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Relacionado con: sentada
„No hay razón para dar prioridad a los monumentos ante la vida; su propio monumento sólo tiene en este momento una significación: puede utilizarlo en provecho de su despreciado cuerpo; el hombreque está sentado a su lado le gusta, es joven y probablemente (con casi total seguridad) es el último hombre que le gusta y que puede tener; y eso es lo único importante; si luego ella le repugna y él derriba su monumento, da lo mismo, porque el monumento está fuera de ella, igual que la mente de él y su memoria están fuera de ella, y todo lo que está fuera de ella da lo mismo.“
„Sigo teniendo ante mis ojos a Teresa, sentada en un tocón, acariciando la cabeza de Karenin y pensando en la debacle de la humanidad. En ese momento recuerdo otra imagen: Nietzsche sale de su hotel en Turín. Ve frente a él un caballo y al cochero que lo castiga con el látigo. Nietzsche va hacia el caballo y, ante los ojos del cochero, se abraza a su cuello y llora.Esto sucedió en 1889, cuando Nietzsche se había alejado ya de la gente. Dicho de otro modo: fue precisamente entonces cuando apareció su enfermedad mental. Pero precisamente por eso me parece que su gesto tiene un sentido más amplio. Nietzsche fue a pedirle disculpas al caballo por Descartes. Su locura (es decir, su ruptura con la humanidad) empieza en el momento en que llora por el caballo.Y ése es el Nietzsche que yo quiero, igual que quiero a Teresa, sobre cuyas rodillas descansa la cabeza de un perro mortalmente enfermo. Los veo a los dos juntos: ambos se apartan de la carretera por la que la humanidad, «ama y propietaria de la naturaleza», marcha hacia adelante.“
„Ayer de tarde estábamos sentados junto a la mesa. No hacíamos nada, ni siquiera hablábamos. Yo tenía apoyada mi mano sobre un cenicero sin ceniza. Estábamos tristes: eso era lo que estábamos, tristes. Pero era una tristeza dulce, casi una paz. Ella me estaba mirando y de pronto movió los labios para decir dos palabras. Dijo: Te quiero. Entonces me di cuenta de que era la primera vez que me lo decía, más aún, que era la primera vez que lo decía a alguien. Isabel me lo hubiera repetido veinte veces por noche. Para Isabel, repetirlo era como otro beso, era un simple resorte del juego amoroso. Avellaneda, en cambio, lo había dicho una vez, la necesaria. Quizá ya no precise decirlo más, porque no es juego: es una esencia.“
„Los había visto al pasar, sentados en las salas con la mirada absorta y los brazos cruzados, sintiendo transcurrir un tiempo entero, un tiempo sin desbravar, porque era inútil dividirlo en meses y años, y los días en horas, cuando no podía hacerse nada más que contemplar la lluvia.“
„Desde entonces manifestaba el párroco los primeros síntomas del delirio senil que lo llevó a decir, años más tarde, que probablemente el diablo había ganado la rebelión contra Dios, y que era aquél quien estaba sentado en el trono celeste, sin revelar su verdadera identidad para atrapar a los incautos.“
„La peor forma de extrañar a alguien es estar sentado a su lado y saber que nunca lo podrás tener.“
„20Día tras día él llega y se va.Ve y dale esta flor de mi pelo, amigo.Si te pregunta quién se la envía, no se lo digas, te lo ruego, pues si viene, es para volverse a ir.Está sentado bajo un árbol, en el suelo.Prepárale un lecho de pétalos y hojas, amigo.Sus ojos están tristes y su mirada pesa en mi corazón.Nunca dice qué piensa, sólo viene y se va.“
„cuando él se retorcía de dolor, yo pasaba la noche en vela cuidando sus ojos y las quemaduras de su cuerpo. Hasta que la más dura de las espadas traspasó mi corazón cuando lo vi sentado en el banquillo de los testigos, diciendo que jamás se enamoraría de una mujer veinte años mayor que él; su único interés era tener a alguien que cuidara sus heridas. Y“
„EL EJERCICIO DE LA SEMILLA Arrodíllese en el suelo. Siéntese después sobre sus talones y doble el cuerpo de manera que su cabeza quede en sus rodillas. Extienda los brazos para atrás. Quedará, así, en una posición fetal. Ahora descanse y olvide todas las tensiones. Respire con calma y profundamente. Poco a poco notará que es una minúscula semilla, rodeada por el bienestar que da la tierra. Todo es cálido y agradable alrededor. Duerme un sueño tranquilo. De repente, un dedo se mueve. El brote no quiere más ser semilla, quiere nacer. Lentamente, empiece a mover los brazos; después, su cuerpo irá irguiéndose hasta que quedará sentado en sus talones. Ahora comience a levantarse y, lentamente, muy lentamente, estará erecto, de rodillas en el suelo. Durante este tiempo, imagínese que es una semilla