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Relacionado con: voz
„A veces mi corazón va donde mi voz no llega.“
„Ojalá cobraran voz mis brazos, y mis manos, y mi pelo, y mis pies, por el arte de Dédalo o de algún dios, para agarrarse todos de tus rodillas, conjurándote con llanto y con palabras de todas las clases.“
„Aquí abajo, no podemos fiamos de nadie; los mortales no acarician nunca con dicha sincera;incluso del olor de la flor brota un algo amargo;y los corazones agitados sólo gozan de alegrías tristes;nunca la alegría reconforta sin nubes y una lágrima luce en la risa que duda.¿Acaso tu frente pura tiene que ajarse en esta vida amarga, las preocupaciones turbar los llantos de tus ojos color cielo y la sombra del ciprés dispersar las rosas de tu cara?¡No ocurrirá! te llevaré conmigo a las tierras celestes,para que unas tu voz al concierto de los habitantes del cielo.Velarás por los hombres que se han quedado aquí abajo.¡Vamos! Una Divinidad rompe los lazos que te atan a la vida.“
„¿Por qué es mudo el azur e insondable el espacio?¿Por qué los astros de oro que hierven como arena?Si subiéramos más y más, allá arriba ¿qué habría?¿Existe algún Pastor de este inmenso ganadode mundos trashumantes por el horrible espacio?Y estos mundos que el éter abraza inmensamente¿vibran, acaso, al son de una llamada eterna?—¿El Hombre puede ver? ¿y decir: creo, creo?¿La voz del pensamiento va más allá del sueño?Si en el nacer es raudo, si su vida es tan corta¿de dónde viene el Hombre? ¿se abisma en el Océanoprofundo de los gérmenes, los Fetos, los Embriones,en el Crisol sin fondo del que la Madre cósmicalo resucitará, criatura que vive,para amar en la rosa y crecer en los trigos?…¡No podemos saberlo! —¡Estamos agobiadospor un oscuro manto de ignorancia y quimeras!¡Farsas de hombre, caídos de las vulvas maternas,nuestra razón, tan pálida, nos vela el infinito!¡Si queremos mirar, la Duda nos castiga!¡La duda, triste pájaro, nos hiere con sus alas!…—¡Y en una huida eterna huyen los horizontes!“
„¡Oh tristísima Ofelia, bella como la nieve,muerta cuando eras niña, llevada por el río!Y es que los fríos vientos que caen de Noruegate habían susurrado la adusta libertad.Y es que un arcano soplo, al blandir tu melena,en tu mente traspuesta metió voces extrañas;y es que tu corazón escuchaba el lamentode la Naturaleza —son de árboles y noches.Y es que la voz del mar, como inmenso jadeorompió tu corazón manso y tierno de niña;y es que un día de abril, un bello infante pálido,un loco misterioso, a tus pies se sentó.Cielo, Amor, Libertad: ¡qué sueño, oh pobre Loca!Te fundías en él como nieve en el fuego;tus visiones, enormes, ahogaban tu palabra.—Y el terrible Infinito espantó tu ojo azul.“
„No es solamente el ejercicio de un derecho, no es solamente el cumplimiento de un deber cívico; es algo más, es la imperiosa exigencia de nuestra dignidad ultrajada, de nuestra personalidad abatida; es algo más todavía, señores: es el grito de ultratumba, es; la voz alzada de nuestros beneméritos mayores que nos piden cuenta del sagrado testamento cuyo cumplimiento nos encomendaron!“
„Mi tema principal es la vida de los pobres. Si soñáis con ser periodistas no podéis ignorarlos. Los pobres constituyen el 80 % de la población de este planeta. La pobreza no tiene voz. Mi obligación es lograr que la voz de estas personas sea escuchada.“
„¿Qué otra cosa podía hacer, Eva? Ni siquiera sabía de tu existencia. —La voz de Gideon se hizo más grave y áspera—. Si hubiera sabido que andabas por ahí, te habría buscado. No habría perdido ni un segundo. Pero no lo sabía, y me conformé con menos. Igual que tú. Los dos perdimos el tiempo con personas que no eran adecuadas.“
