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„¿No te importa siquiera a dónde voy? –dijo él. –¿Qué si estoy yendo al Infierno?–Siempre quise ver el Infierno, –dijo Cecily con calma. –¿No lo quiere todo el mundo?–La mayoría de nosotros pasamos el tiempo luchando para mantenernos al margen de él“
„Mi consciencia, –susurró Will. –Tú eres mi consciencia. Siempre lo has sido, James Carstairs. Haré esto por ti, pero primero voy a conseguir una promesa.–¿Qué clase de promesa?–Me pediste hace años que cese de buscar una cura para ti, –dijo Will. –Quiero que me liberes de esa promesa. Déjame mirar, al menos. Libérame para buscar.Jem miró con cierto asombro.–Justo cuando creo que te conozco perfectamente, me sorprendes de nuevo.“
„He aquí algo sobre el honor de los poetas. Yo tenía diecisiete años y unos deseos irrefrenables de ser escritor. Me preparé. Pero no me quedé quieto mientras me preparaba, pues comprendí que si así lo hacía no triunfaría jamás. Disciplina y un cierto encanto dúctil, ésas son las claves para llegar a donde uno se proponga. Disciplina: escribir cada mañana no menos de seis horas. Escribir cada mañana y corregir por las tardes y leer como un poseso por las noches. Encanto, o encanto dúctil: visitar a los escritores en sus residencias o abordarlos en las presentaciones de libros y decirles a cada uno justo aquello que quiere oír. Aquello que quiere oír desesperadamente. Y tener paciencia, pues no siempre funciona. Hay cabrones que te dan una palmadita en la espalda y luego si te he visto no me acuerdo. Hay cabrones duros y crueles y mezquinos. Pero no todos son así. Es necesario tener paciencia y buscar. Los mejores son los homosexuales, pero, ojo, es necesario saber en qué momento detenerse, es necesario saber con precisión qué es lo que no uno quiere, de lo contrario puedes acabar enculado de balde por cualquier viejo maricón de izquierda. Con las mujeres ocurre tres cuartas partes de lo mismo: las escritoras españolas que pueden echarte un cable suelen ser mayores y feas y el sacrificio a veces no vale la pena. Los mejores son los heterosexuales ya entrados en la cincuentena o en el umbral de la ancianidad. En cualquier caso: es ineludible acercarse a ellos. Es ineludible cultivar un huerto a la sombra de sus rencores y resentimientos. Por supuesto, hay que empollar sus obras completas. Hay que citarlos dos o tres veces en cada conversación. ¡Hay que citarlos sin descanso! Un consejo: no criticar nunca a los amigos del maestro. Los amigos del maestro son sagrados y una observación a destiempo puede torcer el rumbo del destino. Un consejo: es preceptivo abominar y despacharse a gusto contra los novelistas extranjeros, sobre todo si son norteamericanos, franceses o ingleses. Los escritores españoles odian a sus contemporáneos de otras lenguas y publicar una reseña negativa de uno de ellos será siempre bien recibida. Y callar y estar al acecho. Y delimitar las áreas de trabajo. Por la mañana escribir, por la tarde corregir, por las noches leer y en las horas muertas ejercer la diplomacia, el disimulo, el encanto dúctil. A los diecisiete años quería ser escritor. A los veinte publiqué mi primer libro. Ahora tengo veinticuatro y en ocasiones, cuando miro hacia atrás, algo semejante al vértigo se instala en mi cerebro. He recorrido un largo camino, he publicado cuatro libros y vivo holgadamente de la literatura (aunque si he de ser sincero, nunca necesité mucho para vivir, sólo una mesa, un ordenador y libros). Tengo una colaboración semanal con un periódico de derechas de Madrid. Ahora pontifico y suelto tacos y le enmiendo la plana (pero sin pasarme) a algunos políticos. Los jóvenes que quieren hacer una carrera como escritor ven en mí un ejemplo a seguir. Algunos dicen que soy la versión mejorada de Aurelio Baca. No lo sé. (A los dos nos duele España, aunque creo que por el momento a él le duele más que a mí). Puede que lo digan sinceramente, pero puede que lo digan para que me confíe y afloje. Si es por esto último no les voy a dar el gusto: sigo trabajando con el mismo tesón que antes, sigo produciendo, sigo cuidando con mimo mis amistades. Aún no he cumplido los treinta y el futuro se abre como una rosa, una rosa perfecta, perfumada, única. Lo que empieza como comedia acaba como marcha triunfal, ¿no?“
