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Relacionado con: puñado
„Cuando aquí se casan, intercambian anillos, pagan arras, reciben puñados de arroz en la cabeza, ignorantes de la simbólica milenaria de sus propios gestos. Buscan el haba en la torta de Epifanía, llevan almendras al bautismo, cubren un abeto de luces y guirnaldas, sin saber qué es el haba, ni la almendra, ni el árbol que enjoyaron. Los hombres de acá ponen su orgullo en conservar tradiciones de origen olvidado, reducidas, la más de las veces, al automatismo de un reflejo colectivo – a recoger objetos de un uso desconocido, cubiertos de inscripciones que dejaron de hablar hace cuarenta siglos.“
„Jamás hubo una guerra justa, jamás hubo una guerra honrosa, por la parte de su instigador. Yo miro en lontananza un millón de años más allá, y esta norma no se alterará ni siquiera en media docena de casos. El puñadito de vociferadores (como siempre) pedirá a gritos la guerra. Al principio (con cautela y precaución) el púlpito pondrá dificultades; la gran masa, enorme y torpona, de la nación se restregará los ojos adormilados y se esforzará por descubrir el por qué tiene que haber guerra y dirá con ansiedad e indignación: -Es una cosa injusta y deshonrosa, y no hay necesidad de que la haya-. Pero el puñado vociferará con mayor fuerza todavía. En el bando contrario, unos pocos hombres bienintencionados argüirán y razonarán contra la guerra valiéndose del discurso y de la pluma, y al principio habrá quien les escuche y les aplauda; pero eso no durará mucho; los otros ahogarán su voz con sus vociferaciones y el auditorio enemigo de la guerra se irá raleando y perdiendo popularidad. Antes que pase mucho tiempo verás este hecho curioso: los oradores serán echados de las tribunas a pedradas, y la libertad de palabra se verá ahogada por unas hordas de hombres furiosos que allá en sus corazones seguirán siendo de la misma opinión que los oradores apedreados (igual que al principio), pero que no se atreven a decirlo. Y, de pronto, la nación entera (los púlpitos y todo) recoge el grito de guerra y vocifera hasta enronquecer, y lanza a las turbas contra cualquier hombre honrado que se atreva a abrir su boca; y finalmente, esa clase de bocas acaba por cerrarse. Acto continuo, los estadistas inventarán mentiras de baja estofa, arrojando la culpa sobre la nación que es agredida, y todo el mundo acogerá con alegría esas falsedades para tranquilizar la conciencia, las estudiará con mucho empeño y se negará a examinar cualquier refutación que se haga de las mismas; de esa manera se irán convenciendo poco a poco de que la guerra es justa y darán gracias a Dios por poder dormir más descansados después de este proceso de grotesco engaño de sí mismos.“
„Gerry se había ido. Ésa era la realidad. No volvería a acariciar la suavidad de su pero, a intercambiar en secreto una broma con él durante una cena de amigos, a lloriquearle al llegar a casa tras una dura jornada en el trabajo porque necesitaba algo tan simple como un abrazo; nunca volvería a compartir la cama con él, ni la despertarían cada mañana sus ataques de estornudos, ni reiría con él hasta dolerle la barriga, nunca volverían a discutir sobre a quién le tocaba levantarse a apagar la luz del dormitorio. Lo único que le quedaba eran un puñado de recuerdos y una imagen de su rostro, que día tras día iba haciéndose más vaga“
„Cuando volví a verlo, cuando iniciamos esta segunda amistad que espero no terminará ya nunca, dejé de pensar en toda forma de ataque. Quedó resuelto que no le hablaría jamás de Inés ni del pasado y que, en silencio, yo mantendría todo aquello viviente dentro de mí. Nada más que esto hago, casi todas las tardes, frente a Roberto y las caras familiares del café. Mi odio se conservará cálido y nuevo mientras pueda seguir viviendo y escuchando a Roberto; nadie sabe de mi venganza, pero la vivo, gozosa y enfurecida, un día y otro. Hablo con él, sonrío, fumo, tomo café. Todo el tiempo pensando en Bob, en su pureza, su fe, en la audacia de sus pasados sueños. Pensando en el Bob que amaba la música, en el Bob que planeaba ennoblecer la vida de los hombres construyendo una ciudad de enceguecedora belleza para cinco millones de habitantes, a lo largo de la costa del río; el Bob que no podía mentir nunca; el Bob que proclamaba la lucha de los jóvenes contra los viejos, el Bob dueño del futuro y del mundo. Pensando minucioso y plácido en todo eso frente al hombre de dedos sucios de tabaco llamado Roberto, que lleva una vida grotesca, trabajando en cualquier hedionda oficina, casado con una mujer a quien nombra “mi señora”; el hombre que se pasa estos largos domingos hundido en el asiento del café, examinando diarios y jugando a las carreras por teléfono.Nadie amó a mujer alguna con la fuerza con que yo amo su