„Jamás hubo una guerra justa, jamás hubo una guerra honrosa, por la parte de su instigador. Yo miro en lontananza un millón de años más allá, y esta norma no se alterará ni siquiera en media docena de casos. El puñadito de vociferadores (como siempre) pedirá a gritos la guerra. Al principio (con cautela y precaución) el púlpito pondrá dificultades; la gran masa, enorme y torpona, de la nación se restregará los ojos adormilados y se esforzará por descubrir el por qué tiene que haber guerra y dirá con ansiedad e indignación: -Es una cosa injusta y deshonrosa, y no hay necesidad de que la haya-. Pero el puñado vociferará con mayor fuerza todavía. En el bando contrario, unos pocos hombres bienintencionados argüirán y razonarán contra la guerra valiéndose del discurso y de la pluma, y al principio habrá quien les escuche y les aplauda; pero eso no durará mucho; los otros ahogarán su voz con sus vociferaciones y el auditorio enemigo de la guerra se irá raleando y perdiendo popularidad. Antes que pase mucho tiempo verás este hecho curioso: los oradores serán echados de las tribunas a pedradas, y la libertad de palabra se verá ahogada por unas hordas de hombres furiosos que allá en sus corazones seguirán siendo de la misma opinión que los oradores apedreados (igual que al principio), pero que no se atreven a decirlo. Y, de pronto, la nación entera (los púlpitos y todo) recoge el grito de guerra y vocifera hasta enronquecer, y lanza a las turbas contra cualquier hombre honrado que se atreva a abrir su boca; y finalmente, esa clase de bocas acaba por cerrarse. Acto continuo, los estadistas inventarán mentiras de baja estofa, arrojando la culpa sobre la nación que es agredida, y todo el mundo acogerá con alegría esas falsedades para tranquilizar la conciencia, las estudiará con mucho empeño y se negará a examinar cualquier refutación que se haga de las mismas; de esa manera se irán convenciendo poco a poco de que la guerra es justa y darán gracias a Dios por poder dormir más descansados después de este proceso de grotesco engaño de sí mismos.“
„Las personas lunáticas oyen voces que no pueden oír otras gentes; y en vez de considerar que poseen un oído anormalmente agudizado, se les encierra.“
„Una vez fui testigo del estrecho nexo entre la pérdida de la fe en el futuro y este peligroso darse por vencido. F., el jefe de mi barracón, compositor y libretista famoso, me confió un día: «Me gustaría contarle algo, doctor. He tenido un extraño sueño. Una voz me invitaba a desear cualquier cosa, bastaba con preguntar lo que quería conocer y mis preguntas serían satisfechas de inmediato. ¿Sabe qué pregunté? Cuándo terminaría la guerra para mí. Ya sabe lo que quiero decir, doctor, ¡para mí! Conocer cuándo seríamos liberados los de este campo y cuándo terminarían nuestros sufrimientos». «¿Y cuándo tuvo usted ese sueño?», le pregunté. «En febrero de 1945», contestó. Por entonces estábamos a principios de marzo. «¿Qué respondió la voz en su sueño?» En voz baja, casi furtivamente, me susurró: «El treinta de marzo.» Cuando F. me contó aquel sueño todavía se encontraba rebosante de esperanza y convencido de la certeza y veracidad del oráculo de la voz. Sin embargo, a medida que se acercaba el día prometido, las noticias que recibíamos sobre la guerra menguaban las esperanzas de ser liberados en la fecha indicada. El veintinueve de marzo, de repente, F. cayó enfermo con una fiebre muy alta. El treinta de marzo, el día en que según su profecía terminaría la guerra y el sufrimiento para él, empezó a delirar y perdió la conciencia. El treinta y uno de marzo falleció. Según todas las apariencias murió de tifus… Los que conocen la estrecha relación entre el estado de ánimo de una persona su valor y su esperanza, o su falta de ambos y el estado de su sistema inmunológico comprenderán cómo la pérdida repentina de la esperanza y el valor pueden desencadenar un desenlace mortal. La causa última de la muerte de mi amigo fue la honda decepción que le produjo no ser liberado en el día señalado. De pronto se debilitó la resistencia de su organismo y sus defensas disminuyeron, dejándole a merced de la infección tifoidea latente. Su esperanza en el futuro y su voluntad de vivir