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Relacionado con: trozo
„La muerte podía estar en una bolsa de cacahuetes, en un trozo de carne que se te atravesara, en el siguiente paquete de cigarrillos. Siempre te andaba rondando, de guardia en todas las estaciones de control entre lo mortal y lo eterno. Agujas infectadas, insectos venenosos, cables mal aislados, incendios forestales. Patines que lanzaban a intrépidos chiquillos a cruces muy transitados. Cada vez que te metes en la bañera para darte una ducha, Oz te acompaña: ducha para dos.Cada vez que subes a un avión, Oz lleva tu misma tarjeta de embarque. Está en el agua que bebes y en la comida que comes. «¿Quién anda ahí?», gritas en la oscuridad cuando estás solo y asustado, y es él quien te responde: Tranquilo, soy yo. Eh, ¿cómo va eso? Tienes un cáncer en el vientre, qué lata, chico, sí que lo siento. ¡Cólera! ¡Septicemia! ¡Leucemia! ¡Arteriosclerosis! ¡Trombosis coronaria! ¡Encefalitis! ¡Osteomielitis! ¡Ajajá, vamos allá!Un chorizo en un portal, con una navaja en la mano. Una llamada telefónica a medianoche. Sangre que hierve con ácido de la batería en una rampa de salida de una autopista de Carolina del Norte. Puñados de píldoras: anda, traga. Ese tono azulado de las uñas que sigue a la muerte por asfixia; en su último esfuerzo por aferrarse a la vida, el cerebro absorbe todo el oxígeno que queda en el cuerpo, incluso el de las células vivas que están debajo de las uñas.Hola, chicos, me llamo Oz el Ggande y Teggible, pero podéis llamarme Oz a secas. Al fin y al cabo, somos viejos amigos. Pasaba por aquí y he entrado un momento para traerte este pequeño infarto, este derrame cerebral, etcétera; lo siento, no puedo quedarme, tengo un parto con hemorragia y, luego, inhalación de humo tóxico en Omaha.Y la vocecita sigue gritando: «¡Te quiero, Tigger, te quiero! ¡Creo en ti, Tigger! ¡Siempre te querré y creeré en ti, y seguiré siendo niña, y el único Oz que habitará en mi corazón será ese simpático impostor de Nebraska! Te quiero…».Vamos patrullando, mi hijo y yo…, porque lo que importa no es el sexo ni la guerra, sino la noble y terrible batalla sin esperanza contra Oz, el Ggande y Teggible.“
„Nunca he contado esta historia, y dudo mucho que vuelva a contarla. —Se inclinó hacia delante—. Antes de empezar, debes recordar que soy del Edena Ruh. Nosotros ya contábamos historias antes de que ardiera Caluptena. Antes de que hubiera libros donde escribir. Antes de que hubiera música que tocar. Cuando prendió el primer fuego, nosotros, los Ruh, estábamos allí contando historias en el círculo de su parpadeante luz.Kvothe miró al escribano, asintió y prosiguió:—Conozco tu reputación de gran coleccionista de historias y cronista de sucesos. —La mirada de Kvothe se endureció, se volvió dura como el pedernal y afilada como un trozo de cristal roto—. Ahora bien, ni se te ocurra cambiar ni una sola palabra de lo que voy a decir. Si te parece que me voy por las ramas, si te parece que divago, recuerda que las historias reales pocas veces toman el camino más recto.“
„Otras veces se había quedado así, vacía como una cáscara de huevo. Hueca y con sensación de presión en el pecho en una oscuridad furiosa, la primera vez que le había oído tocar. Antes de que él le regalara su nuevo nombre, dulce y perfecto. Un trozo de sol que nunca la abandonaba. Era un bocado de pan. Una flor en su corazón.“
„¿Qué me has traído? —me preguntó, emocionada.Sonreí.—¿Y tú? ¿Qué me has traído? —bromeé.Auri sonrió y alargó la mano. Vi brillar algo en su palma a la luz de la luna.—Una llave —contestó con orgullo, y me la puso en la mano.La cogí y noté su agradable peso.—Es muy bonita —dije—. ¿Qué abre?—La luna —respondió ella, muy seria.—Ah, podría serme muy útil —dije examinándola.—Eso mismo pensé yo. Así, si hay una puerta en la luna, podrás abrirla. —Se sentó en el tejado con las piernas cruzadas y me miró con una amplia sonrisa en los labios—. Aunque yo no fomentaría esa clase de comportamiento insensato.[…]—Te he traído un poco de pan. […]. Y una botella de agua.—Eso también es muy bonito —dijo ella con gentileza. […]—. ¿Qué hay en el agua? […].—Flores —respondí—. Y el trozo de luna que no está en el cielo esta noche. Lo he metido también.[…]—Yo ya mencioné la luna —dijo con un deje de reproche.—Entonces, solo flores. Y el brillo del cuerpo de una libélula. Yo quería un trozo de luna, pero solo conseguí el brillo azul de una libélula.Auri inclinó la botella y dio un sorbo de agua.—Es maravillosa.“
„Es la postura […]. Erguido, con el cuello recto, los hombros hacia atrás […]. Cuando da un paso, pisa con toda la planta del pie. No solo con la parte anterior, como si corriera; ni con el talón, como si vacilara. Pisa sólidamente, exigiendo ese trozo de suelo.“
