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Relacionado con: aquel
„El espíritu de las tinieblas es capaz de mostrar a Dios como enemigo de la propia criatura y, ante todo como enemigo del hombre, como fuente de peligro y amenaza para el hombre. De este modo, Satán injerta en el ánimo del hombre el germen de la oposición de aquel que desde el principio debe ser considerado como enemigo del hombre y no como Padre.“
„En aquel entonces, la literatura parecía serlo todo. En ella se buscaba fuerzas para vivir, señales para enfilar uno u otro camino, una revelación.“
„Sí, el mundo enseña humildad. Pues regresé de aquel viaje con el sentimiento de vergüenza por mi falta de conocimientos, por la insuficiencia de mis lecturas, por mi ignorancia. Aprendí que una cultura distinta no nos desvelaría sus secretos tan sólo porque así se lo ordenásemos y que antes de encontrarnos con ella era necesario pasar por una larga y sólida preparación».“
„Sabía cómo se sentía: aquellas náuseas en su estómago que se extendían como el cáncer, la rabia, la impotencia y la necesidad de acurrucarse en privado y buscar la fuerza para volver a meter los recuerdos en aquel agujero profundo y oscuro donde seguían viviendo.“
„La mayor parte de los primeros filósofos consideraban como principios de todas las cosas que constituyen la naturaleza de la materia. Aquello de que están formados todos los seres, el punto de partida de su generación y el término de su decadencia, en tanto que la sustancia persiste bajo la diversidad de sus determinaciones, tal es para ellos el elemento, el principio de los seres, y en consecuencia, creen que nada es ni generado ni destruido puesto que este tipo de entidad se mantiene siempre, así como decimos que Sócrates no llega a ser en sentido absoluto cuando deviene hermoso o músico ni tampoco perece si pierde esos modos de ser porque el sustrato, Sócrates mismo, permanece. Por eso dicen esos filósofos que nada nace ni se corrompe, pues debe haber alguna realidad, una o múltiple, de donde todas las restantes cosas se engendran, más conservándose siempre ella misma. En cuanto al número y naturaleza de esos elementos no están todos los pensadores de acuerdo. Tales, fundador de este tipo de filosofía, expresa que el principio es el agua (razón por la cual declaraba que la tierra reposaba sobre el agua; dedujo este principio tal vez al comprobar que la nutrición de todas las cosas provine de lo húmedo y que el calor mismo de ello procede y por ello es mantenido (y aquello de donde surgen es el principio para todas las cosas). Obtuvo esta noción de tal hecho y también de aquel otro según el cual las simientes de todas las cosas tienen una naturaleza de las cosas húmedas.“
„Feliz aquel que fue joven en su juventud, feliz aquel que supo madurar a tiempo.“
„Quiero decir, con toda seriedad, que la fe en las virtudes del trabajo está haciendo mucho daño en el mundo moderno, y que el camino hacia la felicidad y la prosperidad pasa por una reducción organizada de aquél.“
„Las matemáticas pueden ser definidas como aquel tema en el cual ni sabemos nunca lo que decimos ni si lo que decimos es verdadero.“
„Los viajeros y conquistadores griegos y romanos reconocían sin mayor dificultad a sus propios dioses en todas partes y decían: éste es Mercurio; aquélla es Venus; éste, Marte; aquél, Neptuno, cualquiera fuera el nombre con que se designara a los dioses extranjeros.“
„Todos los razonamientos pueden dividirse en dos clases, a saber, el razonamiento demostrativo o aquel que concierne a las relaciones de ideas y el razonamiento moral o aquel que se refiere a las cuestiones de hecho y existenciales.“
„Aquel hombre no podía ser de su mujer, porque no era de sí mismo, dueño de sí, sino a la vez un enajenado y un poseído.“
„El amor precede al conocimiento, y éste mata a aquél.“
„Una vez fui testigo del estrecho nexo entre la pérdida de la fe en el futuro y este peligroso darse por vencido. F., el jefe de mi barracón, compositor y libretista famoso, me confió un día: «Me gustaría contarle algo, doctor. He tenido un extraño sueño. Una voz me invitaba a desear cualquier cosa, bastaba con preguntar lo que quería conocer y mis preguntas serían satisfechas de inmediato. ¿Sabe qué pregunté? Cuándo terminaría la guerra para mí. Ya sabe lo que quiero decir, doctor, ¡para mí! Conocer cuándo seríamos liberados los de este campo y cuándo terminarían nuestros sufrimientos». «¿Y cuándo tuvo usted ese sueño?», le pregunté. «En febrero de 1945», contestó. Por entonces estábamos a principios de marzo. «¿Qué respondió la voz en su sueño?» En voz