transformándose en brote y rompiendo poco a poco la tierra. Llegó el momento de romper la tierra por completo. Empiece a levantarse lentamente, colocando un pie en el suelo, después el otro, luchando contra el desequilibrio como un brote lucha para encontrar su espacio. Hasta que quede de pie. Imagine el campo a su alrededor, el sol, el agua, el viento, los pájaros. Es un brote que comienza a crecer. Levante muy despacio los brazos en dirección al cielo. Después, extiéndalos cada vez más, cada vez más, como si quisiera agarrar el inmenso sol que brilla sobre su cabeza y le da fuerzas y le atrae. Su cuerpo empieza a quedar cada vez más rígido, sus músculos se tensan todos, mientras crece y crece y se vuelve inmenso. La tensión aumenta tanto que se hace dolorosa, insoportable. Cuando no aguante más, grite y abra los ojos. Repetir este ejercicio siete días seguidos, siempre a la misma hora.“
„Le recuerdo sentado tras su mesa de la biblioteca repasando pacientemente el contrato de préstamo párrafo por párrafo con un carcelero que quería comprar un automóvil DeSoto usado, explicándole al tipo con todo detalle los pros y los contras del contrato, explicándole que era posible comprar a crédito sin que te clavaran demasiado, sacándole de las sociedades financieras que, en aquellos tiempos, eran poco mejores que usureros. Cuando terminó, el carcelero hizo ademán de tenderle la mano… y en seguida la retiró. Por un momento, había olvidado que estaba tratando con una mascota y no con un hombre.“
„Pasaron por delante de la casa de las Delgado. Rolando levantó la vista y vio a Susan sentada junto a su ventana, una clara visión en medio de la grisácea luz de aquella mañana otoñal. El corazón le dio un vuelco en el pecho y, aunque entonces aún no lo sabía, así la recordaría siempre, la encantadora Susan, la chica de la ventana. Así pasamos por delante de los fantasmas que más adelante nos persiguen en la vida; los vemos, si es que llegamos a verlos por el rabillo del ojo, sentados sin el menor dramatismo al borde del camino como pobres pordioseros. Raras veces se nos pasa por la cabeza la idea de que nos hayan estado esperando allí. Pero ellos esperan y, cuando ya hemos pasado, recogen sus fardos de recuerdos y siguen nuestros pasos, acortando poco a poco la distancia que los separa de nosotros.“
„Me fijé en que Fela giraba la cabeza y miraba a Simmon como si le sorprendiera verlo allí sentado.O mejor dicho: fue como si hasta ese momento Simmon únicamente hubiera ocupado espacio alrededor de Fela, como un mueble. Pero esa vez, cuando ella lo miró, lo captó por entero. El cabello rubio rojizo, la línea de su mandíbula, la amplitud de los hombros bajo la camisa. Esa vez, cuándo lo miró, lo vio de verdad.Dejadme decir una cosa. Todas las horas que pasamos buscando en el Archivo, todo el fastidio y el cansancio valieron la pena solo para presenciar aquel momento. Valió la pena sangre y temer a la muerte por verla enamorarse de Sim. Solo un poco. Solo el primer hálito débil del amor, tan leve que seguramente ni siquiera ella lo percibió. No fue espectacular, como un rayo seguido del estruendo de un trueno. Fue más bien como cuando golpeas pedernal contra acero y salta una chispa que se desvanece tan deprisa que casi no la ves. Pero sabes que está allí, donde no puedes verla, prendiendo.“
„Volvía a ser de noche. En la posada Roca de Guía reinaba el silencio, un silencio triple.El primer silencio era una calma hueca y resonante, constituida por las cosas que faltaban. Si hubiera habido caballos en los establos, estos habrían piafado y mascado y lo habrían hecho pedazos. Si hubiera habido gente en la posada, aunque solo fuera un puñado de huéspedes que pasaran allí la noche, su agitada respiración y sus ronquidos habrían derretido el silencio como una cálida brisa primaveral. Si hubiera habido música… pero no, claro que no había música. De hecho, no había ninguna de esas cosas, y por eso persistía el silencio.En la posada Roca de Guía, un hombre yacía acurrucado en su mullida y aromática cama. Esperaba el sueño con los ojos abiertos en la oscuridad, inmóvil. Eso añadía un pequeño y asustado silencio al otro silencio, hueco y mayor. Componían una especie de aleación, una segunda voz.El tercer silencio no era fácil reconocerlo. Si pasabas una hora escuchando, quizá empezaras a notarlo en las gruesas paredes de piedra de la vacía taberna y en el metal, gris y mate, de la espada que colgaba detrás de la barra. Estaba en la débil luz de la vela que alumbraba una habitación del piso de arriba con sombras danzarinas. Estaba en el desorden de unas hojas arrugadas que se habían quedado