„Ahí está el charco, dijo Rhoda, y no puedo cruzarlo. Oigo el crugir de la gran muela, a una pulgada de la cabeza. Su viento ruge en mi rostro. Todas las formas de vida palpable me han defraudado. Si no alargo la mano y toco algo duro, el viento me llevará a lo largo de los eternos corredores, para siempre ¿Y qué puedo tocar? Que ladrillo que piedra, para así cruzar el enorme vacío y penetrar en la seguridad de mi cuerpo?“

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