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vaivén
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„No te mezcles en la sonora lucha y el vaivén de las gentes, para que no te contamines de locura o vanidad.“
„Una mujer sola explota todos sus encantos, brilla por sí misma porque no tiene sombras que cubran su valía, halla placer incluso en las cosas más pequeñas, se beneficia de los vaivenes de los días (y muchos se presentan torcidos y vacíos) y se erige como guerrera, como aquellas mujeres a las que admirábamos en la adolescencia (Lillian Hellman, Anaïs Nin, Virginia Woolf, Carson McCullers, Dorothy Parker, Colette, Georgia O’Keeffe, Sylvia Platt, Dora Carrington, las hermanas Brõnte, Frida Kahlo), que eran unas suicidas, unas aventureras o unas solteronas de pro (sin insultar, naturalmente!“
„En los ojos de la gente, en el vaivén, el caminar y la caminata; en el estruendo y el tumulto; en los coches, automóviles, omnibuses, camiones, hombres-anuncio que van y vienen de un lado a otro; en las bandas de música; organillos; en el triunfo, y en el tintineo y en el extraño canto de algún aeroplano que pasaba volando estaba lo que ella amaba: la vida; Londres; este momento de junio.“
„Pero vamos a comer primero -dijo. Y así, con batiente de puertas, empezó un exquisito vaivén silencioso de doncellas con delantales y cofias blancas, doncellas no por necesidad sino porque forman parte del misterio o mejor del gran engaño que las damas de Mayfair practican de una y media a dos cuando, con un gesto de la mano, cesa el tráfico y surge en su lugar esta profunda mentira, la comida en primer lugar, que nadie paga; y luego la mesa que parece cubrirse como por voluntad propia de vidrio y de plata, de manteles individuales, de cuencos de fruta roja, de filetes de rodaballo cubiertos de salsa oscura, de pollos troceados nadando en sus cazuelas; el fuego arde todo color y fiesta y con el vino y el café (que nadie ha pagado) nacen visiones alegres en ojos preocupados; ojos ante los que ahora la vida es musical y misteriosa; ojos encendidos ahora para observar animados los claveles rojos que Lady Bruton (cuyos gestos eran siempre duros) había depositado junto a su plato, de forma que Hugh Whitbread, en paz con el universo entero y al mismo tiempo completamente seguro de su categoría, dejó su tenedor y dijo: -¿No crees que resultarían encantadores sobre tu encaje?“
„En este vaivén entre cristianismo y Antigüedad, entre un tímido o hipócrita cristianismo de las costumbres y una imitación no menos pusilánime y desconcertada de lo antiguo vive el hombre moderno y no se encuentra nada bien.“