se paralizaron, y su cuerpo sucumbió víctima de la enfermedad. Después de todo, la voz de sus sueños se hizo realidad. La observación de este caso, y sus consecuencias psicológicas, concuerda con un hecho que el médico del campo me hizo notar: la tasa de mortandad semanal durante las Navidades de 1944 y el Año Nuevo de 1945 superó en mucho las estadísticas habituales del campo. En su opinión, la explicación de este aumento de mortalidad no había que buscarla en el empeoramiento de las condiciones de trabajo, ni en una disminución de la ración alimenticia, ni en un cambio climatológico, ni en el brote de nuevas epidemias. A su entender, se trataba sencillamente de la ingenua esperanza que abrigaron la mayoría de los presos de ser liberados por las fiestas navideñas. Según se acercaba esa fecha, y al no recibir ninguna noticia alentadora, los prisioneros perdieron su valor y les venció el desaliento. Muchos de ellos murieron al debilitarse su capacidad de resistencia. Ya advertimos“
„Una vez fui testigo del estrecho nexo entre la pérdida de la fe en el futuro y este peligroso darse por vencido. F., el jefe de mi barracón, compositor y libretista famoso, me confió un día: «Me gustaría contarle algo, doctor. He tenido un extraño sueño. Una voz me invitaba a desear cualquier cosa, bastaba con preguntar lo que quería conocer y mis preguntas serían satisfechas de inmediato. ¿Sabe qué pregunté? Cuándo terminaría la guerra para mí. Ya sabe lo que quiero decir, doctor, ¡para mí! Conocer cuándo seríamos liberados los de este campo y cuándo terminarían nuestros sufrimientos». «¿Y cuándo tuvo usted ese sueño?», le pregunté. «En febrero de 1945», contestó. Por entonces estábamos a principios de marzo. «¿Qué respondió la voz en su sueño?» En voz baja, casi furtivamente, me susurró: «El treinta de marzo.» Cuando F. me contó aquel sueño todavía se encontraba rebosante de esperanza y convencido de la certeza y veracidad del oráculo de la voz. Sin embargo, a medida que se acercaba el día prometido, las noticias que recibíamos sobre la guerra menguaban las esperanzas de ser liberados en la fecha indicada. El veintinueve de marzo, de repente, F. cayó enfermo con una fiebre muy alta. El treinta de marzo, el día en que según su profecía terminaría la guerra y el sufrimiento para él, empezó a delirar y perdió la conciencia. El treinta y uno de marzo falleció. Según todas las apariencias murió de tifus… Los que conocen la estrecha relación entre el estado de ánimo de una persona su valor y su esperanza, o su falta de ambos y el estado de su sistema inmunológico comprenderán cómo la pérdida repentina de la esperanza y el valor pueden desencadenar un desenlace mortal. La causa última de la muerte de mi amigo fue la honda decepción que le produjo no ser liberado en el día señalado. De pronto se debilitó la resistencia de su organismo y sus defensas disminuyeron, dejándole a merced de la infección tifoidea latente. Su esperanza en el futuro y su voluntad de vivir se paralizaron, y su cuerpo sucumbió víctima de la enfermedad. Después de todo, la voz de sus sueños se hizo realidad.“
„Una vez fui testigo del estrecho nexo entre la pérdida de la fe en el futuro y este peligroso darse por vencido. F., el jefe de mi barracón, compositor y libretista famoso, me confió un día: «Me gustaría contarle algo, doctor. He tenido un extraño sueño. Una voz me invitaba a desear cualquier cosa, bastaba con preguntar lo que quería conocer y mis preguntas serían satisfechas de inmediato. ¿Sabe qué pregunté? Cuándo terminaría la guerra para mí. Ya sabe lo que quiero decir, doctor, ¡para mí! Conocer cuándo seríamos liberados los de este campo y cuándo terminarían nuestros sufrimientos». «¿Y cuándo tuvo usted ese sueño?», le pregunté. «En febrero de 1945», contestó. Por entonces estábamos a principios de marzo. «¿Qué respondió la voz en su sueño?» En voz baja, casi furtivamente, me susurró: «El treinta de marzo.» Cuando F. me contó aquel sueño todavía se encontraba rebosante de esperanza y convencido de la certeza y veracidad del oráculo de la voz. Sin embargo, a medida que se acercaba el día prometido, las noticias que recibíamos sobre la guerra menguaban las esperanzas de ser liberados en la fecha indicada. El veintinueve de marzo, de repente, F. cayó enfermo con una fiebre muy alta. El treinta de marzo, el día en que según su profecía terminaría la guerra y el sufrimiento para él, empezó a delirar y perdió la conciencia. El treinta y uno de marzo falleció. Según todas las apariencias murió de tifus…“
