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Relacionado con: ojos
„La vida se les caía encima y ellos miraban todo con ojos de no entender por qué.“
„Grítame con los ojos que veré algo nuevo.. que tras el abismo al que me arrojo, están tus brazos abiertos.“
„«Grítame con los ojos que se van a humedecer de felicidad.“
„En un cuerpo nacido, años antes, empezaba a aposentarse la vida de nuevo; todas las cosas aparecían por primera vez ante mis ojos asombrados; el amor me colmaba el pecho, un amor vasto y tranquilo, para las piedras y los animales, para las plantas y los hombres, para la tierra y para el agua… Un amor… Un amor que no se siente a menudo y que lava el alma, la purifica, la eleva.“
„El cuento debe ser presentado al lector como un fruto de numerosas cáscaras que van siendo desprendidas a los ojos de un niño goloso.“
„Cierro los bares, se me abre la imaginación, cierro los ojos y el recuerdo me mata, vuelvo a la vida si te abres bien de patas.“
„Tus ojos son dos luceros, tu pelo negro azabache;yo estoy metido contigo como un camión un bache.“
„Ya no bastan -pensaba- los huesos y la carne para construir el rostro, y es por eso que es infinitamente menos físico que el cuerpo: está calificado por la mirada, por el rictus de la boca, por las arrugas, por todo ese conjunto de sutiles atributos con que el alma se revela a través de la carne (…) ya que el alma no puede manifestarse a nuestros ojos materiales sino por medio de la materia, y eso es una precariedad del alma pero también una curiosa sutileza.“
„Al mismo tiempo, y aun prescindiendo por completo del esclavizamiento general que entraña el sistema del trabajo asalariado, la clase obrera no debe exagerar a sus propios ojos el resultado final de estas luchas diarias. No debe olvidar que lucha contra los efectos, pero no contra las causas de estos efectos; que lo que hace es contener el movimiento descendente, pero no cambiar su dirección; que aplica paliativos, pero no cura la enfermedad. No debe, por tanto, entregarse por entero a esta inevitable lucha guerrillera, continuamente provocada por los abusos incesantes del capital o por las fluctuaciones del mercado. Debe comprender que el sistema actual, aun con todas las miserias que vuelca sobre ella, engendra simultáneamente las condiciones materiales y las formas sociales necesarias para la reconstrucción económica de la sociedad. En vez del lema conservador de «¡Un salario justo por una jornada de trabajo justa!», deberá inscribir en su bandera esta consigna revolucionaria: «¡Abolición del sistema del trabajo asalariado!“
„Tú serás lo que quieras: agua pura, agua sucia. Te reconocerás en el fondo de mis ojos como tú te deseas.“
„¡Qué tonto eres! Naturalmente, no he necesitado verte, si eso es lo que quieres decir. Ya sabes que no tienes nada regocijante para los ojos. Necesito que existas y que no cambies. Eres como ese metro de platino que se conserva en alguna parte, en París o en los alrededores. No creo que nadie haya tenido deseos de verlo.“
„Me gustaría tanto abandonarme, olvidarme, dormir. Pero no puedo, me sofoco: la existencia me penetra por todas partes, por los ojos, por la nariz, por la boca…Y de golpe, de un sólo golpe, el velo se desgarra, he comprendido, he visto.“
„No nos miramos de verdad. No nos tocamos de verdad, apenas nos dijimos nada. Sus ojos demasiado grandes en la piel de porcelana, y esa manera extraña de pedir perdón por sonreír. Sus labios, que revoloteaban como un copo de nieve perdido en una playa estival, y yo, que trataba de cazarlo con mi nevera demasiado grande. Un cataclismo disfrazado de beso en miniatura. Más poderoso que un ejército de rayos. El beso más pequeño nunca visto. Impacto de luz y luego nada.“
„Tus ojos son demasiado grandes; cuando ríes, a través de ellos se ve tu corazón.“
„Cierro los ojos para verte mejor.“
„A veces nos derrumbamos hasta tal punto que la idea de la felicidad nos asusta. Los ojos del corazón se acostumbran a la oscuridad e incluso la luz más suave se vuelve cegadora.“
„Ojos que no ven, corazón que siente felicidad“
„Pero se podría, tal vez, profundizar algo más el tema de la composición de novelas y el efecto del sexo sobre el novelista. Si uno cierra los ojos y piensa en la novela como un todo, parece una creación que repite la vida como un espejo, aunque por cierto, con simplificaciones y deformaciones innumerables. De cualquier modo, es una estructura que deja una forma en la mente, edificada a veces en cuadros, a veces como una pagoda, a veces proyectando alas y arcadas, a veces macizamente compacta y abovedada como la Catedral de Santa Sofía en Constantinopla. Esa forma, pensé, recordando ciertas novelas famosas, despierta en uno la clase de emoción apropiada. Pero esa emoción enseguida se mezcla con otras, porque la «forma» no está hecha por la relación de una piedra con otra piedra, sino por la relación de un ser humano con otro ser humano. Por eso una novela despierta en nosotros toda clase de emociones opuestas y antagónicas. La vida entra en conflicto con algo que no es la vida. De ahí la dificultad de llegar a un acuerdo sobre las novelas, y el dominio inmenso que tienen sobre nosotros nuestros prejuicios íntimos“
„En los ojos de la gente, en el vaivén, el caminar y la caminata; en el estruendo y el tumulto; en los coches, automóviles, omnibuses, camiones, hombres-anuncio que van y vienen de un lado a otro; en las bandas de música; organillos; en el triunfo, y en el tintineo y en el extraño canto de algún aeroplano que pasaba volando estaba lo que ella amaba: la vida; Londres; este momento de junio.“
„Pero vamos a comer primero -dijo. Y así, con batiente de puertas, empezó un exquisito vaivén silencioso de doncellas con delantales y cofias blancas, doncellas no por necesidad sino porque forman parte del misterio o mejor del gran engaño que las damas de Mayfair practican de una y media a dos cuando, con un gesto de la mano, cesa el tráfico y surge en su lugar esta profunda mentira, la comida en primer lugar, que nadie paga; y luego la mesa que parece cubrirse como por voluntad propia de vidrio y de plata, de manteles individuales, de cuencos de fruta roja, de filetes de rodaballo cubiertos de salsa oscura, de pollos troceados nadando en sus cazuelas; el fuego arde todo color y fiesta y con el vino y el café (que nadie ha pagado) nacen visiones alegres en ojos preocupados; ojos ante los que ahora la vida es musical y misteriosa; ojos encendidos ahora para observar animados los claveles rojos que Lady Bruton (cuyos gestos eran siempre duros) había depositado junto a su plato, de forma que Hugh Whitbread, en paz con el universo entero y al mismo tiempo completamente seguro de su categoría, dejó su tenedor y dijo: -¿No crees que resultarían encantadores sobre tu encaje?“
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