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Relacionado con: queda
„Soporto la vida, pero no creo que nunca más pueda disfrutar en lo que me queda. No tengo un alma alegre ni serena por naturaleza“
„el cuerpo que nos enferma y que acaba por matarnos, ese maldito cuerpo traidor que de repente se queda cojo, y se terminaron para siempre las montañas; o que hace crecer insidiosamente, en el laborioso silencio de las células, un tumor maligno que te va a torturar antes de asesinarte; o que resbala y se rompe tan fácilmente“
„Y también que sigo viviendo sin consuelo y que no sé en qué me convertiré ni cómo soportaré la tarea que me queda.“
„Cásanse algunos con la primera información, de suerte que las demás son concubinas, y como se adelanta siempre la mentira, no queda lugar después para la verdad.“
„Única regla de agradar: coger el apetito picado con el hambre con que quedó.“
„Puse el papel ante Stalin, a quien ya se le había entregado la traducción. Hubo un instante de espera. Después tomó su lápiz azul, escribió con grueso trazo su señal de aprobación y me lo devolvió. Todo quedó arreglado en menos tiempo que dura el escribirlo. Se hizo un largo silencio. El papel rayado en azul permanecía en el centro de la mesa. Finalmente, dije yo: ¿No encontrarán un poco cínico que tengamos aspecto de haber arreglado esos problemas, de los que depende la suerte de millones de seres, de una manera tan audaz? Quememos ese papel. -No, guardadlo, repuso Stalin.“
„Me quedas tú, querernos más y darle al mundo nuestra paz“
„Me quedas tú, me queda el mar y una poesía sin firmar“
„Me quedas tú, todo tu amor y un viaje por el mundo directo al corazón“
„Pero la amas.Will se lo quedó mirando. —Por supuesto que la amo —dijo finalmente—. Había llegado a pensar que nunca amaría nadie, pero la amo.“
„He aquí algo sobre el honor de los poetas. Yo tenía diecisiete años y unos deseos irrefrenables de ser escritor. Me preparé. Pero no me quedé quieto mientras me preparaba, pues comprendí que si así lo hacía no triunfaría jamás. Disciplina y un cierto encanto dúctil, ésas son las claves para llegar a donde uno se proponga. Disciplina: escribir cada mañana no menos de seis horas. Escribir cada mañana y corregir por las tardes y leer como un poseso por las noches. Encanto, o encanto dúctil: visitar a los escritores en sus residencias o abordarlos en las presentaciones de libros y decirles a cada uno justo aquello que quiere oír. Aquello que quiere oír desesperadamente. Y tener paciencia, pues no siempre funciona. Hay cabrones que te dan una palmadita en la espalda y luego si te he visto no me acuerdo. Hay cabrones duros y crueles y mezquinos. Pero no todos son así. Es necesario tener paciencia y buscar. Los mejores son los homosexuales, pero, ojo, es necesario saber en qué momento detenerse, es necesario saber con precisión qué es lo que no uno quiere, de lo contrario puedes acabar enculado de balde por cualquier viejo maricón de izquierda. Con las mujeres ocurre tres cuartas partes de lo mismo: las escritoras españolas que pueden echarte un cable suelen ser mayores y feas y el sacrificio a veces no vale la pena. Los mejores son los heterosexuales ya entrados en la cincuentena o en el umbral de la ancianidad. En cualquier caso: es ineludible acercarse a ellos. Es ineludible cultivar un huerto a la sombra de sus rencores y resentimientos. Por supuesto, hay que empollar sus obras completas. Hay que citarlos dos o tres veces en cada conversación. ¡Hay que citarlos sin descanso! Un consejo: no criticar nunca a los amigos del maestro. Los amigos del maestro son sagrados y una observación a destiempo puede torcer el rumbo del destino. Un consejo: es preceptivo abominar y despacharse a gusto contra los novelistas extranjeros, sobre todo si son norteamericanos, franceses o ingleses. Los escritores españoles odian a sus contemporáneos de otras lenguas y publicar una reseña negativa de uno de ellos será siempre bien recibida. Y callar y estar al acecho. Y delimitar las áreas de trabajo. Por la mañana escribir, por la tarde corregir, por las noches leer y en las horas muertas ejercer la diplomacia, el disimulo, el encanto dúctil. A los diecisiete años quería ser escritor. A los veinte publiqué mi primer libro. Ahora tengo veinticuatro y en ocasiones, cuando miro hacia atrás, algo semejante al vértigo se instala en mi cerebro. He recorrido un largo camino, he publicado cuatro libros y vivo holgadamente de la literatura (aunque si he de ser sincero, nunca necesité mucho para