„-Pero tú pareces feliz- musitó Holly con voz teblorosa.-Ser y parecer algo no es lo mismo»CECELIA AHERN, Posdata: te amo“
„Tengo treinta años y todavía me siento como una niña pequeña. Todavía miro alrededor para ver qué hacen los demás y así asegurarme de que no soy completamente distinta; todavía miro alrededor en busca de ayuda, de un codazo amistoso y un consejo dicho en voz baja. Pero al parecer no atraigo la atención de nadie. Nadie más parece estar mirando alrededor preguntándose qué hacer. ¿Por qué será que me siento como si fuese la única persona que está confundida y preocupada por las decisiones que he tomado y el futuro que me aguarda? Mire donde mire, sóloveo personas que tiran adelante. Quizá tendría que seguir su ejemplo.“
„Rebeldía. Pero la rebeldía no es un gesto altisonante. No es un grito, no es un insulto, no es una pedrada, no es una mala contestación, es mucho más profundo. La rebeldia es un grito de la inteligencia y de la voluntad que dice, y lo voy a decir en román paladino: ¡no me da la gana de decirle que sí a esta actual situación! -¿Por qué? – ¡Porque no quiero y me niego a decirle que sí! Porque entiendo que puede haber otra situación y por tanto yo no asumo esta podredumbre y no participo en ella y lucho contra ella. Y esta actitud es una actitud intelectual, y cuando digo intelectual no quiero hablar de universitario, [hablo] de la mente de cualquier ser humano. Es un posicionamiento que nace de la mente y del corazón, del fuego del querer cambiar. Esta es la rebeldía fundamental. Lo otro son voces, son chillidos, son insultos, son graznidos. – ¡Dale caña! – Circo romano. ¡No, no! La rebeldía no es ni más ni menos que el posicionamiento con otros valores y la decisión de hacerles frente. Rebeldía para decir que no aceptamos que la ‘Competitvidad y el Mercado’ sean los que rijan los destinos de las sociedades. Que entendemos que hay una declaración universal de derechos humanos que tiene que cumplirse y que eso significa sociedad de pleno empleo, donde el hombre y la mujer sean exactamente iguales, donde no haya marginados y que costará mucho tiempo y mucho sacrificio, pero es hermoso luchar. ¡Incluso morir por eso! Porque morir tenemos que morir, muramos por lo menos luchando por un ideal noble y no consumiéndonos como un brasero.“
„Estamos llamados a hablar por los débiles, por los que no tienen voz, por las víctimas de nuestro país y por aquellos a los que llama «enemigo», porque ningún documento de manos humanas pueden hacer que estas personas sean «menos» nuestros hermanos […] He tratado en estos últimos minutos de dar una voz a los que no tienen voz en Vietnam y entender los argumentos de los que son llamados «enemigo“
„Llega la hora en que el silencio es traición. Ha llegado la hora en que incluso cuando presionados por las demandas de verdad interior, los hombres no asumen la tarea de oponerse la política de su gobierno, sobre todo en tiempos de guerra. Sabía que no podría volver a alzar mi voz de nuevo por los oprimidos en los guettos si no hablaba primero del mayor generador de violencia en el mundo hoy: mi propio gobierno.“
„Voz en la nocheAnoche, una voz me susurró:“¡No existe tal cosa como una voz susurrando en la noche!“
„La conciencia es una voz interior que nos advierte que alguien puede estar mirando.“
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