baja, casi furtivamente, me susurró: «El treinta de marzo.» Cuando F. me contó aquel sueño todavía se encontraba rebosante de esperanza y convencido de la certeza y veracidad del oráculo de la voz. Sin embargo, a medida que se acercaba el día prometido, las noticias que recibíamos sobre la guerra menguaban las esperanzas de ser liberados en la fecha indicada. El veintinueve de marzo, de repente, F. cayó enfermo con una fiebre muy alta. El treinta de marzo, el día en que según su profecía terminaría la guerra y el sufrimiento para él, empezó a delirar y perdió la conciencia. El treinta y uno de marzo falleció. Según todas las apariencias murió de tifus… Los que conocen la estrecha relación entre el estado de ánimo de una persona su valor y su esperanza, o su falta de ambos y el estado de su sistema inmunológico comprenderán cómo la pérdida repentina de la esperanza y el valor pueden desencadenar un desenlace mortal. La causa última de la muerte de mi amigo fue la honda decepción que le produjo no ser liberado en el día señalado. De pronto se debilitó la resistencia de su organismo y sus defensas disminuyeron, dejándole a merced de la infección tifoidea latente. Su esperanza en el futuro y su voluntad de vivir se paralizaron, y su cuerpo sucumbió víctima de la enfermedad. Después de todo, la voz de sus sueños se hizo realidad. La observación de este caso, y sus consecuencias psicológicas, concuerda con un hecho que el médico del campo me hizo notar: la tasa de mortandad semanal durante las Navidades de 1944 y el Año Nuevo de 1945 superó en mucho las estadísticas habituales del campo. En su opinión, la explicación de este aumento de mortalidad no había que buscarla en el empeoramiento de las condiciones de trabajo, ni en una disminución de la ración alimenticia, ni en un cambio climatológico, ni en el brote de nuevas epidemias. A su entender, se trataba sencillamente de la ingenua esperanza que abrigaron la mayoría de los presos de ser liberados por las fiestas navideñas. Según se acercaba esa fecha, y al no recibir ninguna noticia alentadora, los prisioneros perdieron su valor y les venció el desaliento. Muchos de ellos murieron al debilitarse su capacidad de resistencia. Ya advertimos“
„Una vez fui testigo del estrecho nexo entre la pérdida de la fe en el futuro y este peligroso darse por vencido. F., el jefe de mi barracón, compositor y libretista famoso, me confió un día: «Me gustaría contarle algo, doctor. He tenido un extraño sueño. Una voz me invitaba a desear cualquier cosa, bastaba con preguntar lo que quería conocer y mis preguntas serían satisfechas de inmediato. ¿Sabe qué pregunté? Cuándo terminaría la guerra para mí. Ya sabe lo que quiero decir, doctor, ¡para mí! Conocer cuándo seríamos liberados los de este campo y cuándo terminarían nuestros sufrimientos». «¿Y cuándo tuvo usted ese sueño?», le pregunté. «En febrero de 1945», contestó. Por entonces estábamos a principios de marzo. «¿Qué respondió la voz en su sueño?» En voz baja, casi furtivamente, me susurró: «El treinta de marzo.» Cuando F. me contó aquel sueño todavía se encontraba rebosante de esperanza y convencido de la certeza y veracidad del oráculo de la voz. Sin embargo, a medida que se acercaba el día prometido, las noticias que recibíamos sobre la guerra menguaban las esperanzas de ser liberados en la fecha indicada. El veintinueve de marzo, de repente, F. cayó enfermo con una fiebre muy alta. El treinta de marzo, el día en que según su profecía terminaría la guerra y el sufrimiento para él, empezó a delirar y perdió la conciencia. El treinta y uno de marzo falleció. Según todas las apariencias murió de tifus… Los que conocen la estrecha relación entre el estado de ánimo de una persona su valor y su esperanza, o su falta de ambos y el estado de su sistema inmunológico comprenderán cómo la pérdida repentina de la esperanza y el valor pueden desencadenar un desenlace mortal. La causa última de la muerte de mi amigo fue la honda decepción que le produjo no ser liberado en el día señalado. De pronto se debilitó la resistencia de su organismo y sus defensas disminuyeron, dejándole a merced de la infección tifoidea latente. Su esperanza en el futuro y su voluntad de vivir se paralizaron, y su cuerpo sucumbió víctima de la enfermedad. Después de todo, la voz de sus sueños se hizo realidad.“
„Nadie tiene derecho a cometer injusticia, ni siquiera aquél que fue tratado injustamente.“