„Este partido está pudriéndose por la inmensa gusanera de caciques y caciquillos. Tienen más que los monárquicos. En cada capital hay cincuenta que quieren imponer los caprichos de su vanidad y de su ambición a todos sus correligionarios… Y si nada más hubiera esos cincuenta, menos mal. Luego vienen los caciques de distrito y los de barrio… ¡Oh!! Esos vejestorios endiosados de Comité local y de barriada! ¡Papas rojos, que se creen infalibles e indiscutibles!Para hacer la revolución, lo primero, lo indispensable, sería degollarlos a todos. Si éstos trajeran la República, estaríamos peor que ahora. Sería cosa de emigrar. Suerte que no hay miedo a que la traigan. ¡Hay cada revolucionario que tiene un miedo feroz a la revolución!… Hubiera usted visto a algunos de ellos cuando la semana roja de Barcelona, cuando aquí se dijo que iba a estallar la huelga general, irse huyendo de Madrid como ratas… No sé qué diablos ocurría entonces, que a todos les salían negocios en provincias, o tenían por esas tierras de dios parientes enfermos de gravedad, que los llamaban… ¡Y para ver este espectáculo me vine yo de Santander e interrumpí mi veraneo!… Luego, son muchos los republicanos que no quieren que venga la República, porque no les conviene; van muy bien en el machito, haciendo la farsa de la oposición, sirviendo de comparsas en esta política repugnante, representando su papel de diputados o de concejales, u otros papeles peores.En este partido son muy pocos los directores que trabajan desinteresadamente por el ideal; la desorganización es indescriptible, no se puede imaginar; no hay espíritu de disciplina, ni siquiera instinto de conservación… Si no fuera porque veo esos caciquitos ir a su avío, sin saber disimularlo, creería que estaban locos. No se puede hacerlo peor para facilitar la victoria al adversario e imposibilitar la propia… Estoy harto de luchar sin esperanza de salvación entre tanta miseria. Así están disgregando la masa republicana, infiltrando el escepticismo entre los soldados de fila… ¡Oh! Usted no puede darse idea de lo que aquí se persiguen unos odios a otros y unas vanidades a otras… ¡Con qué ensañamiento, con qué perfidia, empleando todos los medios, hasta la difamación y la calumnia!Ha habido día que pensé meterme en casa y no ocuparme de política. Pero lo he pensado mejor. Voy a irme con Pablo Iglesias. Él y su partido son lo único serio, disciplinado, admirable, que hay en la España política. […] ¡Es por el socialismo por donde llega la aurora!“
„Sólo un recelo chiquito y fastidioso, como el grano de tierra que en un ojo se nos mete y nos hace sufrir tanto, me estorba para la felicidad absoluta. Y es la sospecha de que todavía no me quieres bastante, que no has llegado al supremo límite del querer, ¿qué digo límite, si no lo hay?, al principio del último cielo, pues yo no puedo hartarme de pedir más, más, siempre más; y no quiero, no quiero sino cosas infinitas, entérate… todo infinito, infinitísimo, o nada… ¿Cuántos abrazos crees que te voy a dar cuando llegues? Ve contando. Pues tantos como segundos tarde una hormiga en dar la vuelta al globo terráqueo. No; más, muchos más. Tantos como segundos tarde la hormiga en partir en dos, con sus patas, la esferita terrestre, dándole vueltas siempre por una misma línea… Con que saca esa cuenta, tonto.“
„Os jodan a todos, yo voy a morir de todos modos“
„Realicemos nuestro día con el mismo propósito que anima a la Naturaleza, y no nos dejemos apartar del camino por cascara alguna o por ala de mosquito que puedan caer en él. Levantémonos temprano, ayunemos o desayunémonos pausadamente y sin perturbaciones; que venga y vaya la compañía, que tañan las campanas o lloren los niños; sigamos, determinados a hacer de ello un día. ¿Por qué habríamos de someternos e ir con la corriente? No nos sintamos perturbados y vencidos en ese terrible rápido arremolinado que llamamos almuerzo, sito en los bajíos del mediodía. Sortead este peligro, y estaréis a salvo para el resto de la jornada, que discurrirá luego cuesta abajo. Con nervios templados y vigor matinal, dejadlo atrás, y como Ulises atado al mástil, poned la mirada en otra parte. Si silba el motor, que lo haga hasta enronquecer de insistencia. Si tañe la campana ¿por qué hemos de apresurarnos? Consideremos qué música nos ofrecen. Resolvámonos a hacer nuestro camino, llevando adelante nuestros pasos a través del barro y lodo de la opinión, prejuicios, tradición, engaño y apariencias que, cual tierra de aluvión, cubren el globo entero desde París a Londres, Nueva York, Bostón y Concord, a través de Iglesia y Estado, a través de la poesía, la filosofía y la religión, hasta que alcancemos un suelo duro y rocoso, al que podemos llamar realidad, y digamos: «Héla aquí, no hay duda». Y entonces, comencemos, contando con un point d’appui, bajo crecidas, heladas o fuego; un lugar donde se pueda encontrar un muro o una propiedad, donde se pueda erigir sin problemas un farol, o acaso un medidor, no un Nilómetro sino un Realímetro, para que las generaciones futuras sepan qué caudal llegaban a alcanzar de vez en cuando las riadas de engaños y apariencias. Si os enfrentáis cara a cara con un