„¿A quién había querido, qué había querido hasta entonces?, se preguntó en un cúmulo de emoción. Una vieja, se contestó, puro hueso y pellejo. Innumerables rameras de vestido colorado. Una monja majadera. Una gastada aventurera de boca cruel. Una masa dormilona de encaje y etiqueta. El amor había sido para él un poco de aserrín y cenizas. Los goces que le había dado parecían infinitamente insípidos. Se asombraba de haberlos soportado sin bostezar.“

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