar.“
„Cuando abandones tu sueños, sabrás que has muerto y los gusanos siempre están hambrientos“
„Desde el principio estuvimos unidos en la frontera entre la vida y la muerte.“
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