„Levántate. Tengo tres cosas para ti. Es lo justo.Me puse en pie y Auri me tendió una cosa envuelta en un trozo de tela. Era una vela gruesa que olía a lavanda.—¿Qué hay dentro? —pregunté.—Sueños felices. Los he puesto ahí para ti.Di vueltas a la vela en mis manos, y una sospecha empezó a formarse en mi mente.—¿La has hecho tú misma?Auri asintió con la cabeza y sonrió feliz.—Sí. Soy tremendamente lista.Me guardé la vela con cuidado en uno de los bolsillos de la capa.—Gracias, Auri.—Ahora —dijo ella poniéndose seria— cierra los ojos y agáchate para que pueda darte tu segundo regalo.Cerré los ojos, desconcertado, y me doblé por la cintura preguntándome si también me habría hecho un sombrero.Noté las manos de Auri a ambos lados de mi cara, y entonces me dio un beso suave y delicado en la frente.Abrí los ojos, sorprendido. Pero Auri ya se había apartado varios pasos, y, nerviosa, se cogía las manos detrás de la espalda. No se me ocurrió nada que decir.Auri dio un paso adelante.—Eres especial para mí —dijo con seriedad y con gesto grave—. Quiero que sepas que siempre cuidaré de ti. —Estiró un brazo, vacilante, y me secó las mejillas—. No, nada de eso esta noche.»Este es tu tercer regalo. Si te van mal las cosas, puedes quedarte conmigo en la Subrealidad. Es un sitio agradable, y allí estarás a salvo.—Gracias, Auri —dije en cuanto pude—. Tú también eres especial para mí.—Claro —dijo ella con naturalidad—. Soy adorable como la luna.“
„Bianca arrugó el entrecejo.-Parecen…-Dedos de pies – se adelantó GroverBianca asintió.-Pero colosales.Zoë y Thalia se miraron, nerviosas.-Daremos un rodeo – dijo Thalia-. A buena distancia.-Pero la carretera está allí mimo -protesté-. Es más fácil trepar por ahí.»¡Tong!»Thalia blandió su lanza, Zoë sacó el arco. Pero sólo era Grover. Había lanzado un trozo de metal hacia aquellos dedos gigantescos y había acertado a uno. Por la manera de resonar, las columnas parecían huecas.-¿Por qué has hecho eso? -lo riño Zoë-Grover la miró, avergonzado.-No sé. No me gustan los pies postizos.“
„Un minuto más tarde, Annabethpuso el pie sobre un trozo de musgo y resbaló. Por suerte, consiguióafirmar el pie un poco más abajo. Por desgracia, fue en mi cara.“
„Las fotografías engañan al tiempo, suspendiéndolo en un trozo de cartón donde el alma queda bocabajo, decía“
„Cuando alguien se ha ido durante mucho tiempo, primero guardas todas las cosas que quieres decirles. Intentas mantener un seguimiento de todo en tu cabeza. Pero es como si trataras de aferrarte a un puñado de arena, todos los pequeños trozos se deslizan de tus manos y entonces sólo estás reteniendo polvo y aire. Es por eso que no puedes guardarlo todo así.“
„Cuando alguien se ha ido durante mucho tiempo, primero guardas todas las cosas que quieres decirles. Intentas mantener un seguimiento de todo en tu cabeza. Pero es como si trataras de aferrarte a un puñado de arena, todos los pequeños trozos se deslizan de tus manos y entonces sólo estás reteniendo polvo y aire. Es por eso que no puedes guardarlo todo así.Porque para cuando se vean el uno al otro, sólo mantendrás las cosas grandes, ya que es demasiado molesto contar las pequeñas cosas. Pero esas pequeñas cosas son las que hacen la vida.“
„Heredé de mis antepasados las ansias de huir. Dicen que mi sangre es europea. Yo siento que cada glóbulo procede de un punto distinto. De cada nación, de cada provincia, de cada isla, golfo, accidente, archipiélago, oasis. De cada trozo de tierra o de mar han usurpado algo y así me formaron, condenándome a la eterna búsqueda de un lugar de origen. Con los labios expresamente dibujados para exhalar quejas. Con la frente estrujada por todas las dudas. Con la malicia instintiva de la prohibición. Heredé el paso vacilante con objeto de no estatizarme nunca con firmeza en lugar alguno. ¡En todo y en nada! ¡En nada y en todo!“
„La primera cosa que recuerdo es estar debajo de algo. Era una mesa, veía la pata de una mesa, veía las piernas de la gente, y una parte del mantel colgando. Estaba oscuro allí debajo, me gustaba estar ahí. Debió de haber sido en Alemania, yo debía de tener entre uno y dos años de edad. Era en 1922. Me sentía bien bajo la mesa. Nadie parecía darse cuenta de que yo estaba allí. La luz del sol se reflejaba en la alfombra y en las piernas de la gente. Me gustaba la luz del sol. Las piernas de la gente no eran interesantes, no eran como el trozo de mantel que colgaba, ni como la pata de la mesa, ni como la luz del sol.“
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