encima de un escritorio. Y estaba en las manos del hombre allí sentado, ignorando deliberadamente las hojas que había escrito y que había tirado mucho tiempo atrás.El hombre tenía el pelo rojo como el fuego. Sus ojos eran oscuros y distantes, y se movía con la sutil certeza de quienes saben muchas cosas.La posada Roca de Guía era suya, y también era suyo el tercer silencio. Así debía ser, pues ese era el mayor de los tres silencios, y envolvía a los otros dos. Era profundo y ancho como el final del otoño. Era grande y pesado como una gran roca alisada por la erosión de las aguas de un río. Era un sonido paciente e impasible como el de las flores cortadas; el silencio de un hombre que espera la muerte.“
„Estaba sentado, quieto como una estatua, y me dolían los dedos. Quería tocar, no escuchar. «Quería» no es un verbo suficientemente intenso. Me moría de ganas de tocar. No me enorgullezco de haberme planteado robarle el laúd y marcharme de allí aprovechando la oscuridad de la noche.“
„He comenzado muchas canciones en una servilleta, sentado frente a una taza de café.“
„¿Eres un fantasma?Di media vuelta y me encontré con un chico atractivo de unos dieciséis años, vestido con túnica negra. Tenía la tez algo pálida, pero también unos adorables ojos castaños como los del hombre sentado en el trono. Su cabello era moreno, largo y despeinado, casi alborotado, pero a mí me gustó. El chico inclinó la cabeza a un lado, y por fin caí en la cuenta de que me había hecho una pregunta.No se me ocurría nada que decir. ¿«Disculpa»? ¿«Hola»? ¿«Cásate conmigo»?“
„El doctor se inclinó muy cerca para oírlo, porque la voz era solo un murmullo.«Busque a Violette, dígale que la amo», agregó Étiene Relais antes de que el otro le vaciara un frasquito en la boca.En Cuba, en ese mismo instante, Violette Boisier se golpeó la mano derecha contra la fuente de piedra donde había ido a buscar agua y el ópalo del anillo, que había usado por catorce años, se hizotrizas. Cayó sentada junto a la fuente, con un grito atascado y la mano apretada en el corazón. Adèle, que estaba con ella, creyó que la había mordido un alacrán. «Étienne, Étienne…», balbuceó Violette deshecha en lágrimas.“
„La pasé sentado junto a la tumba de Rosa, hablando con ella, acompañándola en la primera parte de su viaje al Más Allá, cuando es más difícil desprenderse de la tierra y se necesita el amor de los que quedan vivos, para irse al menos con el consuelo de haber sembrado algo en el corazón ajeno.“
„La separación de cuerpos y sombras es un asunto literario de relativo éxito cuyo punto culminante es la figura de Peter Pan. Pero si es raro que un hombre busque su sombra, mucho más exótico es encontrar una sombra en su cuerpo.Cerca de los baños del bar La Academia, hay una solitaria oscuridad sentada que anda rastreando a alguien. No tiene el menor dato sobre lo que busca ni sobre lo que es. Los mozos suelen confundirse al señalarla y los poetas billaristas que cunden en ese lugar afirman que todos somos esa oscuridad.“
„El sufrir es muy largo y no puede dividirse por los estaciones del año. Sólo nos es posible señalar su presencia y advertir su retorno. Para nosotros el tiempo no avanza: gira. Parece formar un círculo alrededor de este eje: el dolor. La paralizadora inmovilidad de una vida regulada, hasta en sus más ínfimos detalles, por una rutina inmutable, de suerte que conforme, bebemos, nos paseamos, dormimos y rezamos – o por lo menos, nos arrodillamos para rezar – conforme a los inflexibles dictados de un reglamento de hierro; esa inmovilidad que hace que cada día sea, con todos sus horrores, y hasta en sus más pequeños detalles, idéntico a sus hermanos, parece comunicarse a aquellas fuerzas exteriores, cuya existencia es una perpetua variación. Nada sabemos de la siembra ni de las cosechas, de los segadores doblados sobre las espigas o de los vendimiadores deslizándose entre las vides; de la hierba del jardín, ornada con el blanco manto de las flores caídas, sobre la cual se hallan esparcidos los frutos maduros. Nada sabemos, nada podemos saber.Para nosotros sólo hay una estación, la del dolor. Parece incluso como si nos hubieran arrebatado hasta el sol y la luna. Fuera podrá brillar el día con tonos azulados o dorados, pero la luz que se filtra por el espeso cristal del ventanillo con barrotes de hierro bajo el cual nos hallamos sentados, es mísera y mortecina. En nuestra celda vecina reina constantemente la penumbra, y la noche invade siempre nuestro corazón. Y todo movimiento se detiene, igual que en el girar del tiempo, en la esfera del pensamiento.“
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