ruindad, su definitiva manera de estar hundido en la sucia vida de los hombres. Nadie se arrobó de amor como yo lo hago ante sus fugaces sobresaltos, los proyectos sin convicción que un destruido y lejano Bob le dicta algunas veces y que sólo sirven para que mida con exactitud hasta donde está emporcado para siempre.No sé si nunca en el pasado he dado la bienvenida a Inés con tanta alegría y amor como diariamente le doy la bienvenida a Bob al tenebroso y maloliente mundo de los adultos. Es todavía un recién llegado y de vez en cuando sufre sus crisis de nostalgia. Lo he visto lloroso y borracho, insultándose y jurando el inminente regreso a los días de Bob. Puedo asegurar que entonces mi corazón desborda de amor y se hace sensible y cariñoso como el de una madre. En el fondo sé que no se irá nunca porque no tiene sitio donde ir; pero me hago delicado y paciente y trato de conformarlo. Como ese puñado de tierra natal, o esas fotografías de calles y monumentos, o las canciones que gustan traer consigo los inmigrantes, voy construyendo para él planes, creencias y mañanas distintos que tienen luz y el sabor del país de juventud de donde él llegó hace un tiempo. Y él acepta; protesta siempre para que yo redoble mis promesas, pero termina por decir que sí, acaba por muequear una sonrisa creyendo que algún día habrá de regresar al mundo de las horas de Bob y queda en paz en medio de sus treinta años, moviéndose sin disgusto ni tropiezo entre los cadáveres pavorosos de las antiguas ambiciones, las formas repulsivas de los sueños que se fueron gastando bajo la presión distraída y constante de tantos miles de pies inevitables.“
„Tenía lo que llamaba un pequeño surtido de herramientas:Un libro pintado.Un puñado de lápices.Una cabeza llena de ideas.Como si fueran piezas de un puzzle, empezó a encajarlas.“
„Cuando comprendas-dice Brandy-que lo que estás contando no es más que una historia. Que ya no está pasando. Cuando comprendas que la historia que estás contando no son más que un puñado de palabras, cuando puedas arrugarla y tirar tu pasado a la papelera, entonces decidiremos quién vas a ser a partir de ahora.“
„Tiene a un puñado de gente que no parece nada distinta de usted o de mí, pero cuando se los pone a todos juntos lo que sale es una especie de inmenso maníaco desquiciado con fronteras nacionales y un himno.“
„¿Dejar a la gente deciros lo que vais a hacer? ¿Dejar a la gente que os manejen? ¿Cuánto tiempo pensáis que va a durar esto? ¿Cuánto tiempo más vais a dejar pasar hasta que os sentáis hartados? ¿Por cuánto tiempo más vosotros vais a permitir que ellos os manejen?… A lo mejor amáis que os metan la cara en la mierda… Sois todos un puñado de esclavos. Un puñado de esclavos deja que todos siempre os manejen… ¿Qué vais a hacer al respecto?… Decidme, ¿qué vais a hacer vosotros al respecto?“
„¿Cómo es posible que el gobierno considerara un «gravísimo problema» a un puñado de muchachos y muchachas? Resulta ridículo sobre todo si se sabe que el gobierno cuenta con un aparato de represión poderosísimo y ejerce un control casi absoluto sobre los medios de información ¿Qué peligro, qué «gravísimo peligro» no puede controlar el gobierno actual? Yo creo que el único que no puede controlar es el de su propia conciencia, porque si los miembros del gobierno tuvieran la razón y gobernaran como se debe no le temerían a nada ni necesitarían escudarse en la fuerza ni en la injusticia para sostenerse… Además, gran parte de la población es pasiva, entonces, ¿qué? ¿Qué se traen? Llevan todas las de ganar.*Ernestina Rojo González, de la Facultad de Leyes de la UNAM“
„Un puñado de abejas vale más que un saco de moscas.“
„Antes, el análisis de las premisas de la revolución proletaria solía abordarse desde el punto de vista del estado económico de tal o cual país. Ahora, este modo de abordar el problema ya no basta. Ahora hay que abordarlo desde el punto de vista del estado económico de todos o de la mayoría de los países, desde el punto de vista del estado de la economía mundial, porque los distintos países y las distintas economías nacionales han dejado ya de ser unidades autónomas y se han convertido en eslabones de una misma cadena, que se llama economía mundial; porque el viejo capitalismo «civilizado» se ha transformado en imperialismo, y el imperialismo es un sistema mundial de esclavización financiera y de opresión colonial de la inmensa mayoría de la población del Globo por un puñado de países «adelantados».“
