„En ese momento el perro le respondió a su amo con un gruñido. ¡Por fin! ¡Cuánto habían tenido que esperar! ¡Karenin tiene ganas de jugar! ¡Karenin aún tiene ganas de vivir!Aquel gruñido era la sonrisa de Karenin y ellos querían que la sonrisa durase el mayor tiempo posible.[…]Volvieron a mirarlo y a pensar que Karenin reía y que mientras riera seguiría teniendo un motivo para vivir, aunque estuviera condenado a muerte.“

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