hecho, veréis brillar el sol en sus dos facetas, como si fuera una cimitarra, y sentiréis su suave filo, que os divide por el corazón y la médula, concluyendo así vuestra carrera mortal. Trátese de vida o muerte, nosotros ansiamos sólo la realidad. Si en verdad morimos, que oigamos el estertor en nuestras gargantas y sintamos el frío de nuestras extremidades; si estamos vivos, vayamos a lo nuestro. El tiempo no es sino el río donde voy a pescar. Bebo en él, y mientras lo hago, veo su lecho arenoso y descubro cuán cerca se encuentra de mí. Su fina corriente discurre incansable, pero la eternidad permanece. Yo quisiera beber de más hondo; y pescar en el cielo, cuyo cauce está tachonado de estrellas. No puedo contarlas. Ignoro la primera letra del alfabeto. Siempre he lamentado no ser tan sabio como el día en que nací. La inteligencia es un hendedor; discierne y saja su camino en el secreto de las cosas. No deseo ocupar mis manos más de lo necesario. Mi cabeza es manos y pies. Siento concentradas en ella mis mejores facultades. Mi instinto me dice que aquélla es un órgano excavador, como los hocicos y garras de algunos animales, y con ella minaría y horadaría yo mi camino a través de estas colinas. En algún lugar de estos alrededores se encuentra, creo, la vena más rica; me lo dicen mi varita mágica y los mágicos vapores que ascienden serpenteando. Aquí comenzaré a minar.“
„¡La laguna de Flint! Nuestra nomenclatura es pobre. ¿Qué derecho tenía el sucio y estúpido granjero, cuya granja lindaba con esta agua celestial, a darle su nombre tras haber desnudado sin piedad sus riberas? No es para mi el nombre de un avaro que prefería la resplandeciente superficie de un dólar o de un centavo nuevo, en la que podía ver su propia cara dura; que consideraba intrusos a los mismos patos salvajes que anidaban allí y cuyos dedos habían crecido hasta convertirse en garras curvas y callosas por el hábito de agarrar las cosas como una arpía. No voy allí a ver ni a oír hablar de alguien que nunca ha ‘visto’ (palabra enfatizada en cursiva) la laguna, ni se ha bañado en ella, ni la ha amado, ni protegido, ni pronunciado una palabra a su favor, ni agradecido a Dios que la creara. Démosle más bien el nombre de los peces que nadan en ella, de las aves salvajes o los cuadrúpedos que la frecuentan, de las flores silvestres que crecen en sus orillas o de algún hombre o niño salvaje cuya historia se haya entretejido con la de la laguna, no el de aquel que no podría mostrar otro título que el hecho de que otro vecino de mentalidad semejante o la cámara legislativa se lo hayan otorgado a él, que sólo pensaba en su valor monetario y cuya presencia ha sido nefasta para la orilla, que esquilmó la tierra a su alrededor y habría agotado el agua, que lamentaba que no fuera una pradera de heno inglés o de arándanos. A su parecer, nada había que salvar en la laguna y la habría drenado y venido por el légamo del fondo. La laguna no movía su molino ni era, para él, un privilegio contemplarla. No respeto su trabajo ni su granja, donde todo está tasado. Ese hombre sería capaz de llevar el paisaje y a su Dios y al mercado si pudiera obtener algo a cambio; su Dios es el mercado, por eso va allí; nada crece libremente en su granja: sus campos no dan cosechas, sus prados no dan flores, sus árboles no dan fruto, sino dólares. No ama la belleza de sus frutos; sus frutos no están maduros para él hasta que se convierten en dólares.“
„Mi madre siempre dice: “Yo no voy a dejar de cantar porque para mí es como respirar».“
„Mi punto real parte desde que no estoy pensando constantemente qué te voy a contestar para quedar bien porque me están viendo en la tele y tú también te quedes contenta.“
„Siempre has sido especial, no voy a mentirte.- Yo me siento diferente, pero no especial.- Diferentes somos todos. Especiales hay pocos.“
„Dice el gobierno que voy desfasao, como entrar en un puticlub chino con una cami de Mao.“
„Si crees que estoy siendo duro, más lo fuiste tú, yo al menos no voy jurando estrellas y luego doy un ataúd.“
„Ya me he cansé de hacer el primo. Hoy es primordial mi dignidad, voy a asesinar lo que he sido….“
„Voy a empaparme en gasolina una vez más, voy a rasparme a ver si prendo, y recorrer de punta a punta la ciudad, quemando todos tus recuerdos.“
„Hoy os voy a hablar con la sabiduría que me da el fracaso.“
„Me da igual, me voy a poner deltoya sin parar, me da igual, ¡deltoya!“
„Y ahí voy, a romper las telarañas de tu corazón.“
„Me da lo que quiere darme, sabiendo que voy a aceptar cualquier limosna que venga del rey que le hice creer que es.“
„Mira, chica, estoy en una situación delicada: si tú te vas con otro, yo me voy con vosotros.“
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