„La muerte podía estar en una bolsa de cacahuetes, en un trozo de carne que se te atravesara, en el siguiente paquete de cigarrillos. Siempre te andaba rondando, de guardia en todas las estaciones de control entre lo mortal y lo eterno. Agujas infectadas, insectos venenosos, cables mal aislados, incendios forestales. Patines que lanzaban a intrépidos chiquillos a cruces muy transitados. Cada vez que te metes en la bañera para darte una ducha, Oz te acompaña: ducha para dos.Cada vez que subes a un avión, Oz lleva tu misma tarjeta de embarque. Está en el agua que bebes y en la comida que comes. «¿Quién anda ahí?», gritas en la oscuridad cuando estás solo y asustado, y es él quien te responde: Tranquilo, soy yo. Eh, ¿cómo va eso? Tienes un cáncer en el vientre, qué lata, chico, sí que lo siento. ¡Cólera! ¡Septicemia! ¡Leucemia! ¡Arteriosclerosis! ¡Trombosis coronaria! ¡Encefalitis! ¡Osteomielitis! ¡Ajajá, vamos allá!Un chorizo en un portal, con una navaja en la mano. Una llamada telefónica a medianoche. Sangre que hierve con ácido de la batería en una rampa de salida de una autopista de Carolina del Norte. Puñados de píldoras: anda, traga. Ese tono azulado de las uñas que sigue a la muerte por asfixia; en su último esfuerzo por aferrarse a la vida, el cerebro absorbe todo el oxígeno que queda en el cuerpo, incluso el de las células vivas que están debajo de las uñas.Hola, chicos, me llamo Oz el Ggande y Teggible, pero podéis llamarme Oz a secas. Al fin y al cabo, somos viejos amigos. Pasaba por aquí y he entrado un momento para traerte este pequeño infarto, este derrame cerebral, etcétera; lo siento, no puedo quedarme, tengo un parto con hemorragia y, luego, inhalación de humo tóxico en Omaha.Y la vocecita sigue gritando: «¡Te quiero, Tigger, te quiero! ¡Creo en ti, Tigger! ¡Siempre te querré y creeré en ti, y seguiré siendo niña, y el único Oz que habitará en mi corazón será ese simpático impostor de Nebraska! Te quiero…».Vamos patrullando, mi hijo y yo…, porque lo que importa no es el sexo ni la guerra, sino la noble y terrible batalla sin esperanza contra Oz, el Ggande y Teggible.“
„La etiqueta es un puñado de normas que la gente utiliza para poder ser grosera en público con los demás.“
„Volvía a ser de noche. En la posada Roca de Guía reinaba el silencio, un silencio triple.El primer silencio era una calma hueca y resonante, constituida por las cosas que faltaban. Si hubiera habido caballos en los establos, estos habrían piafado y mascado y lo habrían hecho pedazos. Si hubiera habido gente en la posada, aunque solo fuera un puñado de huéspedes que pasaran allí la noche, su agitada respiración y sus ronquidos habrían derretido el silencio como una cálida brisa primaveral. Si hubiera habido música… pero no, claro que no había música. De hecho, no había ninguna de esas cosas, y por eso persistía el silencio.En la posada Roca de Guía, un hombre yacía acurrucado en su mullida y aromática cama. Esperaba el sueño con los ojos abiertos en la oscuridad, inmóvil. Eso añadía un pequeño y asustado silencio al otro silencio, hueco y mayor. Componían una especie de aleación, una segunda voz.El tercer silencio no era fácil reconocerlo. Si pasabas una hora escuchando, quizá empezaras a notarlo en las gruesas paredes de piedra de la vacía taberna y en el metal, gris y mate, de la espada que colgaba detrás de la barra. Estaba en la débil luz de la vela que alumbraba una habitación del piso de arriba con sombras danzarinas. Estaba en el desorden de unas hojas arrugadas que se habían quedado encima de un escritorio. Y estaba en las manos del hombre allí sentado, ignorando deliberadamente las hojas que había escrito y que había tirado mucho tiempo atrás.El hombre tenía el pelo rojo como el fuego. Sus ojos eran oscuros y distantes, y se movía con la sutil certeza de quienes saben muchas cosas.La posada Roca de Guía era suya, y también era suyo el tercer silencio. Así debía ser, pues ese era el mayor de los tres silencios, y envolvía a los otros dos. Era profundo y ancho como el final del otoño. Era grande y pesado como una gran roca alisada por la erosión de las aguas de un río. Era un sonido paciente e impasible como el de las flores cortadas; el silencio de un hombre que espera la muerte.“
„Cuando alguien se ha ido durante mucho tiempo, primero guardas todas las cosas que quieres decirles. Intentas mantener un seguimiento de todo en tu cabeza. Pero es como si trataras de aferrarte a un puñado de arena, todos los pequeños trozos se deslizan de tus manos y entonces sólo estás reteniendo polvo y aire. Es por eso que no puedes guardarlo todo así.Porque para cuando se vean el uno al otro, sólo mantendrás las cosas grandes, ya que es demasiado molesto contar las pequeñas cosas. Pero esas pequeñas cosas son las que hacen la vida.“
„Cuando alguien se ha ido durante mucho tiempo, primero guardas todas las cosas que quieres decirles. Intentas mantener un seguimiento de todo en tu cabeza. Pero es como si trataras de aferrarte a un puñado de arena, todos los pequeños trozos se deslizan de tus manos y entonces sólo estás reteniendo polvo y aire. Es por eso que no puedes guardarlo todo así.“