Juegos
Todos los emojis
Citas
Blog
Página de inicio
»
centímetro
Relacionado con: centímetro
„Siempre aquellos ojos y aquella voz que te envolvía. Dormido o despierto, trabajando o comiendo, en casa o en la calle, en el baño o en la cama… no había escapatoria. Lo único que te pertenecía eran los pocos centímetros cúbicos del interior de tu cráneo.“
„Fábulas fantásticas y animales míticosEL KAHIREl kahir es un pájaro de cinco centímetros de largo dotado de la facultad de hablar, pero que siempre habla de sí mismo en tercera persona, diciendo por ejemplo: <“
„Un centímetro cúbico cura 10 sentimientos melancólicos“
„La estatura del ser humano se mide en metros y centímetros porque si se midiese en kilómetros resultaría deprimente.“
„Si mi corazón fuera un lienzo, cada centímetro cuadrado sería un dibujo tuyo.“
„¿Por qué he pintado todos estos cuadros sobre ti? Porque soy artista. Estos retratos son mi corazón. Y si mi corazón fuera un lienzo, cada centímetro cuadrado sería un dibujo tuyo.“
„… Sí/ la patria está allá como está aquíallá diseminada en pedacitosaquí pidiendo que la conservemosen todos los centímetros que somos“
„Hasta el deseo se vuelve puro, hasta el acto más definitivamente consagrado al sexo se vuelve casi inmaculado. […] Esa pureza es querer cada centímetro de su piel, es aspirar su olor, es recorrer su vientre, poro a poro. Es llevar el deseo hasta la cumbre“
„El maestro de obra me explicó sin asombro que el cabello humano crecía un centímetro por mes hasta después de la muerte, y veintidós metros le parecieron un buen promedio para doscientos años“
„Era como si realizáramos una de esas complicadas danzas cortesanas modeganas en que las parejas se sitúan a escasos centímetros uno del otro, pero (si son buenos bailarines) sin llegar a tocarse.Así llevábamos la conversación, pero no solo nos faltaba el tacto para guiarnos: también parecíamos sordos. De modo que danzábamos con mucho cuidado, sin saber exactamente qué música escuchaba el otro, sin saber siquiera si el otro estaba bailando.“
„Dado que Imre era un refugio para la música y el teatro, quizá penséis que yo pasaba mucho tiempo allí, pero nada podría estar más lejos de la verdad. Solo había estado en Imre una vez. Wilem y Simmon me habían llevado a una posada donde tocaba un trío de hábiles músicos: laúd, flauta y tambor. Pedí una jarra de cerveza pequeña que me costó medio penique y me relajé, dispuesto a disfrutar de una velada con mis amigos…Pero no pude. Apenas unos minutos después de que empezara a sonar la música, casi salí corriendo del local. Dudo mucho que podáis entender por qué, pero supongo que si quiero que esto tenga algún sentido, tendré que explicároslo.No soportaba oír música y no formar parte de ella. Era como ver a la mujer que amas acostándose con otro hombre. No. No es eso. Era como…Era como los consumidores de resina que había visto en Tarbean. La resina de denner era ilegal, por supuesto, pero había partes de la ciudad en que eso no importaba. La resina se vendía envuelta en papel encerado, como los pirulís o los tofes. Mascarla te llenaba de euforia. De felicidad. De satisfacción.Pero pasadas unas horas estabas temblando, dominado por una desesperada necesidad de consumir más, y esa ansia empeoraba cuanto más tiempo llevabas consumiéndola. Una vez, en Tarbean, vi a una joven de no más de dieciséis años con los reveladores ojos hundidos y los dientes exageradamente blancos de los adictos perdidos. Le estaba pidiendo un «caramelo» de resina a un marinero, que lo sostenía fuera de su alcance, burlándose de ella. Le decía a la chica que se lo daría si se desnudaba y bailaba para él allí mismo, en medio de la calle.La chica lo hizo, sin importarle quién pudiera estar mirando, sin importarle que fuera casi el Solsticio de Invierno y que en la calle hubiera diez centímetros de nieve. Se quitó la ropa y bailó desenfrenadamente; le temblaban las pálidas extremidades, y sus movimientos eran patéticos y espasmódicos. Entonces, cuando el marinero rio y negó con la cabeza, ella cayó de rodillas en la nieve, suplicando y sollozando, agarrándose desesperadamente a las piernas del marinero, prometiéndole que haría cualquier cosa que le pidiera, cualquier cosa…Así era como me sentía yo cuando oía tocar a unos músicos. No podía soportarlo. La ausencia diaria de mi música era como un dolor de muelas al que me había acostumbrado. Podía vivir con ello. Pero no soportaba ver cómo agitaban delante de mí el objeto de mi deseo.“