vivir, sólo una mesa, un ordenador y libros). Tengo una colaboración semanal con un periódico de derechas de Madrid. Ahora pontifico y suelto tacos y le enmiendo la plana (pero sin pasarme) a algunos políticos. Los jóvenes que quieren hacer una carrera como escritor ven en mí un ejemplo a seguir. Algunos dicen que soy la versión mejorada de Aurelio Baca. No lo sé. (A los dos nos duele España, aunque creo que por el momento a él le duele más que a mí). Puede que lo digan sinceramente, pero puede que lo digan para que me confíe y afloje. Si es por esto último no les voy a dar el gusto: sigo trabajando con el mismo tesón que antes, sigo produciendo, sigo cuidando con mimo mis amistades. Aún no he cumplido los treinta y el futuro se abre como una rosa, una rosa perfecta, perfumada, única. Lo que empieza como comedia acaba como marcha triunfal, ¿no?“
„¿Qué es el hombre sin ideal? Nada, absolutamentenada: cosa viva entregada a las eventualidades de los seres extraños, y de que todo depende menos de sí misma; existencia que, como el vegetal, no puede escoger en la extensión de lo creado el lugar que más le gusta, y ha de vivir donde la casualidad quiso que brotara, sin iniciativa, sin movimiento, sin deseo ni temor de ir a alguna parte; ser ignorante de todos los caminos que llevan a mejor paraje, y para quien son iguales todos los días, y lo mismo el ayer que el mañana. El hombre sin ideal es como el mendigo cojo que puesto en medio del camino implora un día y otro la limosna del pasajero. Todos pasan, unos alegres, otros tristes, estos despacio, aquellos velozmente, y él sin aspirar a seguirlos, ocúpase tan sólo del cuarto que le niegan o del desprecio que le dan. Todos van y vienen, cuál para arriba, cuál para abajo, y él se queda siempre, pues ni tiene piernas para andar, ni tampoco deseos de ir más lejos.“
„Bebe de las rocas;duerme sobre escarcha;renueva tejidoscon salitre y agua.Habla con los pájarosy llévate al alba. Y cuando las carneste sean tornadas,y cuando hayas puestoen ellas el almaque por las alcobasse quedó enredada,entonces, buen hombre,preténdeme blanca,preténdeme nívea,preténdeme casta.“
„¿Recuerdas tú? La casa era un arrullo, un perfume infinito, un nido blando: nunca se dijo la palabra cuando. Se decía, muy quedo: mío y tuyo.“
„Tú me quieres alba,Me quieres de espumas,Me quieres de nácar.Que sea azucenaSobre todas, casta.De perfume tenue.Corola cerradaNi un rayo de lunaFiltrado me haya.Ni una margaritaSe diga mi hermana.Tú me quieres nívea,Tú me quieres blanca,Tú me quieres alba.Tú que hubiste todasLas copas a mano,De frutos y mielesLos labios morados.Tú que en el banqueteCubierto de pámpanosDejaste las carnesFestejando a Baco.Tú que en los jardinesNegros del EngañoVestido de rojoCorriste al Estrago.Tú que el esqueletoConservas intactoNo sé todavíaPor cuáles milagros,Me pretendes blanca(Dios te lo perdone),Me pretendes casta(Dios te lo perdone),¡Me pretendes alba!Huye hacia los bosques,Vete a la montaña;Límpiate la boca;Vive en las cabañas;Toca con las manosLa tierra mojada;Alimenta el cuerpoCon raíz amarga;Bebe de las rocas;Duerme sobre escarcha;Renueva tejidosCon salitre y agua;Habla con los pájarosY lévate al alba.Y cuando las carnesTe sean tornadas,Y cuando hayas puestoEn ellas el almaQue por las alcobasSe quedó enredada,Entonces, buen hombre,Preténdeme blanca,Preténdeme nívea,Preténdeme casta.“
„Todo cuanto el hombre expone o expresa es una nota al margen de un texto totalmente apagado. Más o menos, por el sentido de la nota, extraemos el sentido que iba a ser el del texto; pero queda siempre una duda, y los sentidos posibles son muchos.“
„Carta para no enviar La dispenso de comparecer en mi idea de usted. Su vida […] Eso no es mi amor, sino su vida. La amo como amo el crepúsculo o el reflejo de la luna, con el deseo de que el momento quede, pero sin que sea mío salvo en la sensación de haberlo vivido.“
„A quien como yo, así, viviendo no sabe tener vida, ¿qué le queda sino, como a mis pocos pares, la renuncia por modo y la contemplación por destino?“
„Nunca he encarado el suicidio como una solución, porque si yo odio la vida es precisamente por amor a ella. Me ha llevado tiempo convencerme del lamentable equívoco en que vivo conmigo. Convencido de ello, quedé descorazonado, que es lo que siempre me ocurre cuando me convenzo de algo, porque el convencimiento es para mí la pérdida de una ilusión.“
„La felicidad es un artículo maravilloso: cuanto más se da, más le queda a uno.“
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