„Una vez fui testigo del estrecho nexo entre la pérdida de la fe en el futuro y este peligroso darse por vencido. F., el jefe de mi barracón, compositor y libretista famoso, me confió un día: «Me gustaría contarle algo, doctor. He tenido un extraño sueño. Una voz me invitaba a desear cualquier cosa, bastaba con preguntar lo que quería conocer y mis preguntas serían satisfechas de inmediato. ¿Sabe qué pregunté? Cuándo terminaría la guerra para mí. Ya sabe lo que quiero decir, doctor, ¡para mí! Conocer cuándo seríamos liberados los de este campo y cuándo terminarían nuestros sufrimientos». «¿Y cuándo tuvo usted ese sueño?», le pregunté. «En febrero de 1945», contestó. Por entonces estábamos a principios de marzo. «¿Qué respondió la voz en su sueño?» En voz baja, casi furtivamente, me susurró: «El treinta de marzo.» Cuando F. me contó aquel sueño todavía se encontraba rebosante de esperanza y convencido de la certeza y veracidad del oráculo de la voz. Sin embargo, a medida que se acercaba el día prometido, las noticias que recibíamos sobre la guerra menguaban las esperanzas de ser liberados en la fecha indicada. El veintinueve de marzo, de repente, F. cayó enfermo con una fiebre muy alta. El treinta de marzo, el día en que según su profecía terminaría la guerra y el sufrimiento para él, empezó a delirar y perdió la conciencia. El treinta y uno de marzo falleció. Según todas las apariencias murió de tifus…“
„Luego la risa cesó y se hizo ese silencio. Ese silencio extraño y cómodo a la vez. ¿Qué demonios fue eso?Fue como si el mundo dejara de dar vueltas en ese instante. Como si todos los que nos rodeaban hubiesen desaparecido. Como si hubiese olvidado todo lo que me aguardaba (…). Fue como si esos pocos minutos hubiesen sido creados sólo para nosotros y lo único que pudiéramos hacer fuese mirarnos el uno al otro. Era como si (…) estuviera viendo mi cara por primera vez. Parecía confundido y al mismo tiempo complacido. Exactamente igual que yo. Porque estaba sentada en la hierba con mi amigo íntimo (…), y aquél era el rostro de mi amigo íntimo (…) con su nariz, sus ojos y sus labios, pero todo ello me parecía distinto. De modo que le di un beso. Me dejé llevar por la magia del momento y le di un beso.“
„Piensan que soy un loco desenfrenado. Y de alguna manera soy así, pero no `aquel loco` que creen. Las que me conocen saben que soy muy tranquilo. Estoy menos loco que mucha gente que conozco… además, a los 34 años no se puede ser muy loco. A los 17, si, yo hacía unos quilombos de la puta madre. Ahora no… Aquello de bajar por las escaleras mecánicas, que me gusta y es un buen pasatiempo para esperar el subte. Pero por eso estoy sentado medio raro ahora, porque me molesta la herida. Igual yo estoy lleno de heridas… y no tengo dolor; no lo siento mucho. Esto fue una moto, esto un perro que me mordió, acá me golpeé con una pared chiquita. Pero no me duele. A la mayoría de la gente le duele cualquier moretoncito. Yo después de cada show estoy todo golpeado porque me tiro por todos lados, me peleo con el guitarrista, o me pego en la frente, o en el pecho para enfatizar las letras. Hay gente que se asusta por el dolor; pero yo no, en el momento no lo siento. Tiene que ver con las endorfinas, que es como la morfina que hace el cuerpo. Si vas y tomas heroína, el cuerpo no hace más endorfina. Por eso, cuando dejas, te duele todo, por que el cuerpo aún no hizo la cantidad normal de endorfina. En mi caso, creo que hizo da más y las cosas no me duelen tanto.“
„No puedo olvidar que el Premio Nobel de la Paz no fue sólo algo que tiene lugar, sino que es una comisión – una comisión para trabajar más duro de lo que nunca antes había trabajado para la hermandad del hombre. Es un llamado que me lleva más allá de lealtades nacionales. Pero incluso si no estuviera presente, aun así tendrá que vivir con el sentido de mi compromiso con el ministerio de Jesucristo. Para mí, la relación de este ministerio para la realización de la paz es tan obvia que a veces me sorprendo de los que me preguntan por qué estoy hablando en contra de la guerra. ¿Podrá ser que ellos no sepan que las Buenas Nuevas estan destinadas a todos los hombres; para comunistas y capitalistas, para sus hijos y los nuestros, para blancos y negros, para revolucionarios y conservadores?. ¿Han olvidado que mi ministerio es en obediencia a Aquél que amó a sus enemigos tan completamente que murió por ellos? ¿Qué, entonces, puedo decirle a Vietcong, a Castro, o Mao, como un fiel ministro de Jesucristo? ¿Puedo amenazarlos con la muerte, o no debo mas bien compartir con ellos mi vida?“
„Definiciones de Mulla Do-PiazaHombre veraz: aquel que, secretamente, es considerado por todos como un enemigo.“
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