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Relacionado con: techo
„Un escritor nunca olvida la primera vez que acepta unas monedas o un elogio a cambio de una historia. Nunca olvida la primera vez que siente el dulce veneno de la vanidad en la sangre y cree que, si consigue que nadie descubra su falta de talento, el sueño de la literatura será capaz de poner techo sobre su cabeza, un plato caliente al final del día y lo que más anhela: su nombre impreso en un miserable pedazo de papel que seguramente vivirá más que él. Un escritor está condenado a recordar ese momento, porque para entonces ya está perdido y su alma tiene precio.“
„Sintiendo frío, cerré la ventana y recorrí con la mirada la diminuta habitación con su techo inclinado y su estrecha cama. Sorprendido, comprobé que no habría querido estar en ningún otro sitio de los cuatro rincones. Casi me sentía en casa.Quizá a vosotros no os parezca extraño, pero para mí sí lo era. Había crecido entre los Edena Ruh, y para mí, el hogar nunca había sido un lugar. El hogar era un grupo de carromatos y canciones alrededor de una hoguera. Cuando mataron a mi troupe, perdí algo más que a mi familia y a mis amigos de la infancia. Fue como si todo mi mundo hubiera ardido hasta los cimientos.Tras casi un año en la Universidad, empezaba a sentir que pertenecía a ese lugar. Era una sensación extraña, ese cariño a un sitio. En cierto modo era reconfortante, pero el Ruh que llevaba dentro estaba inquieto, pues se rebelaba contra la idea de echar raíces como una planta.Me quedé dormido preguntándome qué habría pensado mi padre de mí.“
„Blanca, en cambio, se había acostumbrado a vivir sola. Terminó por encontrar pazen sus quehaceres de la gran casa, en su taller de cerámica y en sus Nacimientos deanimales inventados, donde lo único que correspondía a las leyes de la biología era laSagrada Familia perdida en una multitud de monstruos. El único hombre de su vida eraPedro Tercero, pues tenía vocación para un solo amor. La fuerza de eseinconmovible sentimiento la salvó de la mediocridad y de la tristeza de su destino.Permanecía fiel aun en los momentos en que él se perdía detrás de algunas ninfas depelo lacio y huesos largos, sin amarlo menos por ello. Al principio creía morir cada vezque se alejaba, pero pronto se dio cuenta de que sus ausencias duraban lo que unsuspiro y que invariablemente regresaba más enamorado y más dulce. Blanca preferíaesos encuentros furtivos con su amante en hoteles de cita, a la rutina de una vida encomún, al cansancio de un matrimonio y a la pesadumbre de envejecer juntoscompartiendo las penurias de fin de mes, el mal olor en la boca al despertar, el tediode los domingos y los achaques de la edad. Era una romántica incurable. Alguna veztuvo la tentación de tomar su maleta de payaso y lo que quedaba de las joyas delcalcetín, e irse con su hija a vivir con él, pero siempre se acobardaba. Tal vez temíaque ese grandioso amor, que había resistido tantas pruebas, no pudiera sobrevivir a lamás terrible de todas: la convivencia. Alba estaba creciendo muy rápido y comprendíaque no le iba a durar mucho el buen pretexto de velar por su hija para postergar lasexigencias de su amante, pero prefería siempre dejar la decisión para más adelante.En realidad, tanto como temía la rutina, la horrorizaba el estilo de vida de PedroTercero, su modesta casita de tablas y calaminas en una población obrera, entrecientos de otras tan pobres como la suya, con piso de tierra apisonada, sin agua y conun solo bombillo colgando del techo. Por ella, él salió de la población y se mudó a undepartamento en el centro, ascendiendo así, sin proponérselo, a una clase media a lacual nunca tuvo aspiración de pertenecer. Pero tampoco eso fue suficiente para Blanca.El departamento le pareció sórdido, oscuro, estrecho y el edificio promiscuo. Decía queno podía permitir que Alba creciera allí, jugando con otros niños en la calle y en lasescaleras, educándose en una escuela pública. Así se le pasó la juventud y entró en lamadurez, resignada a que los únicos momentos de placer eran cuando salíadisimuladamente con su mejor ropa, su perfume y las enaguas de mujerzuela que aPedro Tercero cautivaban y que ella escondía, arrebolada de vergüenza, en lo mássecreto de su ropero, pensando en las explicaciones que tendría que dar si alguien lasdescubría. Esa mujer práctica y terrenal para todos los aspectos de la existencia,sublimó su pasión de infancia, viviéndola trágicamente. La alimentó de fantasías, la idealizó, la defendió con fiereza, la depuró de las verdades prosaicas y pudo convertirlaen un amor de novela.“
„La primavera pasada, por estas fechas, soñaba, Catherine, con tenerte bajo este techo; ahora, en cambio, quisiera verte dos o tres kilómetros más arriba, en aquellas colinas. El aire es allí tan puro, que estoy seguro que te curaría.-Solo iré allí una vez -dijo la enferma-; tú me llevarás y yo me quedaré allí para siempre. La primavera próxima volverás a soñar con tenerme bajo este techo, y, al mirar atrás, te parecerá que ahora eras feliz.“
„Instruído por impacientes maestros, el pobre oye que es éste el mejor de los mundos, y que la gotera del techo de su cuarto fue prevista por Dios en persona.“
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